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Frustado y sorprendido por lo que pudo causar Rachel, me dirigí a mi casillero algo molesto. Ellos pudieron darse cuenta, ¿Y luego qué? Todo se iría por donde vino. Seamos realistas, muchos de ellos solo quieren que sea el mariscal estrella, que tenga una novia super linda y que vaya por ahí tirándole slushies a todo el mundo. No puedo hacerlo, no soy así.

—Finn—escuche el llamado de una suave voz y a los segundos, que alguien tocaba mi brazo llamando mi atención. No paro—Finn, por favor.

—¿Que quieres, Rachel? ¿Humillarme más en frente de mi amigos?

—Ellos no son tus amigos.

—Me conformo con ellos, son lo más cercano que tengo a eso—ella niega.

—¿Por qué te importa tanto que sepan que cantas? No tiene nada de malo—me dice con un rostro convencido.

—No lo entiendes. Ellos no me aceptarían si les digo lo que hago y en verdad me gusta cantar con ustedes. De verdad—la miro serio—pero no puedo arriesgarme y que me tiren al basurero—asiente.

—Bien, si es lo que quieres yo... yo te entiendo,—dice con un hilo de voz—pero, ¿Sabes? Ya no vayas a los ensayos,—se cruza de brazos—no es bueno para tu reputación y no hay que arriesgarse, ¿Verdad?

—Rachel...—intento detenerla.

—No.

Demonios.

Se da la vuelta y quedó ahí, parado en medio del pasillo, sin seguirla.

Popular gayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora