Capítulo 10: Melodía de Confesiones

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A la mañana siguiente, Frank se encontraba en la cafetería de Richard. Como siempre, el se sentaba en su lugar favorito, que era una mesa que quedaba a un lado de la ventana. Allí podía estar tranquilo, observando hacia afuera mientras bebía su café.

A pesar de que Richard no se encontraba allí, la calidez y el aroma tentador de la cafetería no disminuían en absoluto. Valentina se esforzaba por mantener el lugar acogedor y agradable para los clientes.

La mañana era tranquila, y eso se reflejaba en la escena. Valentina se movía con eficiencia entre las mesas, atendiendo a los pocos clientes presentes con una sonrisa amable. Los sonidos suaves de las conversaciones susurrantes y el suave tintineo de las tazas al chocar creaban una atmósfera acogedora.

El ambiente tranquilo de la cafetería se vio interrumpido cuando Richard irrumpió por la puerta con su característica energía. Saludando a cada uno de los clientes que se encontraban en su local.

Luego, cuando Richard se acercaba a Valentina, se podía percibir cómo ella empezaba a regañarlo. Mientras él intentaba suavizar su enojo con bromas, lo cual solo lograba enfadarla aún más. Esta escena era bastante común, ya que ese tipo de relación era la que ambos tenían. El metiéndose en problemas todo el tiempo, y ella regañándolo como si de un niño pequeño se tratase.

Después de un rato, Richard se acercó a la mesa de Frank y se sentó frente a él. Dado que había pocos clientes en ese momento, podía darse el lujo de charlar con su amigo, al menos por un rato.

Richard: ¿Cómo está mi buen amigo?

Frank: Bien, ¿y tú?

Richard: Bien. Oye, es raro verte por aquí a esta hora. ¿Tienes el día libre?

Frank: Algo así, le pedí días libres al profesor Ezequiel. Tengo que irme por unas tres semanas.

Richard, inclinando la cabeza hacia un lado, se agachó para mirar debajo de la mesa y vio que al lado de la silla donde estaba sentado Frank había una maleta.

Richard: ¿Te vas de viaje?

Frank: Sí, a otra ciudad, no queda muy lejos.

Richard: ¿Por qué motivo?

Frank: Haré el acompañamiento de una violinista.

Richard: ¿Cómo se llama?

Frank: ¿La ciudad?

Richard: No, la violinista.

Frank: Su nombre es Layla, pero no recuerdo bien su apellido... Creo que era Parker.

Richard: ¿Crees? ¿No la conoces?

Frank: No, recibí una carta de su parte y luego la llamé para confirmarle que sí iría.

Richard: Espera, ¿entonces no sabes cómo es en persona?

Frank: No, nunca la he visto.

Richard: Entonces la buscaré yo por Internet. Si es famosa, será fácil encontrarla.

Frank: Tengo entendido que es una violinista reconocida en este país.

Richard sacó su celular y comenzó a deslizar su dedo por la pantalla, buscando el nombre de Layla en Internet.

Richard: Veamos, Layla Parker. Hm... ¿¡Qué!?

Frank: ¿Qué te pasa?

Él extendió su mano, acercando el celular al rostro de Frank para que pudiera verlo. En la pantalla, se podía ver una fotografía de Layla, capturando su gracia y elegancia mientras sostenía su violín con destreza.

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