En casa de Rachel ella corría de un lado a otro con el teléfono en mano. Yo solo la observaba desde mi sitio mientras limaba mis uñas.
—¿Crees que alguna vez se canse?—preguntó Finn sentándose a mi lado.
Hice un sonido con la boca y reí levemente.
—Ella quiere controlarlo todo.
La miro de pies a cabeza y hago una mueca de disgusto.
—Chicos—deja de correr—¿Adivinen qué?—nos mira emocionada—¡Conseguí que nos metieran a la competencia de coros!
—Creí que no teníamos suficientes integrantes.—se acerca a Mercedes sonriendo.
—Pues dejaron que entremos.—dice casi en un chillido y muy alegre.
—Creo que dije que no participaría.—digo aun sentado.
—Kurt, te necesitamos, por favor.—hace puchero.
—Vamos, amigo—dice Finn y pone una mano en mi espalda—Será divertido.—se forma una media sonrisa en su rostro y me derrito por dentro.
—Creo que será divertido.—sonrío poco convencido.
—¡Eso!—dice Rachel efusiva y se pone el teléfono al oido otra vez.
Suspiro.
—Será divertido, Kurt.—dice Finn y se levanta.
—¿Con que Finn Hudson, Kurt loquillo?
Muevo la cabeza saliendo de mis pensamientos y miro a Mercedes quien me veía con una ceja elevada. Me hago el loco y pongo cara de pregunta.
—Sabes a lo que me refiero.—ríe—Es un buen chico, veo porque te interesa, pero es hetero.
—Cállate, Jones.
—Esta bien que te guste, digo, mira ese trasero.—hace una mueca sucia y la golpeo suavemente.
—Basta.—río y ella conmigo.
—¿Que tal vas con lo del partido?—dice ya más calmada.
Niego y suspiro.
—No lo sé, me molerán ¿Sabes? Moriré, no estoy hecho para esto.—llevo una mano a mi rostro—Además, los del equipo se burlan de mi por ser, ya sabes...—la miro y hago una mueca—será difícil que me acepten y no lo sé, ¿Que tal si todo sale mal?
Me toma por los hombros y me mira fijamente.
—Todo saldrá bien. Es en un par de días, ¿Verdad? Eres bueno en lo que haces, si no el entrenador no te hubiera elegido.—me suelta—Se que puedes.—Sonríe.
—Gracias.—susurro con una sonrisa.
—No hay de que.—me sonríe de vuelta.
•••
—¡YA YA YA!—grita el entrenador mientras corremos en los circuitos que nos propuso—¡Eso, Hummel, vamos!—aplaude para que vaya al ritmo.
Mi respiración super agitada me pide parar y mi lengua, agua de la misma forma. Sigo a los demás no tanto como un humano sino como un robot. Mi mirada se desvía hacia el Mariscal quien mostraba un rostro de concentración absoluta y de pronto sentí un empujón. Caí casi de cara, de no ser por la rápida reacción de mis manos. Los demás siguieron corriendo y algunos me miraron de reojo. Me senté frustrado y el entrenador se me acerco con un rostro de la misma manera. Puso sus dedos en el puente de su nariz y suspiró.
—Hummel, es la tercera vez que te caes, ayúdame, ¿Quieres? Estoy siendo paciente contigo.
Lo miro y me levanto dispuesto a seguir. Me toma por las rejillas del casco y me mira directo a los ojos.
—Se que puedes, tienes potencial—frunce el ceño—No hagas que me arrepienta—Me suelta y palmea mi espalda fuertemente.—¡Sigue, Hummel, sigue!
Y él fue una de las personas que de verdad creyó en mi, fue mi apoyo y por eso se lo agradezco eternamente.
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Popular gay
RomanceLa típica historia del romance entre el capitán del equipo de futbol y la sexy porrista suele ser interesante, solo que esta no es una de esas historias.