Capítulo 12: La Fuerza de la Música

84 7 5
                                    

Tres semanas antes

Elizabeth: ¿¡Quieres que sea directa!? ¡Bien! ¡Estoy celosa porque me gustas, estúpido pianista!

Elizabeth cortó la llamada, sintiendo una gran frustración que la llevó a considerar lanzar su celular contra la pared. Sin embargo, se contuvo, sabiendo que sería un acto sin sentido. Miró la pantalla el celular, donde se mostraba el número de Frank.

Elizabeth: ¿Por qué tienes que ser tan desesperante?

Aun frustrada, dejó el celular sobre su camilla desordenada. Sus ojos cansados, teñidos de lágrimas, se encontraron con el cristal de la ventana mientras se levantaba lentamente. Con paso pesado, se acercó al ventanal y se detuvo allí, sumergiéndose en un profundo silencio.

El reloj en la pared marcaba las horas avanzadas de la noche, y el bullicio que solía llenar el jardín durante el día había cedido su lugar a un silencio sereno. Ningún paciente se encontraba afuera, debido a la hora. Era como si el jardín, al igual que ella, se hubiera sumido en una soledad temporal.

Con el alma cargada de sentimientos encontrados, Elizabeth permaneció allí, junto a la ventana, como si buscara encontrar consuelo en la quietud de la noche. Las lágrimas que antes habían llenado sus ojos ahora dejaban rastros brillantes en sus mejillas, reflejando la melancolía y la incertidumbre que la envolvían.

Elizabeth: Soy una tonta. No debí haberle dicho que me gusta.

Permaneció junto a la ventana durante varios minutos, dejando que sus pensamientos fluyeran en medio del silencio nocturno. Finalmente, decidió regresar a su cama. Se acostó, abrazó su almohada y fijó su mirada en el techo, sumida en un profundo silencio.

Elizabeth: Tal vez solo estoy confundida y en realidad no estoy enamorada de él...

Sus palabras se perdieron en la tranquilidad de la habitación, mientras su mente luchaba por encontrar respuestas claras a sus interrogantes internas. En medio de la oscuridad, buscaba comprender la verdadera naturaleza de sus sentimientos hacia Frank.

Sabiendo que no encontraría respuestas inmediatas, Elizabeth dejó su almohada a un lado y se levantó de la cama. Caminó hacia la puerta de su habitación y la abrió con cuidado, sin hacer mucho ruido. Asomó la cabeza para inspeccionar el oscuro pasillo del hospital. Al ver que no había nadie cerca, decidió salir de su habitación y dirigirse hacia el área de descanso donde se encontraba el piano.

Una vez allí, se sentó frente a este y tomó un pañuelo limpio. Comenzó a frotar las teclas suavemente, limpiándolas con atención y delicadeza. Mientras lo hacía, sus pensamientos se agolparon en su mente.

Elizabeth: ¿Tú qué piensas? ¿Crees que estoy enamorada de Frank?

Sonrió mientras limpiaba el piano y, al terminar, guardó el pañuelo para colocar sus manos sobre las teclas y comenzar a tocar "Gymnopédie No. 1" de Erik Satie.

Con cuidado, intentaba tocar lo más suavemente posible, consciente de que la mayoría de los pacientes del hospital estaban durmiendo debido a la hora. Mientras las notas resonaban suavemente, Elizabeth sonrió y continuó hablando con el piano.

Elizabeth: ¿Tú crees que el día que toqué por primera vez delante de él, logré transmitir algún sentimiento que pudiera haber cambiado su forma de interpretar la música?

Mientras las notas llenaban el espacio, Elizabeth se permitió sumergirse en la música, buscando respuestas en cada acorde y en cada matiz. El piano se convirtió en su confidente silencioso, el receptor de sus preguntas y pensamientos más profundos.

Elizabeth: ¿Habré logrado tocar su corazón?

Eres mi músicaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora