Volviendo a las raíces

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Mas nervioso de lo habitual, la mañana siguiente despierto enérgico como nunca, media hora antes de lo común. Me ducho sin prisas y aun me sobra tiempo a probarme tres pantalones diferentes antes de decidirme por unos rojos, acompañandolos de una camisa negra y un sombrero con un listón del mismo rojo que los pantalones. Me peino mi habitual flequillo frente al espejo y aunque hoy me daría tiempo a desayunar prefiero no hacerlo. Confío en la ya tradición de Magnus de subirme mi moka y alguna pasta. Es un cielo. Quien sabe como habría sido todo si nos hubiésemos encontrado en otras circunstancias... quizá habría podido surgir algo bonito. Quizá podría ser realmente quien quisiera adoptar y criar un bebé conmigo. Deja de fantasear, Lightwood.

Los ya típicos golpecitos en la puerta suenan cuando estoy a punto de morderme las uñas de puro nervio. Tomo una respiración profunda y abro la puerta, viendo esos ojos acaramelados con esa chispa de alegría que los caracteriza. - Café a domicilio... - Le sonrío de vuelta y sintiéndome extrañamente atrevido me acerco a él y poso mis labios en los suyos apenas un par de segundos, un simple roce que hace que todo mi cuerpo se estremezca. - Muchas gracias... - Sonrío y le guiño un ojo, cerrando la puerta a mis espaldas y echando a caminar por el pasillo en dirección a la salida. Voy a llegar tarde al trabajo y dudo que a mi exigente supervisora eso le vaya a gustar demasiado. Sin embargo estoy satisfecho de ser yo el que esta vez lo haya sorprendido.

Nada es capaz de quitarme la sonrisa boba en toda la mañana, ni las tres casi caídas que tengo por tropezarme con mis propios pies. Mi supervisora está hecho una furia por verme distraído, pero a mi nada podría importarme menos. Por favor, ¡llevo escribiendo secundaria! Podría hacerlo con los ojos cerrados. En el descanso de la hora de comer saco mi móvil y en un atrevimiento mando un mensaje al moreno. 'No hagas planes para esta noche...y si, señor Bane... es una cita.' No sé si es lo correcto, ni siquiera si es una buena idea o si él querrá tener una cita... pero por una vez decido olvidarme de lo correcto y me dejo llevar por el instinto y el corazón.

Llegada la noche decido ser natural y espontaneo en lugar de rebuscar demasiado. En seguida he planteado la cita pero no he pensado en que las horas de coordinación con mi compañera en el artículo iban a alargarse tanto. Llamo a su puerta, aunque yo si utilizo el timbre y sonrío cuando aparece al otro lado. Ni siquiera me he parado a pasar por casa a cambiarme de ropa. Tal cual venía del trabajo he conseguido algo de cena y directo a su casa. - Se que pizza y vino no es la cita perfecta pero... - Me sonrojo al ver esa mirada tierna con la que me ve, aun ambos en la puerta y no se donde se me ha quedado la voz. Me deja pasar y apoyo la caja de pizza en la mesita del sofá, dejando también allí la botella de vino. Sé que las cervezas son mas adecuadas para la pizza pero... odio el sabor. Si hay que tomar, mejor vino. Al menos tiene un gusto agradable.

Dos horas mas tarde seguimos en su casa e increíblemente es como si nuestra relación hubiese cambiado a una con mucha mas confianza de ayer a hoy. Él está sentado en su sofá, con las últimas gotas de su copa de vino resbalando por su garganta. Yo en cambio estoy recostado, con las piernas colgando del reposabrazos y la cabeza acomodada en el regazo de Magnus. En la televisión echan una de esas tontas películas de sobremesa en las que desde el principio sabes lo que va a ocurrir. Esta encendida, pero ninguno de los dos le prestamos atención alguna. 

- He estado pensando, ¿sabes? Deberíamos hacerlo ya. Dime cuando puedes tener vacaciones en tu trabajo y me pediré unos días. Podríamos viajar a Texas y empezar los trámites. Estoy seguro de que a mis padres no les importará que te quedes en la casa que tenemos allí... - Veo como se pone algo pálido ante esta mención - No te preocupes... mi padre es un pedazo de pan y mi madre es la mujer mas amable que conozco. Además, les contaré la verdad. - Elevo mi mano hasta su cabeza, enredando mis dedos en esos mechones suaves que tanto me gustan, dedicandole una pequeña sonrisa tranquilizadora. ¿Qué es lo que les vas a contar, eh?¿Qué es Magnus ahora mismo?¿Un amigo?¡Uno no se pasa el día fantaseando con un amigo!¡Uno no se besa con un amigo!¡Y no tiene citas con un amigo!

Un mes y medio mas tarde ambos nos encontramos desembarcando en el aeropuerto de Dallas. Papá insistió en venir a recogernos, pero sé que tenía una cita médica para la hora de nuestra llegada y le hice prometer a mamá que no le permitiría saltarsela. Cuando ocurren estas cosas es cuando mas me percato de quien heredé lo cabezota. Magnus tarda pocos segundos en conseguir un taxi y en cuanto nos sentamos en el asiento trasero le agarro de la mano, notando la ligera presión de su agarre, dándome ánimos. Hace dos meses estaba ya casi rindiéndome ante la idea de ser padre y ahora estoy aquí, mas cerca de conseguirlo que nunca.

Llegamos a casa y tal y como esperaba esta completamente vacía. Mis padres dejaron la vida en la ciudad cuando mis hermanos y yo eramos niños, apostando por una vida mas rural, mas tranquila. Por suerte todavía conservo mi juego de llaves, al igual que mi padre tiene llaves de mi apartamento. Por si las moscas.

 Entramos dentro y enseguida llevo las maletas de ambos a mi habitación. Hay una cama grande y pronto veo para mi tranquilidad y muy en el fondo también disgusto que papá ha montado la cama desmontable a un lado. Tampoco sería la primera vez que me quedara dormido al lado de Magnus... mas de una noche nos hemos quedado hasta tarde planeando nuestra historia 'ficticia' y el cansancio ha podido conmigo... o con él. Mas frecuentemente conmigo en realidad. 

Tampoco es que me moleste dormir a su lado. Su piel es cálida, al contrario que la mía que siempre tiende a estar un poco fría.

 Lo veo observar las pocas fotos que dejé en mi estantería. Son casi todas del instituto. Jace, Izzy o Clary están en casi todas ellas. Y la de la vez que ganamos el campeonato del condado, una de mis favoritas. Sin embargo decidí dejarla atrás junto con las otras. Es un recuerdo feliz pero me devuelve a una época amarga de mi vida. - Vamos a comer algo... oigo tus tripas desde aquí. - Si hay algo que he aprendido de Magnus en este tiempo es que no es capaz de pasar sin comida. Es como si tuviese un monstruo en el estómago.

Veo que mamá ha dejado preparada algo de ensalada de pasta, así que hago unos filetes a la plancha para acompañar y durante unos minutos no se oye mas que el ruido de los cubiertos. Si, tras tanto rato entre aeropuertos, avión y taxis hasta yo tengo hambre.

My trick to win - MALEC -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora