Capítulo 3

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Algo que presionaba mi pierna fuertemente me despertó a la mañana siguiente. Qué dolor sentí. Cuando levanté la cabeza vi que Diana estaba dormida, sobre mí. Me deslicé como pude hacia fuera del sofá y conseguí levantarme.

Menudo cuadro. Elena tirada en el suelo, y Diana en el sofá. ¿Y María? Al no ver a María por allí, lo primero que se me pasó por la cabeza es que a lo mejor ella no iba tan mal y pudo subir a su habitación.

Eran las siete y media de la mañana. Había dormido cinco horas, y ya no tenía sueño. Me encontraba fatal, pero no quería dormir.

Recogí mi bolso y mis zapatos del suelo y subí con dificultad las escaleras hasta mi habitación. Cuando abrí la puerta, lo que encontré no fue nada agradable.

María había dormido en mi habitación, con un tío. Dios, todo apestaba a alcohol, pero definitivamente ese no era un buen momento para recoger. Cogí del armario unos shorts, una camiseta blanca, ropa interior, zapatillas y una sudadera, por si acaso. No quería volver a tener que entrar allí por ahora, o acabaría vomitando. Sentí rabia, pero no podía hacer nada.

Me tomé mi tiempo en la ducha. Estaban todos dormidos, así que era como si estuviese sola. Incluso un par de estrofas de mi canción favorita se escaparon de mi boca.

Pensé en la chica del día anterior, la que me encontré cuando llegué. ¿Ella vivía en la misma cabaña que yo, no? No había vuelto a saber de ella.

Tras secarme el pelo bajé a la cocina. Normalmente me ponía de desayunar hasta arriba, pero no tenía nada de hambre, así que decidí prepararme un café.

No quería quedarme en la cocina, y tampoco quería tomarme el café en el salón, así que salir y sentarme en una de las hamacas del porche me pareció una buena idea. Una ráfaga de aire frío me envolvió en cuanto estuve fuera, y me sentó de maravilla.

Las vistas que tenía desde aquella hamaca convirtieron inmediatamente ese lugar en mi lugar favorito del mundo.

Desplacé la mirada por todo el paisaje y dí un sorbito que me quemó el labio.

Solté la taza inmediatamente en el suelo y me eché hacia atrás. Sin darme cuenta, mis ojos comenzaron a cerrarse de nuevo, y volví a quedarme dormida.

- ¿Bella?- alguien dijo, mientras sacudía mi hombro. Abrí los ojos, pero tardé un par de segundos en enfocar y darme cuenta de quién era.

- Hola, Niall. ¿Qué pasa?

- Tu café, está frío – dijo, riendo. Yo sonreí.

- ¿Qué hora es?

- Yo tengo las 11 – explicó mientras miraba su reloj. Yo no podía creer las palabras que salieron de su boca.

- ¿En serio?

- ¿Por qué iba a mentirte? – preguntó.

Me incorporé mientras me espabilaba.

- ¿Y qué estás haciendo aquí? – indagué.

- Día libre, me apetecía verte. ¿Estuviste anoche en la fiesta?

- Porque Eleanor me obligó.

- Ya, claro – tal y como esperaba, Niall no me creyó.

- ¿Y tú?

- Si, pero no por mucho tiempo. Ligué.

- ¡Venga ya! – exclamé, asombrada - ¿Tan pronto?

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