Capítulo 6.

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Capítulo 6

Océano, llevame contigo

Al llegar a mi apartamento me dispuse a hacer lo que me apasionaba últimamente, vigilar de cerca a mi próxima víctima

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Al llegar a mi apartamento me dispuse a hacer lo que me apasionaba últimamente, vigilar de cerca a mi próxima víctima. Mi gato.

Me dirigí a un pequeño escritorio, el mismo que utilizaba mi madre cuando revisaba sus cuentas.

Al notar al gato debajo de la mesa, decidí abrir un pequeño cajón que se encontraba debajo <<Tal vez encuentre algo allí para hacer que el salga—Pensé. >>

Al abrirlo me encontré con una gran cantidad de documentos, en los cuales constaban de facturas, bonos y una carta.

Busque más a fondo y encontré un pequeño cuaderno que poseía una rosa .Al retirarlo del cajón note que era un diario. Abrí el diario, el cual perteneció a mi padre, así que me dispuse a leer cada página.

 Abrí el diario, el cual perteneció a mi padre, así que me dispuse a leer cada página

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<< ¿PORQUE MI MADRE TENDRIA ESTO GUARDADO, AQUI?- Pensé. >>

Tras pasar hojas y hojas, llegue a una hoja donde tenía la foto, los datos y la descripción de cómo había sido transformado en...

La página estaba rota en ese pedazo. Recordé cuando mi padre daba su último aliento, adoloridamente, nunca abrió los ojos, solo derramo una lagrima.

Cerré su diario con tanta calma, que hasta pensé en dejarlo. Me dirigí a mi habitación con el diario en la mano, pensé en cómo es que había iniciado toda esta locura, estaba claro que no sentía culpa, ni remordimiento hacia la muerte de mi padre. De pronto mi mente empieza a dar vueltas, tenía unas ganas de vomitar. Decidí cerrar mis ojos por algunos instantes.

Al abrir otra vez mis ojos me encontraba en medio de aquel gran océano que me asusta demasiado, al principio no podía lograr ver mucho, pero poco a poco mi vista se acostumbró a la oscuridad la cual solo era iluminada por la luna.

Cuando mire al frente, vi que del agua emanaba una luz dorada. De allí salió un hombre, lo primero fue la cabeza la cual emergió del agua con cabellos dorados. Luego, los hombros, los cuales poseían encima una tela blanca. Mientras se alzaba, brotaron alas de su espalda que se abrieron por completo sobre el océano, su rostro me parecía vagamente familiar.

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