L (de LGTBQ+)

2.2K 214 113
                                    


Tu cuerpo desnudo envuelve la desnudez del mío. Tu corazón late en mi espalda. Tu mejilla apoyada en la mía.  Cierro los ojos y me pierdo en la calidez de tu abrazo, en la ternura de tu contacto. Me aferro a ti como tú te has aferrado a nuestro amor.



Tu profunda voz acaricia mi oído.



-Un año,  mi amor.  Hoy hace un año. Me parece que fue ayer cuando me aceptaste en tu vida y sin embargo no recuerdo otra vida antes de ti.  Tú llenas todo mi mundo, Clarke.



Me doy la vuelta y te envuelvo entre mis brazos y busco tus labios, siguiendo el sendero de mis besos en tu cuello hacia tu boca,  ese camino que tantas veces he trazado, pero que en cada ocasión me sorprende con una nueva sensación.  Esta vez, me cosquillea tu acelerado pulso en mis labios,  tu arteria carótida desbocada.  Cómo me gusta la suavidad de tu tacto y perderme en el  arrullo de tu voz.   Cómo me gusta sentir mi piel arder con tus caricias y mi corazón palpitar en la palma de tu mano.



Ha sido un camino tortuoso llegar hasta aquí.  Tengo treinta y seis años.   Diez más que tú. Casi un abismo. Un abismo al que todavía me cuesta asomarme y en el que he decidido no pensar.



Vivo en Madrid desde que tengo 28 años. Mi empresa tenía una sucursal en España y me ofreció el puesto y un sustancioso aumento de sueldo.  Dije sí.  Tampoco es que tuviera una gran vida en Connecticut.  Todo se puso feo cuando empecé a frecuentar a Nyilah.  Comencé a salir a los diecinueve años con Finn.  Él fue mi primer novio y le quise mucho, pero tras cuatro años juntos, ambos nos dimos cuenta de que la cosa no funcionaba.  Para entonces, yo ya había asumido que era bisexual,  así que la irrupción de Nyilah en mi vida dos años después no fue una sorpresa para mi, aunque resultara ser un auténtico huracán que removió los cimientos de mi estabilidad.  Mis padres, escandalizados, prácticamente me repudiaron,  mis supuestos amigos me miraban como si  yo fuera la reencarnación lujuriosa de Lilith, la reina de los súcubos y las amigas de Nyilah, todas ellas lesbianas de pedigrí, de esas de puño en alto y reivindicación antilesbófoba,  me miraban como si fuera una apestada.  Descubrí que declararse bisexual era casi peor que decir que llevabas plutonio en los bolsillos.   El estrecho y crítico escrutinio de las amigas de Nyilah sobre nuestra relación la fue desgastando y anulando.  Con 28 años, tuve que rehacer mi vida casi por completo.  Solo conservo de mi pasado a mi hermana y a un par de amigas.  Ellas tres siempre fueron mi pilar y las que me empujaron a deshacerme de los lastres que me atenazaban.   Ellas me animaron a volar.   Y así recalé en Madrid, más ligera que nunca y más hermética que nunca.


Dos años después de mi llegada,  mi  vida social se veía casi reducida a las horas y las charlas de gimnasio, algún que otro café o una copa con compañeras o compañeros del trabajo y a alguna que otra breve e insatisfactoria  escaramuza sexual que había decidido enterrar firmemente en el  rincón más recóndito de mi memoria.  Afortunadamente disfrutaba  tremendamente con la lectura y pasaba la mayor parte de mi tiempo buceando en librerías de segunda mano y degustando los ejemplares  que había conseguido.  Casi me pareció natural pasar de leer tanto a  intentar escribir yo algo que fuera mínimamente legible.  Comencé a escribir relatos cortos, que casi siempre destruía al finalizarlos.  Hasta que un día, uno de los que hice no me pareció tan malo.  Y de  ahí salté a escribir alguna historia un poquito más larga.  Los escritos se acumularon en mi ordenador y en un determinado momento,  decidí abrir un blog para irlos publicando poco a poco.  Ese se  convirtió casi en mi principal aliciente después del trabajo. Me  gustaba curiosear y ver cuántas visitas había recibido lo que en ese momento estuviera publicando.  Y un día comenzaron a llegar los  comentarios y un buen número de nombres se fueron haciendo asiduos  también en mi corazón.  Las charlas virtuales con mis lectoras  comenzaron a llenar el vacío afectivo que tensaba mi alma. Y  esos primeros momentos de disfrute e intimidad con gente que mataba su  soledad de una forma parecida a la mía, se vieron sobrepasados a  medida que las visitas a mi blog se incrementaron.   El número de  lectoras se disparó exponencialmente, así como las diferentes  formas de intentar interactuar conmigo. Comenzaron a llegarme muchos  mensajes privados de diferentes índoles:  los había que me pedían  consejo,   que me ofrecían sexo,  que me insultaban,   que me  invitaban... y los había que solo querían charlar,  establecer una  relación sana con alguien que intuían que tenía parecidos gustos  a lo suyos. Siempre era muy cautelosa con la información que revelaba de mi misma.  Soy desconfiada y muy reservada, así que  procuraba mantenerme siempre dentro de mi zona de confort.

EL ALFABETO DE NUESTRO AMOR (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora