C a p í t u l o 1

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Nueva vida, nueva rutina, nuevos amigos, nueva casa, nueva ropa, nuevo look. Otra vez lo mismo, los inconvenientes de la inmortalidad. Pero esta vez será diferente, esta será la última vez que tendré que cambiar de vida.

Me llamo Scarlett Dankworth, 17  años para los humanos, 124 para los vampiros. Acabo de mudarme a Deadwood, un pueblo casi fantasma, como todos los demás en los que he estado para pasar desapercibida. He pasado la mayor parte de mi vida huyendo de lo mismo, mi creador, que se hacía llamar mi novio. Me falta un año para ser un vampiro adulto, poder deshacerme de la poca parte humana que queda en mi cuerpo, desarrollar las capacidades de un adulto, poder controlar la sed de sangre humana y lo más importante, dejar de estar unida a mi creador, que me ha estado buscando durante más de un siglo.

***

Llego a mi nuevo apartamento, ya lo tengo todo comprado. El dinero no es problema porque en estos últimos años he estado cogiendo dinero de las cuentas bancarias de gente muerta que no tiene familia.

Ya está todo preparado, ahora... Toca elegir el tipo de ropa que me pondré este año, este año será el especial. Tengo que tener cuidado y cuidarme durante solo un año más. Luego seré "libre" y no tendré que preocuparme por nada.

***

Hoy tengo el primer día del último año de preparatoria, ya he pasado 100 veces por este día. Decido vestirme con ropa más o menos "normal" para no llamar la atención.

Llego al pequeño instituto enseguida, es lo bueno de vivir en pueblos pequeños. Todo el mundo me mira, me da un poco igual, como dije antes, he pasado por esto muchas veces.

Después de coger mi horario de clases y la clave de mi taquilla, me dirijo a mi primera clase, Matemáticas.

Entro por la puerta y todas las miradas se posan en mí. Yo empiezo a buscar una mesa donde haya dos asientos libres. Cuando la encuentro, voy a paso rápido hacia ella y me siento en el lado de la ventana y en la silla de al lado pongo mi mochila. No me apetece mucho prestar atención a clase, de tanto repetir lo mismo, ya ni necesito estudiar para nada.

Me paso la mitad de la clase pensando en Justin, mi hermano pequeño. Le echo tanto de menos.

Interrumpen la clase, típico, ya están los típicos chicos que se creen los mejores por llegar tarde a clase. Entran dos chicos riéndose.

-Walker y Sanders, llegan tarde, siéntense los dos ahora mismo- dice el profesor enfadado.

Se sientan a dos filas detrás mío. Pero cuando han pasado cerca mío, me he dado cuenta de algo. Son como yo, es la primera vez en años que no me encuentro con otros de mi especie, parece que ellos también están todavía en proceso. Lo sé. Aprendí a diferenciar a un vampiro de un humano porque mi creador, en mis primeros años después he haberme convertido, me adiestró bien y me enseñó a hacer cosas que no cualquiera puede hacer. Menos mal que me alejé de él a tiempo cuando me enteré de sus planes. Por mi bien, es mejor que no me junte con ellos, no sé si son independientes o aliados.

-Bueno chicos, tenemos a una nueva alumna en nuestro curso, la señorita Dankworth, por favor, preséntese- dijo el profesor.

Oh, no, las presentaciones son lo que más odio. Me levanto y me dirijo hacia la pizarra.

Todos me miran como si fuese un bicho raro, pues claro, me he puesto unas gafas que parecen lupas y el pelo ni me lo he peinado y parece un nido. Es parte del plan para pasar desapercibida, porque como todos sabéis, casi todos los vampiros después de convertirse, les empiezan a cambiar las facciones y son más atractivos. Los que nacen vampiros ya nacen guapos. Y la verdad es que no quiero ir por el instituto mostrando mi cara como en realidad es porque sino parecería una chica normal que quiere hacer amigos y yo no puedo hacer amigos, porque cuando me toquen notarán que mi piel es fría como la nieve, que está congelada.

-Buenos días a todos, me llamo Scarlett Dankworth, tengo 17 años, soy huérfana y me gusta mucho... leer- digo con mi voz normal, que no encaja nada con el aspecto que tengo, y los demás se han dado cuenta. Veo cómo uno de los chicos que ha entrado antes me mira divertido apoyando los codos en la mesa.

-Muchas gracias, siéntese.

***

El resto del día transcurrió normal y al volver a casa, me sentí más cómoda, me duché, dejé mi pelo suelto con sus preciosas ondulaciones naturales vistiendo ropa que me gustaba, el único lugar donde podía ser yo misma sin tener que preocuparme era mi casa. Me meto en la cama y los párpados empiezan a pesarme. Al final acabo durmiéndome.

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