Rafael Lightwood Bane

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Abro la puerta del departamento mas feliz de lo que la he abierto nunca. Creo que incluso mas feliz que la vez que entré nada mas mudarme, feliz de ser por fin independiente y libre. Esto es sin duda mucho mejor. Es el inicio de algo nuevo, de un futuro en el que no estoy solo. Hemos pasado un largo mes en Texas, pero al final ha valido la pena, porque justo tras de mi, en los brazos de Magnus reposa dormido el pequeño Rafael. 

Al principio estaba muy nervioso en el avión, pero poco a poco las horas de vuelo entre los juegos que le dedicábamos nosotros dos y la propia excitación del pequeño han acabado por hacerlo caer dormido.

No ha pasado desapercibido el cariño que el niño ha cogido a Magnus... ni mucho menos el que le ha cogido el hombre a él. Menos mal que pese a todo lo que pueda pasar Magnus es ante todo mi amigo y mi vecino, con lo que tampoco me voy a ver en la obligación de separarlos nunca. O eso espero.

Lo dejo pasar delante y cierro la puerta tras de él. Me pasa al niño mientras se lleva las maletas hacia la habitación y sonrío, agradecido de tener un momento a solas con mi pequeño.

 Le acaricio el pelo con cariño, viendo como se le ha quedado todo revuelto en la coronilla de dormir en el avión. - Bienvenido a casa, Rafael Lightwood Bane. - Le doy un beso en la sien, observándolo dormir, quedándome con cada rasgo de su pequeña carita. Cualquiera que lo viera aseguraría sin dudarlo que es mi hijo, y eso me gusta. No es como si pensara negarle la verdad en un futuro, pero supongo que cierto parecido ayudará a llevarlo todo un poco mejor.

 Y respecto a los apellidos... bueno, oficialmente Magnus y yo somos una pareja, aunque no sea mas que una mentira burocrática.. pero claro, en los papeles es hijo de ambos. No es como si a Magnus le importara demasiado... y dado el favor que me esta haciendo, a mi tampoco me molesta en lo absoluto. Siempre será un recuerdo del gran sacrificio que ha hecho por nosotros.

Camino hasta el cuarto que preparé para cuando me permitieran ser padre. Esta todo decorado en tonos neutros, para no tener problemas con el sexo del bebé que me dieran, pero ahora que tengo el gusto de conocer bien a Rafael voy a tener que hacer unos retoques. Nada que no hubiese planeado ya con antelación. 

Me acerco a la cuna y bajo uno de los barrotes. Por suerte Rafa aun es suficientemente pequeño como para caber aquí... pero voy a tener que comprarle una cama. No voy a desaprovechar el hecho de que en el orfanato ya se había acostumbrado a dormir en cama. Volver a la cuna sería un paso atrás.

Me quedo mirando al niño unos segundos y sé que esos segundos se han convertido en mucho mas tiempo cuando siento las manos de Magnus en mi cintura y noto la presión de su barbilla al apoyarse en mi hombro. - No hace falta que lo mires tanto... no va a escaparse. - Me da un beso en la mejilla y me suelta, saliendo de la habitación al tiempo que susurra algo sobre pedir cena al restaurante chino de abajo. Sonrío inconscientemente, llevando mi mano a la mejilla que acaba de besar.

Magnus. ¿Qué hacer con él? Siempre ahí, siempre atento, siempre con el gesto o las palabras necesarias en el momento adecuado. Siempre logrando calmarme. Siempre sacándome una sonrisa. ¿Cómo he podido enamorarme justo ahora? Acabo de hacer un cambio enorme en mi vida...¿y si me lanzo y luego las cosas no van bien?¿Y si esto no es mas que un favor para él? Yo y mi maldita mente, siempre destrozándolo todo. La sonrisa que él había logrado con sus gestos cariñosos la he destrozado en dos segundos con mis pensamientos negativos. Vas a tener que hablar con él, Alec. Quien no arriesga no gana... y Magnus podría ser algo muy bueno a ganar... y también un gran golpe si lo perdiera. ¿No es mejor conservar un amigo que perderlo todo por intentar tener algo mejor?

Salgo al salón cuando el olor a comida china empieza a inundar el piso. Entrecierro la puerta tras de mi, dejando una pequeña franja de luz que entra desde el pasillo, por si el pequeño se despierta poder oírlo y que a la vez no se asuste por estar a oscuras.

- Voy a tener que hacerte un gran favor para compensar todo esto que estas haciendo... - Al fin y al cabo le he ocupado un mes entero de vacaciones en esto... todas sus vacaciones de este año. Y quien sabe cuántos meses vamos a tener que seguir con esta farsa ahora... y él así, tan feliz, como si no pasara nada. 

- No me debes nada, Alec. Realmente estoy disfrutando de todo esto. - Sonrío y le ayudo a desempacar la comida, colocando todos los paquetitos sobre la mesa, sacando un par de platos y bebidas para ambos. 

Nos sentamos a cenar directamente sobre la barra americana de la cocina, sin decir demasiado. Vamos a tener que convivir unos meses, fingir ser una pareja lo suficientemente estable como para compartir apartamento, cama y resto de las cosas. De todas formas mi apartamento solo tiene un dormitorio además del de Rafael, y es el mio propio. Además, como las visitas de los asistentes sociales son sin avisar no podemos permitirnos seguir viviendo en apartamentos diferentes, por mucho que estén en frente. Si alguien quisiera investigar debería ver las cosas de Magnus aquí. Su ropa en mi armario, sus cosas en mi salón... Su vida aquí.

Tras cenar insisto en recogerlo todo y no puedo evitar distraerme cuando veo que se estira para desentumecer los músculos y veo como la camiseta que lleva marca toda su espalda. ¡Si es que está como un tren!¿Qué mas se podría pedir en un hombre? Amable, cariñoso, desinteresado, bueno con los niños, detallista, guapo...¿acaso no tiene fallos? Vale, si, ronca un poco por las noches...¡pero no es para tanto si al despertar te encuentras esa sonrisa!

Termino de recoger y me acerco al sofá donde se ha tumbado, tumbándome a su lado sin pensármelo demasiado. Siento uno de sus brazos rodearme la cintura y sonrío, llevando mi mano a acariciar su cara. - A veces me gustaría que esto fuera real... que los tres fuéramos una familia de verdad. Muchas veces. 

Suspiro y cierro los ojos, apoyando la cabeza en un cojín, sintiendo su mirada clavada en mi. 

- Puede ser real. - Y sus labios, oh joder, que labios... sus labios besando los míos. Acariciándolos como si fueran lo mas delicado del mundo.

Los míos responden sin dudarlo ante su llamada, sintiendo su lengua juguetona pidiendo permiso. Un permiso que está mas que concedido. Esté podría ser un perfecto final para todos los días de mi vida. Un cómodo sofá, una luz ténue, besos y Magnus.

My trick to win - MALEC -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora