Ideas de chocolate

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Después de aquella noche en el sofá se suceden muchas mas. Es como parte del ritual. Él acuesta a Rafael mientras yo termino de recoger los restos de la cena y cuando vuelve ambos nos acomodamos en el sofá, en un principio para ver la televisión, pero esta ni se enciende la mitad de las veces. Simplemente nos miramos, nos sonreímos, nos besamos... como dos adolescentes. Y sin embargo no me desagrada.

 Se que no entraba en los planes y se que no es correcto ahora que tengo a Rafael... pero demonios, ¿cómo iba a evitarlo? Debo admitirlo. Estoy enamorado de Magnus Bane. 

Y a menos que solo sea un juego o una manera de pasar el tiempo, esos besos me demuestran que él siente lo mismo, o al menos un indicio de lo mismo. Se que me dijo que estaba enamorado de mi desde antes de conocerme, por mis columnas en Vogue... ¿y si busca esa parte de mi pero no le gustan todas las demás? No creo... han pasado cuatro meses desde que nos conocimos. Demonios, si no se ha retractado ya no creo que vaya a hacerlo ahora. La cuestión es, ¿cómo decirselo?

Estoy tan despistado hoy en el trabajo que Ricky, el supervisor, me manda directamente para casa y me da la tarde libre. Por un momento me siento mal, pero entonces la imagen de esos dos jugando me viene a la mente y pienso que hoy puede ser un buen día para aprovecharlo en el parque. A Rafael le encanta salir a Central Park y echar a correr por las explanadas de césped del lugar.

Con ánimos renovados llego a casa justo a tiempo para encontrármelos a los dos en la cocina, Rafael con una camiseta de Magnus que le llega hasta los pies, los dos llenos de harina hasta las orejas. No puedo hacer otra cosa que reír ante la escena.

 - ¿Pero se puede saber que estais haciendo? - Me acerco a mirar, pero Magnus me detiene con un gesto de mano. Mano pringada de una masa pegajosa, todo sea dicho.

- ¿No puedo mirar? - Pongo un puchero y miro a Rafael, que se ríe y niega con la cabeza- Es que es un secreto, Alexander... No te esperábamos tan pronto, sino nos habría dado tiempo a terminar. Fuera de nuestra cocina. 

Río de nuevo y salgo de allí, haciéndoles caso con un gesto de rendición. - ¡Técnicamente es MI cocina! - Oigo la risa de Magnus aun desde el pasillo y sonrío, soñando con la idea de tener escenas así el resto de mi vida.

Decido entonces darme una ducha en lo que ellos terminan, relajándome como hace días que no me tomo el tiempo de hacerlo. Cuando salgo del baño ya peinado y a medio vestir, un olor particularmente bueno inunda toda la casa, lo que me lleva irremediablemente a volver al salón al tiempo que me pongo una camiseta. 

- Pero que bien huele...¿aun no puedo saber que estáis haciendo? - No puedo evitar reír levemente al ver que Rafael ha abandonado la nave y está sentado en un pequeño puff del salón, viendo los dibujos animados en la televisión mientras Magnus limpia un poco el desastre de la cocina. Justo frente a mi hay un plato con una considerable cantidad de cookies amontonadas. 

- Así que ya habéis terminado...- le guiño un ojo al mayor y giro, apoyándome en la barra americana que separa la cocina del salón, observando al pequeño que no pierde detalle de sus caricaturas. - Rafa, hijo...¿quieres que vayamos al parque? - Es como si accionaras un resorte. No tienes mas que nombrar el parque y el chico hace lo que tu quieras con tal de que lo lleves. Lo cojo en brazos después de quitarle la camiseta de Magnus, pues ha quedado hecha un asquito entre masa, harina y chocolate y voy a vestirlo con ropa de su talla.

Cuando salimos Magnus se ha cambiado también y Rafael enseguida le pide que lo suba en brazos. Últimamente se lo sube a los hombros y parece que eso le encanta. 

Salimos al parque, que esta apenas a un par de cuadras, suficientemente cerca como para que podamos verlo desde la ventana. En cuanto llegamos Rafael se remueve inquieto y ambos sabemos que es por las ganas que tiene de echar a correr, así que directamente nos acercamos a la pradera, dejando al niño en el suelo y advirtiéndole como siempre de que no se aleje mucho, sentándonos en la hierba el uno al lado del otro.

Sin pararme a pensarlo dada la comodidad de nuestra relación, apoyo mi cabeza en el hombro de Magnus, cerrando los ojos y dejándome llevar por la tranquilidad del lugar. - Eres cómodo, Bane... te reclamo como mi almohada personal. - Noto su risa a través de la vibración de su cuerpo y sonrío aún con los ojos cerrados cuando une su mano con la mía, entralazando nuestros dedos. - Tampoco voy a quejarme... me gusta ser una almohada. - Giro la cabeza un poco, lo justo para mirarle y dedicarle una sonrisa, estirándome sin poder remediarlo para darle un suave beso en los labios antes de volver a recostarme sobre su hombro, observando a Rafael corretear tras una mariposa.

Un poco mas tarde nos dedicamos a correr tras Rafael, alzándolo en brazos de tanto en tanto y haciéndolo volar sobre nuestras cabezas hasta que la noche empieza a caer y nos percatamos de que es hora de volver a casa. Resisto a los pucheros del pequeño en mis brazos, prometiéndole que volveremos tan pronto como podamos.

Estamos llegando al portal del edificio cuando Magnus se detiene en seco frente a un kiosco de revistas, ojeándolo todo rápidamente hasta que lo veo coger una edición de VOGUE. Paga la revista y se acerca de nuevo a nosotros con ella en la mano. - ¡Casi se me pasa comprar la de este mes! - Niego con la cabeza, rodando los ojos. - Pero si la tienes en casa... la traje nada mas salió la edición. 

Hace una mueca, encogiéndose de hombros. - Sabes que las colecciono. Esa es la tuya... vale si, la he leído ya... pero nunca dejaré de comprar VOGUE, da igual cuantas veces la traigas. - Río y le doy un beso, dejando que abra la puerta antes de entrar y llevarme a Rafael de cabeza a la bañera. Una tarde en el parque con este niño es igual a llenarse de tierra, siempre. Además, ya se me ha ocurrido la mejor idea del mundo para decirle a Magnus lo que siento por él... y es hora de ponerme a trabajar en ello.

My trick to win - MALEC -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora