Honestamente, después de nuestro primer encuentro no recuerdo cuándo tiempo pasó. Eso sí, no desapareciste más; ya había pasado un mes desde que habíamos iniciado clases y lograba verte con frecuencia entre los pasillos y las clases que solíamos compartir.Pero esta vez no habían miradas, sonrisas o algo por el estilo, nada.
Creo que ni siquiera recordabas a haber visto mi rostro el primer día de clases, cuando los nervios te consumían lentamente y tu única compañía era tu mochila y celular.
Patético, ¿no?
No lo creo, yo estaba exactamente igual; pero al menos uno de nosotros logró encajar con facilidad.