Un estúpido, estúpido plan

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Llevo tres días con la idea rondando por mi cabeza. Tres días de 'si pero no' dando vueltas y vueltas por el salón de casa. Creo que he hecho un surco en la alfombra. -Maldita seas Isabelle Sophia Lightwood por meter estúpidas ideas en mi cabeza.

----FLASHBACK----

-Pero vamos a ver, Alec... por lo que nos has contado esta bueno, es de nuestra edad, es agradable y vive en la puerta de enfrente...¿Qué te impide pedírselo?¡Por el ángel, Alec!¡Eres el rey de las formalidades! -se la ve tan emocionada como si le acabaran de dar un Óscar, pero yo tan solo respondo con una breve mueca, dándole un sorbo a mi café ya templado. 

¿Cómo se les ocurre semejante idea? Sin embargo parece que soy el único reticente a hacerlo. Jace y Clary asienten tras las palabras de mi brillante hermana, aunque en ocasiones como esta me parezca una completa chalada descerebrada. -Lo pensaré, ¿vale? Apenas lo conozco. - y tras dos horas de Magnus en la conversación, consigo que cambien de tema.

----FIN FLASHBACK----

Desde ese día en la cafetería no me lo quito de la cabeza. Es que no es tan sencillo como ir a su puerta y decir 'eh Magnus, oye, que quiero adoptar pero necesito una pareja estable, ¿te apetece actuar conmigo?' no, no... claro que no. No puedo hacer eso.

Una sonrisa se escapa de mis labios al acordarme del moreno. Lleva toda la semana dejándome un café y un muffin de arándanos todas las mañanas. Sale a correr temprano y regresa justo antes de que yo me vaya, entregándome el desayuno sin que nadie se lo haya pedido, siempre con una de esas encantadoras sonrisas. Sin pedir nada a cambio, sin recibir nada tampoco. Y encima yo pensando en pedirle favores.

Antes de que se mudara muchas mañanas ni siquiera desayunaba. Esta claro que es buena opción para mi salud.

Y hablando del papa de Roma justo en ese momento oigo el golpecito en la puerta de cada mañana, sobresaltándome. Nunca llama al timbre.

Cojo mi americana y mi cartera, mirándome al espejo unos segundos antes de abrir la puerta con mi mejor sonrisa, viendo la bolsa de papel que me tiende. Me muerdo el labio unos segundos tras darle las gracias y antes de que pueda decirme una vez mas que no es molestia le pongo dos dedos en los labios, ruborizándome por mi atrevimiento. -¿Te apetece cenar esta noche? Llevas toda la semana alimentándome...creo que es lo justo. 

En ese mismo momento me percato de lo que estoy haciendo y enrojezco todavía mas, tragando saliva y bajando la mano, forzándome a no bajar la mirada. -Si no tienes nada que hacer, claro. - Como si un chico así no tuviera ya una vida. ¡Es viernes! Solo yo soy capaz de quedarme en casa los viernes abrazado a un cojín y viendo reposiciones de películas que he visto una y otra vez. No se esta solo cuando se es tan encantador y tan atractivo. ¡Oh por favor! Ni siquiera se si es gay... aunque dudo que un hetero pudiese vestir así bien incluso para ir a correr.

Veo como sus delineadas cejas se elevan un poco pero al mismo tiempo solo acentúa un poco mas su sonrisa, haciendo que su tono de voz se vuelva completamente dulce y agradable. -Por supuesto, me encantará. ¿A las nueve está bien? - Asiento, todavía intentando hacer que me baje el rubor. ¿Acabo acaso de pedirle una cita?¿Acaba de aceptar una cita? Calma, Alec. Es una cena. Solo una cena. -A las nueve es perfecto. - Cierro con llave mi apartamento y echo a andar de espaldas por el pasillo, mirándole. -¡y gracias de nuevo por el desayuno!

Reviso el horno por octava vez en media hora, asegurándome de que el asado esta en su punto perfecto. Las patatas doradas pero no tostadas, la cebolla tierna y ligeramente crujiente. Elevo la mirada al reloj. Las ocho cuarenta. Termino de aderezar la 'ensalada' conformada por rodajas de manzana y tiras de salmón ahumado espolvoreado con queso de cabra y voy casi corriendo a mi cuarto.

Me meto en la ducha y en menos que canta un gallo estoy fuera perfectamente aseado. Peino mi cabello, lo cual ya es mucho porque normalmente dejo que se seque como quede y ya está... Me doy el visto bueno a mi mismo en el espejo, vistiéndome con unos pantalones negros y una camisa blanca que me remango hasta la altura de los codos. Suspiro cuando en el reloj del móvil todavía veo que me quedan cinco minutos. Me acerco al salón dispuesto a darle un último vistazo al horno cuando oigo ese leve toque en la puerta que se me hace tan sencillo reconocer ya. Dios mio Alec... ¿una semana y ya reconoces incluso como toca a la puerta?

Inconscientemente camino bastante rápido hasta la entrada, suspirando para calmarme antes de abrir, observándole sonriente al otro lado con una bandeja en una de sus manos. Oh no, lo ha vuelto a hacer. -Espero no morir por haber traído postre...me inculcaron a fondo las normas de cortesía, que le voy a hacer. - Se me escapa una leve sonrisa irónica. Claro, porque las normas de cortesía no impiden colarte en casa de un extraño sin preguntar, sin presentarte y sin avisar, con una selección de comida china y autoinvitarte a cenar en su salón. De toda la vida.

-Prometo no matarte... pasa anda. - Me echo para un lado, dejándole espacio para que entre en casa. No suelo dejar que nadie a parte de mi familia y mis amigas entren en mi casa. Es algo así como mi espacio privado... pero desde que Magnus se coló por su cuenta el primer día es algo... irregular. Realmente no me molesta que él esté aquí. O quizá si. Solo es que me pone un poquito nervioso.

¿Nervios?¿Quién dijo nervios con media botella de vino por medio? Si hace una hora estaba nervioso ahora ya no recuerdo por qué. Magnus tiene esa capacidad de hacer que todo parezca casual y a la vez nuevo. Tiene una buena conversación, gustos similares a los míos y una sonrisa de infarto. Antes de que pueda controlar a mi lengua, empieza a hacer de las suyas. -¿Pero tu donde te has metido toda mi vida? 

Me apresuro a recoger los platos y los dejo sobre la encimera de la cocina, cogiendo dos copas y una botella de cava francés, sirviendo dos copas. Es como si hubiese olvidado de pronto lo que le acabo de soltar, pues hago como si no hubiese pasado nada. Sin embargo, cuando voy a coger mi copa sé que para él no ha resultado una simple pregunta, pues noto sus dedos en mi mentón y...¡oh! Por supuesto que es gay. ¿Por qué sino estaría besándome?

My trick to win - MALEC -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora