Capítulo V

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"Llamada perdida de Chris J (11)"

Estaba a punto de devolver la llamada cuando lo notó. De todas las oportunidades, esa era la menos apropiada para hacerlo. Aún sentía el cuerpo caliente, ligeramente pegajoso por la capa de sudor que lo cubría hace menos de dos horas. Ya se le empezaba a adormecer el brazo izquierdo, provocado por soportar el peso de su acompañante desde hace un rato.

Se levantó de la cama sin cuidado. Se puso una bata encima y fue directo a la sala, olvidando el celular en el buró. Encendió un cigarrillo y se dejó caer en el sofá que daba justo a la ventana. La noche había sido demasiado larga, a pesar de que actuó con rapidez. Cada minuto se le hizo eterno. Esta vez había ido a un lugar diferente, no quería enfrentarse al acostumbrado comentario de su amigo Víctor, menos esa noche que se veía más tronada de lo normal. Esa noche había optado por un antro, mucho más ruidoso, mucho más lleno y completamente ahogado de luces parpadeantes. No necesitaba esmerarse para salir de ahí acompañada. No le apetecía esforzarse esa vez.

De pronto la tablilla floja sonó. El cuerpo entero se le estremeció bajo la influencia del escalofrío que le taladró la espalda. El dejá vù la había abofeteado sin piedad. Volteó hacia su habitación y ahí estaba una rubia despeinada, cubierta sólo por una chaqueta que reconoció como suya. La ojiverde torció la boca. Que no fuera cierta castaña de ojos somnolientos envuelta en una sábana fue una bofetada peor.

- No deja de vibrar. – dijo con voz pastosa mientras le tendía su móvil con la pantalla encendida. No necesitaba verlo de cerca para saber que era Chris, de nuevo.

Se levantó con pereza, tomó el celular y pasó de largo junto a la chica. Tomó la llamada una vez que se sentó en la orilla de la cama.

- ¿Qué quieres?

- ¡Vaya! Pero si al fin te dignas a contestar... - Chris se escuchaba alterado, pocas veces le hablaba así.

- Pregunté que qué quieres. – dijo cerrando los ojos, haciendo caso omiso al tono de voz de su hermano.

- ¿Sabes que he tratado de localizarte desde ayer que me di cuenta que te fuiste del hospital? – preguntó, aunque Lauren sabía que no esperaba respuesta – Eres una idiota... - Lauren sonrió irónica.

- ¿Ah sí?

- ¡Sí! Eso eres... La dejaste sola, Lauren. – exclamó con incredulidad.

- ¿Disculpa? – elevó el volumen – No es absolutamente nada mío, no tenía por qué quedarme. Tuvo un episodio y la llevé al hospital. Listo. A mí me parece que me porté generosa.

- ¡Ni siquiera fuiste capaz de hablar con ella!

- Lo hice, y apenas terminé, me fui. ¿Qué más querías que hiciera?

- ¡Quedarte, para variar! – gritó.

Lauren se paralizó, incapaz de refutar. Empezaba a creer que no podría tener una plática con su hermano sin que salieran sus propios problemas familiares a colación, por muy sutil que fuera. Le molestó saber que no tenía excusa, Chris tenía todo el derecho de sentirse molesto y sabía que por más que tratara le era imposible no reclamarle de vez en cuando.

- Sería más útil que localicen a su familia. – dijo Lauren, con el tono de voz radicalmente suavizado.

- No tiene. Viene de otro país. Al parecer sólo tenía a su madre y falleció hace 4 o 5 años. – explicó, Lauren pasó su mano libre por su cabello, peinándolo hacia atrás.

Escuchó la regadera y tardó un segundo en recordar que había alguien más en el departamento. Soltó un suspiro y se dejó caer hacia atrás en el colchón.

- ¿Ya sabes qué es lo que tiene? – preguntó sin poder evitar sonar preocupada. Ahora fue Chris quien soltó el suspiro, más que cansado, frustrado.

- No. Le hemos hecho las pruebas básicas pero no sale nada claro. Hay que usar la artillería pesada. –

- Vale... - se aclaró la garganta. – Tengo que resolver unas cosas, en cuanto me desocupe iré para allá. – colocó su mano en su frente, sin poder creer del todo que estaba diciendo esas palabras.

- Hecho. – respondió de inmediato. Por experiencia sabía que en casos así jamás debía preguntar "¿segura?", porque Lauren definitivamente no se callaría para decir que no, no estaba segura. Así que se quedaba con esa promesa a medias. – Avísame cuando estés por acá.

Colgó antes de darle chance de arrepentirse.

La ojiverde de verdad quería dormir las 15 horas que no pudo dormir el día anterior y que al parecer tampoco podría permitirse ese día. Se rio internamente al pensar que quizá llevaba el mismo tiempo despierta que su hermano. Aunque claro, por motivos totalmente diferentes y mucho menos productivos.

La puerta del baño se abrió, salió la rubia en medio de una nube de vapor. Ya estaba vestida y el cabello aún le goteaba. Lauren se enderezó apoyándose en sus codos, la chica –que creía recordar se llamaba Tania- se acercó para plantarle un beso húmedo. Le sonrió y salió del departamento sin decir nada. Lauren de verdad se sentía con suerte. Se apresuró a bañarse y recoger su habitación para que quedara medianamente decente.

De camino al hospital seguía cuestionándose qué rayos estaba haciendo.

Uno de los pocos placeres sanos que le quedaban era manejar su yaris. Desde muy joven descubrió cuánto amaba manejar. Incluso se había planteado la posibilidad de trabajar como taxista. Así de grande era su gusto. Un factor importante de por qué le gustaba tanto, es que no se daba cuenta de en qué momento comenzaba a flotar en medio. No pensaba en nada, como si prestara atención sólo al camino. Pero al mismo tiempo sus movimientos eran mecánicos, como si realmente no pusiera atención y lo hiciera por inercia. No sabía si pensaba o no, si ponía atención al camino o no. Sólo manejaba, sólo eso. Para cuando salía de su trance ya no recordaba aquello que ocupaba su mente hace unos instantes ni recordaba haber pasado por aquella cafetería situada dos cuadras atrás.

Cuando se dio cuenta ya estaba estacionándose en una calle detrás del enorme edificio blanco. Quería pasar lo más desapercibida posible.

Entró como cualquier paciente que sabe perfectamente hacia dónde va. Volteando la cara disimuladamente cada vez que se topaba con algún médico o enfermera que se viera de edad avanzada. Sintió la adrenalina del momento recorrerle las piernas, lo que le ayudó a moverse con rapidez hasta llegar a salvo al elevador. Entró sólo con una pareja de ancianos que iban tomados del brazo. Se giró hacia el espejo que cubría todo el fondo y su intención de arreglarse un poco se fue por la borda cuando vio su aspecto. No había nada que pudiera hacer para mejorar.

Un corto timbre anunció la llegada al tercer piso, donde bajaría la pareja. Antes de salir, la mujer dudó sobre sus pasos y miró a la ojiverde.

- Espero que te recuperes. – dijo con dulzura. Le regaló una sonrisa un tanto triste y terminó de salir.

Cuando se cerraron las puertas Lauren forzó una sonrisa para no carcajearse. No le divertía ni se burlaba de nadie –quizá de sí misma-, pero la sinceridad en las palabras de la mujer le formaron un nudo en la garganta que debía salir de un modo u otro.

El timbre volvió a sonar al llegar al quinto piso.


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Bad things [CAMREN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora