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Adam me pidió salir a comer un día. La verdad era algo sencillo, solía llegar a la escuela muy temprano y siempre tenía al rededor de una hora libre, así que acepte.

Nos veríamos en el café de la esquina.

Me baje del autobús y esta vez en lugar de dirigirme al colegio fui al café. Llegue y no estaba. Me senté y lo espere pacientemente. Pasaron 5 minutos, luego 10, 20, paso media hora y Adam nunca apareció.

Me había dejado plantada.

Me levanté y estaba a punto de irme cuando mis dos mejores amigas entraron. Me miraron y sin decir palabra supieron que hacía allí, la mirada de reprobación en sus rostros me hizo darme cuenta lo estúpida que era.

No iba a llorar, no lo valía. Salí de ahí con mis amigas.

Con el Pasar de los AñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora