Capítulo 15: Lágrimas en la Lluvia

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A la mañana siguiente, Frank abrió lentamente los ojos y se encontró con la agradable sorpresa de tener a Elizabeth todavía a su lado. Sonrió y, con mucho cuidado para no despertarla, se levantó de la cama. Cubrió a Elizabeth con las sábanas y acarició suavemente su cabello antes de dirigirse al baño. Tomó una breve ducha y luego se vistió, preparándose para el día.

Dirigiéndose a la cocina, notó que aún era temprano en la mañana. El sonido de los pájaros cantando llenaba el aire mientras Frank comenzaba a preparar el desayuno. Encendió su radio, sintonizando música a bajo volumen, y no pudo evitar cantar suavemente mientras se movía al ritmo de la melodía.

Inmerso en su alegría, Frank no se percató de que Elizabeth había descendido silenciosamente las escaleras. Ella se aproximó lentamente por detrás, envolviendo sus brazos cariñosamente alrededor de su cintura.

Elizabeth: Buenos días.

Frank, con una sonrisa radiante en el rostro, dejó a un lado los utensilios de cocina y se volteo hacia ella, sus ojos brillando con cariño.

Frank: Buenos días. ¿Cómo dormiste?

Elizabeth: Después de todo lo que pasó anoche, dormí increíblemente bien.

Frank: Me alegra escuchar eso. Te ves radiante esta mañana, con mi camisa puesta.

Elizabeth rió suavemente mientras jugueteaba con uno de los botones de la camisa.

Elizabeth: Tu camisa se siente increíble. Y huele demasiado bien.

Frank se inclinó para besarla suavemente en la frente antes de retomar los preparativos del desayuno.

Frank: Siéntete como en casa. ¿Quieres que te prepare una taza de café mientras te duchas?

Elizabeth: Eso sería perfecto. Gracias.

Después de un cariñoso abrazo, Elizabeth se dirigió al baño, mientras Frank la observaba con admiración, deleitándose en la imagen de ella vistiendo su camisa favorita. Mientras el sonido del agua de la ducha resonaba en el pasillo, Frank regresó a la cocina, inmerso en sus pensamientos, preparando con amor un desayuno especial para ambos.

Tras unos minutos, Elizabeth regresó vistiendo su propia ropa. Frank la esperaba pacientemente en la mesa, donde había preparado el desayuno. Se sentaron juntos y compartieron la comida, disfrutando de cada bocado.

Elizabeth: ¡Está delicioso! No sabía que eras tan talentoso en la cocina.

Frank: Se me da bastante bien. Aunque esto es solo un simple desayuno. Algún día te prepararé algo que te encantará.

Elizabeth: Esperaré ansiosa ese día.

Continuaron deleitándose con el desayuno y compartiendo animadas conversaciones sobre diversos temas. La felicidad que emanaban era evidente, y la conexión especial que habían forjado era hermosa y única. No obstante, su agradable momento se vio interrumpido por el sonido del teléfono de Elizabeth. Sin siquiera mirar quién llamaba, ella respondió a la llamada.

Elizabeth: ¿Hola?

Ingrid: ¡Elizabeth! ¡Te estuve llamando toda la noche y no respondiste! ¿Dónde estás?

Elizabeth: Estoy en casa de Frank.

Ingrid: ¿En casa de Frank? ¡Elizabeth, tu madre llegará en cualquier momento!

De repente, la realidad se hizo presente, y tanto Elizabeth como Frank se dieron cuenta de que habían olvidado por completo que ella debía estar en el hospital. Sus rostros se pusieron pálidos al ver la hora en el reloj de pared, y Elizabeth se levantó rápidamente.

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