Capítulo 20

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Tord abrió su ojo sano —Izquierdo— dejando el otro cerrado por costumbre.

Si el noruego tuviese que describir la habitación lo primero que diría sería blanco; desde la puerta, las paredes y las sábanas hasta el piso y las cortinas que decoraban una gran ventana. Dicha ventana estaba abierta, frente a ella se encontraba Tom, cabizbajo con párpados hinchados jugando inquieto con su muñequera de estampado de ajedrez.

—Esta es la segunda vez que estoy al borde de la muerte por tú culpa —Dijo Tord sonriente sobresaltando al chico.

El británico alzó la vista, le miró por un momento y luego se abalanzó sobre él besándolo en las mejillas, la nariz, la frente, los labios, el cuello y donde sea que pudiese.

—Eres patético —Dijo el ojinegro abrazándolo con fuerza.

Miguel entró al lugar reacomodándose las gafas mientras leía algunos papeles. Se sobresaltó al ver al británico y luego solo carraspeó ocultando su pequeño brinco asustadizo. Era normal en él, pues era de esas personas algo nerviosas.

—Líder, me alegra que despertara —Dijo— ¿Ha notado que cada vez que viene está más jodido? —Preguntó divertido— si sigue así terminaré vendándole todo el cuerpo.

Tord le echó una mirada a la venda de su brazo y luego a la que novedosamente tenía en su torso por el cristal que se incrustó en su panza, le dolía el cuerpo seguro por la caída desde la cabina, había otra venda en su muslo izquierdo seguramente una cortada causada por uno de lo vidrios y eso no quitaba el hecho de que necesitaba un parche en el ojo derecho para el resto de su vida.

Pero sobre todas las cosas, aun le dolía el culo.

¿Por qué mierda no solo le regaló a Tom una botella de vodka? eso también habría hecho muy feliz al británico.

—Tengo buena noticias —Dijo el enfermero— estos son registros de la transformación.

—¿Legibles e intactos? —Preguntó el noruego y Miguel asintió.

—Nunca tuve mejor idea que configurar el computador de la cabina para mandar una copia de los registros a mi laptop personal —Aclaró.

—Aumento de sueldo desbloqueado —Dijo Tord y el ojinegro siguiéndole la corriente soltó un «Ding» simulando el sonido de un videojuego.

—Bueno, las transformaciones pueden llevarse a cabo de dos formas: por sentimientos de impotencia o por deseos de objetividad —Continuó Miguel— cuando te transformas por sentimientos de impotencia predomina una especie de instinto animal por así decirlo; este instinto afecta tus ideas y no te deja pensar con claridad o razonar, lo que te vuelve más agresivo y peligroso. Estoy noventa y nueve por ciento seguro de que todas las transformaciones que has tenido hasta ahora han sido por este método; es por eso que cuando lograbas calmarte y tratabas de retenerte ya era demasiado tarde para evitar convertirte en un monstruo.

—¿Cuál es el otro método? —Preguntó Tom.

–Deseos de objetividad –Respondió el de gafas– nunca te has transformado de esta forma, o eso creo –Comentó– Tengo la teoría de que si te colocas una meta, objetivo o razón para transformarte tu cuerpo te lo concederá. Te pongo un ejemplo: colócate como objetivo transformarte para defender a la armada roja de Leonard y sus hombres, como tu deseas eso tu cuerpo reaccionará y hará lo que le pides y al no estar enojado o lleno de impotencia el instinto animal que mencioné antes no afectará tanto, por lo que estarás bajo control y consiente de tu acciones.

—Sobresaliente, Miguel, sobresaliente —Felicitó Tord y el chico sonrió.

—Tienes que intentarlo, la ciencia nunca falla y mis cálculos son exactos, funcionará —Dijo Miguel esperando pacientemente una respuesta de parte del ojinegro quien miró dudoso a Tord.

—No tienes que hacerlo si no quieres —Dijo el noruego; no pretendía obligarle a nada aunque sea de su conveniencia.

Tom se quedó pensativo por uno minutos, no era algo para tomarse a la ligera; si Miguel estaba equivocándose terminaría saliéndose de control por segunda vez y podría lastimar a todos y nuevamente a Tord.

Sin embargo, el noruego le había dado una explicación de lo que sucedía tanto a él como a Edd y Matt, debía ayudar. Un tipo fantasmal que nadie conoce ni ha visto que insiste y amenaza con quedarse en un país al mando de una armada sin tener autorización no puede estar tramando nada bueno. El punto es que Tord está involucrado en ese problema porque es su trabajo después de todo, no podía dejarlo solo. Tenía una decisión.

—De acuerdo —Dijo Tom— lo intentaré.

↠↞

El castaño se puso el casco militar mientras entraba por la escotilla al interior de la cabina por segunda vez. Estaba medio derrumbado, pero estable; habían puesto bombillas nuevas y el cristal que se había quebrado en pedazos había sido reemplazado.

El pelinaranja, Miguel y Tord también usaban cascos y se equiparon con chalecos antibalas solo por si acaso algún vidrio escurridizo trataba de herirlos al igual que al noruego. Llevaron y dejaron al alcance máscaras anti gas en caso de que Miguel tuviera que jalar la palanca otra vez para que la habitación expulsara un gas adormecedor. En ese caso el único afectado por el gas sería Tom.

El de parche —Y si, tuvo que conseguir uno nuevo— había insistido a los chicos que se quedaran afuera y esperaran, pero los dos muy necios y tercos le contraatacaron vociferando que ellos también eran amigos del británico y que merecían apoyarle desde la cabina.

—Todo listo —Informó el enfermero.

—Bien —Susurró para sí mismo Tord algo asustado por cómo podría resultar aquello; se acercó al micrófono viendo a la perfección a través del cristal como el ojinegro estaba sentado, al igual que la última vez, en posición india con los ojos —O cuencas— cerrados— ¿Puedes oírme, Tom?

—Te oigo.

–Muy bien, esta vez no te concentres tanto en transformarte, concéntrate en tu objetivo –Dijo Miguel– y no te preocupes mantendré al idiota de Tord lejos del micrófono para que no diga mentiras y estupideces; solo tómate tu tiempo.

—Entiendo —Dijo el británico con una sonrisa en lo labios, le había hecho gracia, pero mucha más gracia le hizo lo que vino después.

—Que no se te olvide que soy tu superior y de lo que soy capaz —Dijo Tord— respétame y no tomes tanta confianza.

–Si señor –Dijo el chico con sus nervios naturales afectándole, pero luego algo de osadía salió de él nuevamente– Sé que eres muy capaz de perder un brazo en menos de dos horas –Susurró.

—Ya hablaremos luego —Dijo el noruego sonriente y amenazador llevándose ambas manos atrás en una postura de superioridad. La verdad es que ya había establecido con Miguel una confianza como la que tenía con Patryck y Paul, le gustaba molestarlo al igual que a ellos dos— Oh y respecto a tu aumento, olvídalo.

—Espere líder, era un juego, creí que...

—Ya cállate.

—Pero señor... —Comenzó a decir nuevamente Miguel.

—Shh —Le chitó el noruego mientras los otros dos se reían silenciosos al igual que Tom; se sentó en una de las sillas metálicas, cruzó los brazos y cerró su ojo llevando su cabeza hacia atrás fingiendo que dormiría— cállate —Repitió y el de gafas bufó.

Ahora solo quedaba esperar.

Estoy de vuelta ★ TomtordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora