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Su rostro mostraba confusión y decepción, al igual que el mio. Esa pregunta habia rondado en mi cabeza estos ultimos años ¿Soy gay? ¿En verdad me gustan los chicos? Era algo que me negaba a aceptar. Aceptar todas esas burlas que me hacían de pequeño, ahora me doy cuenta que estaban en lo cierto.

—Yo puedo explicártelo.—miro a Mercedes quien se acercaba a la camilla.

—¿Es cierto?—Dice confundida—¿Eres gay?

Tratando de no estallar en llanto, asentí, baje la mirada y las lagrimas empezaron a brotar.

—Soy gay.—murmure mirándola mientras lloraba.

—¿Por que no me lo habías dicho?—ladeó la cabeza compasiva.

—No se lo he dicho a nadie. Nunca.

Se acerco a mi y me abrazo reconfortante a lo que correspondí el abrazo llorando en su hombro.

Me gustan los chicos. Esta era mi realidad, la realidad que tenia que enfrentar. Si los del equipo se enteraran... todo se iría a la basura. Mi reputación seria la misma y hasta peor en la secundaria y no puedo permitirme eso. El equipo iba a darme amigos, popularidad.

Cuando era mas pequeño siempre me sentí diferente. No jugaba con carritos ni buscaba a mi papá para jugar futbol, no como mis primos lo hacían. Me sentí anormal, no especial, anormal.

En los pasillos se escuchaban criticas de todo tipo. Desde que color de labial le quedaba mal a una, hasta que intenciones tenia el chico solitario. Cuando escuchaba los comentarios sobre supuestos homosexuales, malos comentarios, me sentía de los peor, me sentía frustrado y no sabia porque. Ahora me doy cuenta que no quería aceptarlo.

—Kurt, no tienes porque avergonzarte.—me toma por los hombros— Además, yo nunca te juzgaría.

Niego.

—Si los demás llegan a enterarse, estaré muerto. Ya de por si me hacen la vida imposible.

—No dejare que eso pase.—me mira fijamente—Para eso estamos.—Sonríe.

Mercedes, la única amiga que tenia. Había estado en las buenas y en las malas, y ahora me daba cuenta que podía contar con ella.

—¿Kurt?—escucho la voz de mi papá y me seco las lagrimas intentando parecer normal— Hijo, ¿Estas bien?— entra en la pequeña sala.

Asiento.

—¿Que paso?—dice tomando mi rostro entre sus manos buscando heridas, supongo.

—Fue un pequeño desmayo, papá, nada importante.

—¿Te exigieron demás? ¿Quien se creen?—elevó la voz.—Quiero decirle algunas cosas a tu entrenador.

—No, papá—digo parándolo—Estoy bien.

—Creo que me iré—habla Mercedes algo
incomoda—Recupérate, Kurt.—Mira a mi papá—Adiós.—sonríe y se va.

—Estoy bien—repito.
—No quiero que vayas a esos entrenamientos si son muy fuertes para ti—dice serio.

—Estoy bien—sonrió.

Sonrisa que oculta sufrimiento, sonrisa que engaña.

Suspira.

—Como digas—sonríe levemente.— ¿Quieres ir a casa?—niego.

—Tengo ensayo en casa de Rachel.

—Estaré en casa ¿Si? No llegues muy tarde.—avisa
ya desde la puerta, para luego regalarme un mirada neutra e irse.

Cosas así pasan, cosas nuevas se descubren. Y este descubrimiento, era el comienzo del fin.

Popular gayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora