F (de flores)

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Esta noche, no he podido pegar ojo.  Hoy es el primer aniversario. Estoy sola en la cama y se siente más fría que nunca. Como mi corazón.



Miro el reloj y son las siete de la mañana, así que me levanto y sigo mecánicamente la rutina de todos los dias.  Ventilo la estancia, me doy una ducha rápida y hago unas gárgaras, preparo café y mientras se hace, arreglo la habitación.  Vuelvo a ser consciente del  hueco en tu lado de la cama, y como estoy sentimental, abrazo tu almohada, y porque siento un tremendo nudo en mis tripas, lloro.  Y sigo abrazando tu almohada, porque tú eres lo que más me reconforta en estos momentos, pero no estás.  Así que la recoloco en su sitio.  Quizás luego deba cambiar las sábanas, porque aunque las puse ayer  limpias, veo claramente la huella  de mi llanto en el cobertor.



Retiro el rastro de las lágrimas en mi rostro con la manga de la bata. Un año.  Y pienso si será posible recomponerme ante la ausencia. Sé  que no soy la única que ha pasado por esto, la vida, desgraciadamente está llena de pérdidas y la gente continúa  adelante.   Y yo lo hago también, y sonrío y disfruto de todos los pequeños momentos que la vida me ofrece y creo que hasta soy feliz la mayor parte del tiempo.  Pero eso también, en días como hoy, me pone aún más triste, porque no sé si tengo derecho.



Recojo los restos del desayuno, que hoy apenas he podido engullir y me seco el pelo. Casi inconscientemente voy a elegir ropa negra, porque así me siento, pero en mi cabeza resuena tu voz  "Cuando tengas el ánimo decaído,  dale color a tu vida, amor.  Nunca dejes que la tristeza eclipse el brillo de tus ojos. Yo voy a estar siempre para ti".   E inconscientemente vuelvo otra vez la vista a tu lado de la cama y hoy, más que nunca, me falta el calor de tu piel.



Todavía es pronto,  así que camino sin rumbo, aunque mis pasos me dirigen al parque próximo a nuestra casa.  Cuando me dieron la fatídica noticia, hoy hace un año, también vine aquí y me senté en nuestro banco a llorar.  Y eso es lo que hago hoy.   Pero no lloro.   Así que observo el deambular de la gente, alguna pareja que pasea de la mano distraída, alguna madre que camina rápido arrastrando a su hijo detrás de ella.  Observo el discurrir de la vida y me doy cuenta de que el mundo no se para, sea lo que sea lo que acontezca en nuestras vidas,  o sea lo que sea lo que atormente nuestro corazón, la vida sigue caminando delante nuestro, invitándonos a participar, porque, a pesar de la negrura que ahora siento en mi alma, la mañana está luminosa y  respiro, y  estoy viva.  Y miro a mi lado en el banco, solo para constatar lo que ya sé.  Tú no estás.  Pero no me entristezco.  Porque sé que si pudieras, estarías aquí sujetando mi mano.  Y ya no me siento tan vacía.



Consulto el reloj y me doy cuenta de que ya son las nueve de la mañana.  Me levanto y vuelvo a mi deambular por las calles de nuestra ciudad y llego hasta nuestra cafetería.  Y creo que, inconscientemente estoy recorriendo todos nuestros sitios para poderte llevar pegada al alma, porque tú hoy no estás, pero yo me niego a sentir tu vacío.  Tomo un capuccino con canela, como siempre,  aunque tú ya sabes que eso es lo que tomo.  Me siento en una mesa al lado de la cristalera, para poder mirar a través de ella y no a la silla vacía que tengo enfrente.  Y no, no estoy enfadada porque no estés.  Pero tienes que comprender que me siento triste y me siento sola.




Aprovecho para leer el periódico y darle cierta pátina de normalidad al día. Y cuando son las diez menos cuarto dejo la cafetería y me dirijo hacia la floristería. Cuando llego, están abriendo la persiana y espero en la acera de enfrente a que la luz de la tienda se encienda y comiencen a sacar a la calle los cubos con las flores.  No sé ni qué comprar.  Tú sabrías.

EL ALFABETO DE NUESTRO AMOR (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora