Dominic Beaumont

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Reino de Asarath

—Madre, aquí estamos, como lo solicitaste —anunció Elliot al entrar a los aposentos de su primogenitora, seguido de su hermana.

—Tomen asiento —ordenó la soberana asariana sin despegar la mirada de la ardiente chimenea.

Ambos hermanos se miraron desconcertados por el extraño comportamiento de su madre, sin embargo no dudaron en seguir su indicación y ocuparon algunos de los sillones instalados en la estancia.

—¿Te sientes mejor? —inquirió Selene preocupada.

Y es que, una vez terminada su conversación con Jessica el día anterior, la reina se excusó con un fuerte dolor de cabeza y se retiró a sus aposentos. Y ese día, a primeras horas, dio la orden de que Elliot estuviese a cargo al amanecer indispuesta. Pero, no solo eso había preocupado a la princesa asariana, sino también la imperativa prohibición de no ver a nadie, ni siquiera a sus hijos.

Hasta ahora.

—Sinceramente, no sé qué decir a esa pregunta.

Selene miró desconcertada a su hermano, a lo que éste dijo.

—¿La visita de Jessica tiene algo que ver? ¿Reaccionó mal a la citación?

—No habrá ninguna citación.

Ante la abrupta respuesta de su progenitora, Elliot se levantó de su asiento con brusquedad.

—¿Está verdaderamente consciente de las consecuencias que acarreará su decisión? Pensaba que estábamos de acuerdo de que era la mejor decisión.

—Tú lo has dicho, Elliot, era la mejor decisión.

Selene jadeó sorprendida cuando Marian giró en dirección a ellos, mientras que Elliot frunció el ceño desconcertado. Cansancio era lo que se expresaba en la faz de la reina, su tez presentaba una extraña palidez que acentuaba a su vez las oscuras bolsas bajo sus ojos. Pero lo que más impactaba era la profunda tristeza que reflejaban aquellos ojos verdes.

—¿Pero qué...?

—¿Qué ocurrió, madre? —exigió Selene, levantándose de su sitio—. Primero, Jessica se presenta con una expresión nada alentadora y luego se va como alma que lleva el viento; y luego nos dicen que te sientes indispuesta, sin querernos recibir, para al final ¿encontrarte alicaída? ¿Qué pasó?

Marian miró de hito en hito a sus hijos antes de suspirar cansinamente y asentir.

—Está bien, pero tomen asiento, hay una historia que tengo que contarles para que comprendan lo que está pasando.

—¿Una historia? ¿Sobre qué?

—Su tío Dominic no murió como todos piensan.

Elliot frunció el ceño confundido—. ¿A qué te refieres, madre?

—Me refiero…, a que mi hermano se autoexilió.

*FLASHBACK*

Tú serás la próxima gobernante una vez que te cases ¡y es una decisión tomada!”

Aquella frase se repetía una y otra vez en la mente de Marian mientras caminaba presurosa a la habitación de su hermano, con la esperanza de que él aun estuviese allí.
No podía entender como su mundo, de un momento a otro, se volviera al revés. Primero, su hermano, desde el día anterior, presentaba una actitud hermética y tomando una decisión tan brusca como el auto exilio; su madre encerrada en su habitación sin querer recibir a nadie y sin hacer nada para impedir la partida de Dominic, y su padre aceptando tan nefasta y absurda decisión sin replicar. Nada tenía sentido, todo parecía una pesadilla, pero desgraciadamente era su realidad.

El comienzo de una nueva vida IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora