**EPILOGO**

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Qué bello es tener alguien a quien amar y en cada amanecer sea un beso, nada más despertar de algún modo expresar tanta felicidad, exactamente no sabría cómo explicarlo con palabras.

Había pasado ya dos años desde  que me casé con Noé.
Y si ahora echo la vista hacia atrás pensando en cuando me preparaba para casarme con Juan, mi novio de toda la vida y aquel hombre que se suponía que amaba. Diría que me sentía feliz. Su traición fue lo más me dolió, llegando a pensar que nunca más volvería a querer a ningún otro hombre. Quizás fuese el destino, no sé, pero lo que sí sé y estoy orgullosa de tener entre mis brazos a mi pequeño Jacob fruto del amor entre Noé y yo. Sonrío mientras observo como van llegando todos mis invitados, hoy celebramos el bautizo de mi pequeño. De pronto siento como las manos de mi marido rodean mi cintura, apoya su barbilla en mi hombro besando mi cuello.

―Te he dicho lo feliz que soy y cuánto te amo.―Me dice Noé continuando con sus besos en mi cuello logrando excitarme.

―Umm, si lo sé, y como no pares...

El no parar no va con Noé. Sus besos siguen recorriendo mi cuerpo, y como el primer día sigo sintiendo esos espasmos que dan lugar a mi excitación. Me dejo llevar por él dominando cada parte de mí para acabar haciendo el amor.

―Desde luego Noé, los invitados están llegando y nosotros retozando.

―Es que no sé que me haces que cada día te amo más. Y por ello quiero regalarte este collar.―Noé me hace entrega de una caja, al abrirla veo un colgante con nuestras iniciales enlazadas en forma de corazón. Miro la pequeña joya emocionada sintiendo como mi pulso se acelera y mi corazón se llena de amor. Desde luego aun no puedo creer la suerte que tengo de haberlo conocido y no haber cerrado las puertas del amor. Ahora, en estos momentos doy la vida por él, valorando todo lo que él hace por mí: su cariño, su atención, cada detalle y esa manera de protegerme.

Agradecida nos volvemos a fundir en un beso tan tierno que no sabría ni como parar. Lástima que tocan a la puerta, es mi madre avisándonos que ya estaba todo preparado para dar comienzo a la comida.

Noé coge al pequeño Jacob en brazos mirándolo con tanta ternura, mientras yo cogía de la mano Andrés dispuestos para bajar al jardín donde se encontraban toda la familia y amigos reunidos.

Los primeros en saludarnos fue mi hermano y su mujer. Abracé a Esmeralda que se encontraba embarazada, después de preguntarnos como nos iba todo me giré para saludar a mi hermano. A pesar de no vernos tan a menudo como quisiéramos, por mis constantes viajes y el tiempo que paso en el trabajo, aún así siempre estamos en contacto. Tras hablar con mi hermano continuo saludando a los demás invitados, entre ellos se encuentra Lisa y Hugo con su pequeña en brazos.

Entre saludo y saludo me percato a lo lejos de una silueta. Echo mi vista hacia atrás buscando a mi madre, suspiro al verla hablando con los invitados, sigo caminando hasta llegar donde se halla mi padre parado. A pesar de haber pasado los años, él sigue igual, lo único bueno que hizo fue darle el divorcio a mi madre, después nadie supimos de él hasta hoy.

―Papá ¿Qué haces aquí?―Pregunto dudosa.

―Hija he venido para darte este regalo para tú hijo.―Me padre me hace entrega de una cajita, al abrirla veo que es una medalla.

―Gracias papá. Ven siéntate con nosotros hoy es su bautizo.

―No Marisa Isabel, es mejor que me vaya. Además mi tren sale en una hora.

―Pero...

―María Isabel deja las cosas así. Yo estoy bien y por lo he podido apreciar, vosotros estáis mejor sin mí. Me marcho, te quiero hija. ―Mi padre me dio un beso en mi frente yo diría que tenía hasta sus ojos empañecidos, y con su habitual gesto de hombre fuerte se marchó.

TÚ ERES ASÍ...Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora