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Una semana, eso era lo que quedaba para que aquella grandiosa fiesta se realizara, todos la esperaban con ansias, o casi todos, porque yo no estaba incluida.

Igual así, asistí.

Aquella fiesta era lo que todos cotillaban a la hora del almuerzo o entre los pasillos, hasta el día que llegaron las invitaciones.

Recuerdo perfectamente cómo llegó la mía a mis manos, a mitad de semana en la última clase del día, más precisamente, en el laboratorio. Me encontraba tranquila, anotando las reacciones que tenían las fórmulas que habían sido con anterioridad por mi compañera de laboratorio, mientras ella había salido unos insignificantes minutos al baño que se volvieron eternos.

Pensé que no regresaría, pero lo hizo, solo que no venía sola; venías hablando con Karen, mi compañera de laboratorio, hablando plácidamemte a escasos metros del umbral de la entrada. Por mi parte, seguí con lo mío y de vez en cuando os observaba.

De la nada, soltó una estrepitosa carcajada, logrando así llamar la atención; pero así era Karen, le encantaba tener toda la atención. Creo que por eso, y unas cuantas cosas más, nuestro trato nunca fue más allá de ser compañeras de laboratorio, éramos muy distintas, ¿no creéis? Mientras ella disfrutaba ser el centro de atención yo disfrutaba pasar de desapercibida.

Ella siguió riendo y cuando terminó, ambos me miraron.

Hola Alex Donde viven las historias. Descúbrelo ahora