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« Quizá la muerte sea nuestra libertad. » 





Me sentía tan solo, tan solitario frente a ese amanecer.

Caminábamos por las calles esperando que el mundo despertara.

Que despertara para condenarnos.

Las luces de las velas de la ciudad se apagaban con la llegada de la luz diurna, el horizonte poseía colores que jamás había visto. El frío se colaba en forma de brisa a través de mi ropa rasgada. Era hermosamente desconsolador.

Estaba caminando hacia no sé dónde, como siempre había sido mi vida. Ir hacia ningún lugar sin saber ni siquiera de dónde vengo.

Todo se reducía a lo mismo.

Ese sentimiento de vació y soledad.

Lo único que sabía era que algo muy malo se avecinaba y que encima no podía hacer nada para evitarlo.

Destino.

Era lo único que mi mente repetía como consuelo, o como tortura.

Sentí mi mano enredarse en con sus dedos como raíz floreciente a la tierra. Y todo cambio, un poco.

No me sentí tan sólo, tan miserable. Pero lo estaba. Lo estábamos.

Estábamos solos y desamparados.

Lo note en la lejanía, el horizonte lo mostraba. El lugar desde dónde amanecía era al que íbamos, hacía el enorme castillo que contrastaba con la salida del sol.

Escuche de inmediato a los caballos galopar violentamente.

— ¡Alto ahí!— gritaron. — ¡Deténganse en nombre del rey Jung!

Tome con más fuerza su mano y él me dedico una sonrisa.

— Tranquilo. — susurro. — Yo estoy aquí.

Su rostro se veía tan tranquilo, tan sereno y apacible. Calmado y radiante como los rayos de sol que atravesaban mis pupilas y hacían brillar su cabello.

Y yo estaba tan aterrado.

Fuimos rodeados en el instante en el que yo le contemplaba.

Su sonrisa se desvanecía lentamente con el agarre que un oficial le propinaba bruscamente. Separaron nuestras manos de un sólo golpe.

Mis manos fueron atadas a mi espalda, y Taehyung fue encadenado.

Me resistí para no apartarme de su lado pero ellos lo querían lejos de mí.

— ¡No! — me retorcí. — ¡¡¡No te vayas!!!

Vi cómo le lastimaban las muñecas al ponerle esposas.

Eran cadenas.

Como si fuese un animal. Un monstruo.

— ¡¡No lo toquen!! — empuje a quien se me interpusiese. — ¡¡¡No le hagan daño!!!

Quise tomar una flecha para romper el candado de sus muñecas pero me arrebataron todo en un segundo.

Varios me tomaron de las extremidades.

Y llego el dolor como relámpago.

Un golpe, dos golpes, tres golpes.

Mi estómago, mi rostro, mi estómago de nuevo.

Hemophobia | VKook EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora