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Después de una semana de que Adam saliera del hospital me encontraba camino al trabajo como siempre pasaba a Watson a comprar un Café Negro y un cubilete de naranja, así que Doña Rosita, me lo tenía listo.

—Buenos días Doña Rosita—La saludé era una señora regordeta, bajita y con una sonrisa preciosa, era de esas personas que transmiten tranquilidad sólo con estar un momentito con ella.

—Buenos días Niño Mark, en un momentito te traigo tu café

—Está bien, no se preocupe.

—Es que el viejo tonto de Ramiro, no se apura a hacer lo que tiene que hacer, creé que uno tiene su tiempo —dijo enojada, si trasmitía tranquilidad, menos cuando se enojaba.

Don Ramiro era su esposo, a pesar de que siempre se queja de él, no puede vivir sin él. Es algo así como su Kriptonita.

—No se altere Rosita, le puede hacer mal—traté de calmarla

—Buenos días, Mark—Me saludó Don Ramiro—Ten aquí está tu café, al parecer esta vieja no sabe esperar cinco minutos ¡Como ella no hace nada! Creé que todos somos como ella—dijo con una sonrisita

— ¡Que yo no hago nada! ¡ME LLAMARÉ RAMIRO!

Doña Rosita, se dio la vuelta y se fue bufando

— ¡NO TE ENOJES MUJER!¡ERA SOLO UNA BROMA!—gritó Don Ramiro—Bueno Joven yo lo dejó que Ahora tengo que ir a contentar a esta mujer antes de que me quiera dejar en el sofá

Y comenzó a caminar detrás de ella

— ¡Don Ramiro!—Lo llamé— ¡Don Ramiro!

Volteó

— ¿Qué pasa? — parecía que le hubiera molestado que lo interrumpiera en la persecución de su esposa.

—No me ha cobrado —Le hice ver

— ¡Rose!—gritó— ¡Ven a cobrar! En lo que yo contento a tu abuela

Y se fue de nuevo detrás de una muy molesta Rosita

Escuche como alguien bufaba

Volteé.


¡Rayos!... Me encontré a la chica más bonita que podía imaginar, era de mi estatura, ojos verdes y cabello rubio, no era ni muy gordita ni muy delgada. Estaba bien.

Escuche como alguien carraspeaba

Creo que me pase mucho tiempo examinándola. Ella elevó una ceja en señal de impaciencia o eso parecía la verdad es que sus ojos me tenían cautivado, debí de haber parecido un tonto.

—Disculpe ¿Qué le tengo que cobrar?—preguntó con la ceja alzada

Reaccioné

—Un café negro y un cubilete de naranja, por favor

—Son Once con cincuenta —Le di el dinero, lo guardó en la caja y me paso mi factura, tenía manos bonitas...

—Así que tú eres nieta de Rosita y Ramiro

—Si me llamó Rosie, mucho gusto—sonrió

—Yo soy Mark, el gusto es mío—Le tendí la mano, ella repitió la acción por lo que le di un breve apretón, sus manos eran suaves— Tengo años de conocer a tu abuelo y nunca te había visto.

—Me acabó de mudar a la ciudad y quise echarles una mano; Como se pudo dar cuenta son algo despistados a veces y ahora pelean más y atienden meno.

Dos Cafés, por favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora