Siete (✔️)

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El comienzo de algo bueno

Donovan

Estaba nervioso.

Muy pero muy nervioso.

Y para mi sorpresa varios de mis compañeros de trabajo lo notaron.

Siendo honesto no tenía grandes amigos en el hotel, pero fue agradable que más de uno me preguntará si me sentía bien. Era muy amable de su parte considerando que no hemos mantenido una relación más allá de lo laboral.

―Entonces aquí es dónde trabajas, ―indicó de golpe la voz británica de Wen acaparando toda la atención de la sala.

El chico de cabello cobrizo no lo notaba en lo absoluto pero cada persona dentro de la recepción tenía indudablemente la mirada puesta en él.

¿Sería posible que él no se percatará de ello?

―Afirmativo, ―me vi a mi mismo respondiendo sintiéndome por completo torpe e inexperto. ―Para ser honesto el trabajo aquí no es muy interesante, ya que nuestros clientes lejos de ser estrellas de cine o televisión, se limitan a ser ejecutivos, ―comenté intentando no tartamudear en el proceso.

Wendell Fitzgerald era en verdad un chico muy lindo.

Y no me refiero estrictamente a la parte física, él era sin duda la clase de chico que no lograba notar su belleza.

Más que una cara bonita lo que en verdad perduraba con el paso del tiempo eran los sentimientos, y debo de admitir que aquello lo aprendí a la mala.

Era obvio que él había pasado por mucha mierda durante toda su existencia, y por esa misma razón él era un indudable merecedor de un nuevo comienzo.

Fijé mis ojos en su rostro, y noté que estaba observando todo su alrededor con bastante curiosidad.

―Espero que no te ofendas pero a plena vista puedo decir que a los pisos les falta brillo, y si eso no fuera poco las revistas de la sala de espera están desordenas, ―indicó al tiempo que colocaba sus enormes ojos al frente mío. ―Tal vez deberías arreglar ese pequeño conflicto antes de irnos, ―murmuró con pura frialdad, es más, casi parecía una orden.

Achiqué los ojos bastante extrañado por su actitud.

―Hace solo media hora los empleados de limpieza acaban de terminar de limpiar la recepción, ―respondí un poco contrariado. ―Además ellos ya son ancianos y les falta muy poco para retirarse y cobrar su pensión...

―Don, ―me llamó con una seriedad impresionante. ―En este momento tú eres la imagen de esta empresa al igual que lo son esos ancianos que tienes como empleados. Y este hotel por el número de estrellas que posee da a entender que brinda un servicio de calidad, así que por esa misma razón tu deber es exigir que todos los trabajadores den su ciento diez por ciento sin ningún tipo de distinción.

Ese discurso me sorprendió porque a pesar de que sonará descabellado estoy seguro que vi su humanidad alejarse de forma drástica.

―No deberías olvidar el hecho de que mis empleados antes de ser peones son humanos, no robots y por ese motivo tienen derecho al descanso, ―aseguré con firmeza viéndolo a los ojos.

―Es tu trabajo... Tú decides, ―susurró caminando hacia la puerta de salida.

Espere que se fuera a casa, pero se limitó a caminar a lo largo del establecimiento.

Palabras MágicasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora