Preludio a lo desconocido

407 45 8
                                    

Bretaña, Francia

Junio de 1951

Amelia LeBlanc tenía plasmada una radiante sonrisa mientras atravesaba triunfante el fronterizo bosque. Había logrado escabullirse nuevamente de los dominios de su padre y eso, para cualquiera que conociese el fuerte carácter de su progenitor, era una gran hazaña. No quería soportar otro día más escuchando lo dichoso que estaba de que Gerald Beaumont pidiese la mano de su única hija en matrimonio. No tenía nada en contra de Gerald, al contrario, siempre le había caído bien. Era cinco años mayor que ella y desde que tenía memoria siempre la había tratado muy bien, aunque sus atenciones se intensificaron en el último semestre. Ahora entendía su repentino comportamiento.

¡Por todo lo sagrado, solo lo quería como amigo! Nunca se mostró lo suficientemente atenta como para que él pensara que podrían tener algo más que la amistad que compartían.

Intentó disuadirlo para que, en nombre de la amistad que los unía desde años, anulara ese absurdo compromiso. Sin embargo lo único que logró, para su desgracia, fue una declaración de amor por parte de él y un "tengo total potestad para desposarte, así que acéptalo porque no te dejaré ir" al ver que ella estaba renuente a la decisión tomada entre ambas familias. Suspiró, mejor dejaba de lado esos estresantes pensamientos y se concentraba en disfrutar de su momentánea libertad.

Esbozó una gran sonrisa al llegar al lugar que le había traído paz en las últimas semanas y que se había convertido en su escondite personal. Quien sino el alegre y pacífico pueblo de Paimpont para recuperar el entusiasmo que necesitaba para equilibrar su vida.

La algarabía del pueblo en aquel crepúsculo primaveral de Junio era mayor a los días anteriores, podía palparse al ver las decoraciones en las calles y la música en el aire al celebrarse el último día de la cosecha. Muchos lugareños la saludaban al pasar, ya acostumbrados a la presencia de aquella chica de cabellera dorada y ojos azulados.

─Amelia ¡Que alegría que pudieras venir! ─la saludó una chica de color mientras la abrazaba efusivamente.

─Janet... por favor... déjame respirar.

Janet había sido la primera lugareña que conoció al llegar a ese increíble poblado y quien le dio un recorrido en él. Era, a su parecer, una gran conocida con grandes posibilidades de convertirse en una amistad.

La morena la soltó con una breve disculpa y luego la miró de arriba a abajo.

─ ¿No estoy presentable para la ocasión? ─preguntó la rubia al notar la examinadora mirada de la chica, señalando su vestido azul turquesa y sus bailarinas negras.

─ ¡No! No es eso, al contrario, te ves hermosa. Es solo que, te vistas como te vistas, pareces de la realeza. ─Janet entrecerró los ojos─. No me habrás mentido con respecto a tu origen ¿o sí?

─ ¡Claro que no tonta! Te conté todo lo que deberías saber de mí ─respondió riéndose.

─Pues más te vale, porque no te perdonaría que me ocultaras algo tan importante como eso. ─ambas se miraron serias por un momento y nuevamente se carcajearon. La morena la tomó de la mano y la encaminó hacia el centro del pueblo donde era la concentración de la celebración.

Amelia tenía razón, ella le había contado lo que debería saber. Omitirle la parte de que era una bruja y que pertenecía a la élite de su reino no era mentir ¿o sí? Se encogió los hombros mentalmente y se dedicó a disfrutar de la verbena.

Estaba bailando alrededor de la tradicional gran llamarada que se alzaba en forma de fogata con las demás jóvenes cuando percibió que alguien la miraba con fijeza. Ella sabía que muchos jóvenes del pueblo la observaban, pero aquella mirada era diferente a las demás. Sin perder el ritmo de la algazarada música buscó con la mirada en los alrededores hasta toparse con unas orbes oscuras. Era un joven no mayor de 25 años, muy apuesto, alto, de cabello negro, tez blanca y bien parecido. Sus mejillas se sonrojaron furiosamente al ver que aquel desconocido le sonrió al darse cuenta de su escrutinio. Tratando de ocultar su vergüenza, desvió la mirada nuevamente al círculo danzante.

El comienzo de una nueva vida IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora