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No pude describir la sensación que sentí al escuchar la palabra "cita". Digo, nunca en mi vida había tenido una estúpida cita. Se que es una salida entre dos personas que se gustan, o al menos eso fue lo que aprendí que la películas romance que veía junto a Mercedes. Todas las cosas bonitas pasaban en esas películas. Tenían un guión que muchas veces terminaba con un felices para siempre y lamentablemente mi vida no tiene un bonito guión.

—Hey.

Miré a Mercedes.

—¡Es una cita!—dije y ella abrió los ojos y empezó a saltar.

—¡Oh por dios!

—¿Que es una cita?—oí una voz chillona.

Nos volteamos. Mercedes desvió la mirada y Rachel se nos acercó.

—Las dejare solas—me levanté y me dirigí al sótano. Antes de llegar a este, me escondí detrás de una pared y empecé a escuchar todo. Díganme chismoso.

—Mercedes, te necesitamos.

—Parece que no. Te tienen a ti.

—Quieres esto tanto como yo. No tenemos que ser las mejores amigas. Tomalo como... un inicio de tu carrera—hubo un silencio—tal vez algunas de las cosas que dijiste son ciertas—dijo suavemente.

—¿Que más?

Silencio.

—Eres una muy buena cantante. No llegas a mi nivel, pero ¿Sabes? Se reconocer a las personas con talento y tu lo tienes.

—No necesito que me digas que tengo talento, eso ya lo sé—bufa.

Rio.

Oh vamos, sigamos con esto.

—Está bien, pero quiero un solo.

Silencio.

—Te propongo algo. Si pasamos las regionales, tendrás un dueto.

Más silencio.

—Un solo.

—Ya lo veremos.

Silencio.

—Está bien.

•••

Los entrenamientos eran duros, y ahora más aún que el entrenador quería que ganáramos la copa Ohio.
Yo diría que saque unos cuantos músculos gracias a esto. Aveces habían dos entrenamientos por día y como había dicho el entrenador la otra vez, tengo potencial. El fútbol se convirtió en mi día a día. Tanto como mi cuerpo y entorno, cambiaron. Ya no era el niño gay al que todos golpeaban. Digo, tomé prestigio, pero aún existían los bullies y eso era algo que nadie podía extinguir.

Al dirigirme a mi casillero, ya no existía el miedo de abrirlo y que cayeran huevos, plumas o slushies, aunque solo tal vez, me estaba precipitando. De este cayó una nota.

"Hola, soy nuevo, ¿Me enseñarías la escuela?"

Mire a todos lados y me tope con sus brillantes ojos cafés. Sonreí al instante, al igual que él.

—Kurt Hummel—dijo en tono amistoso mientras se acercaba.

—Blaine...—recuerda, recuerda—Anderson.

Sonríe.

—Desapareciste. Creí que vendrías hace tres días.

—Lo se, pero mi inscripción demoro un poco, no me dejaban venir y mi compañeros de Dalton no me soltaban—hace una mueca.

—No te preocupes, ¿Que hay de tus clases?—sonrío.

—Aquí están.

—Bueno, como diría mi papá, lo prometido es deuda—él ríe—Bien—señaló detrás suyo—Ese pasillo da al gimnasio y si doblas a la derecha encuentras la cafetería—empiezo a caminar—Ese es el salón de Inglés y—que cansado—¿Sabes? Es una escuela muy grande, ¿Que tal si te enseño el campo de fútbol y luego los salones?

—Claro—sonríe.

Deja de sonreír, Anderson. Me siento una paleta de helado en verano.

—Bueno, entonces aquí-

Salvajismo, eso es lo que es. El equipo de basket pasó corriendo por el pasillo, gritando y celebrando váyanse a saber qué. Terminé en el piso junto con Blaine, yo encima de él, por cierto. Nuestros libros tirados, igual que mi dignidad. Mis manos terminaron apoyadas al lado de su cabeza y conecte mi mirada con la suya, sonreí ligeramente y él mordió su labio, ¿Que significa?

—Perdón—desvíe la mirada—son unos salv-

Y entonces me besó.

Popular gayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora