Natasha
Estábamos en la "estancia" sí se le puede llamar así. Esperábamos nuestro castigo.
Me encontraba justo en medio, a mi izquierda y mirando hacia el techo, Yair (o quién hasta el momento, suponía era Yair) y a mi derecha Sebastián.
Eduardo ya se encontraba dentro de la habitación temida por la mayor parte de la escuela, la dirección. Yair, Sebastián e incluso Javier, habían abogado por mi.
Aún después de todo, me sentía culpable. Si no le hubiera respondido de esa forma o si solo me hubiera ido, quizá ningúno estaría aquí.
- Es mi culpa... - solté tristemente.
- Es culpa de ese idiota - dijo Irving Yair. Me giré a verlo, su voz era gruesa pero no demasiado. Dirigió su vista a mí. Pude ver los lunares de los que me había hablado.
- ¿Se conocen? - preguntó Sebastián apuntando a Yair y luego a la habitación.
- Ah... - salió de sus labios - de niños.. solíamos ser amigos...
Sebastián asintió demostrando que entendía perfectamente, pero yo no entendí ¿Era cosa de hombres?
- Entonces... Natasha, ¿Verdad? - dijo el pelinegro extendiendo su mano en forma de saludo.
- Así es... Yair ¿Cierto? - sonreí mientras le correspondía el saludo.
- Por supuesto que si, y para aclarar... No soy un acosador pedófilo asesino amante de chaparras pecosas - rodé los ojos.
El silencio se apropió de la conversación.
La señorita secretaria decidió que había llegado el momento de, como en la cárcel, hacer una llamada.
- ¿Llamaras a tu madre? - los ojos de Sebastián estaban llenos de preocupación y me inundaron de nervios.
- Llamaré a mi.... Bueno, papá - respondí y él asintió con la sorpresa incrustada en su ser - pero ¿Y tú? ¿Qué vas a hacer? No puedes llamar a tu padre...
Miró al suelo. Si su padre se enteraba solo podrían suceder dos cosas: o estaba borracho y le valía, o estaba sobrio y mataría a su hijo.
- No lo llamaré, la orientadora sabe lo que sucede... Le pediré a ella que abogue por mi.
- Señorita Mayer, necesito que llame a un tutor...
- Está.. bien - tomé el teléfono y tecleé el número, rogando que no contestara.
- ¿Bueno? ¿Quién es?
Su voz varonil inundo mi cabeza con muchos recuerdos, buenos y malos.
- ¿Papá?
- oh... Hola Natasha, ¿qué sucede? ¿Todo está bien?
Pareció un poco sorprendido de que le llamara.
- Si, solo.. tengo problemas en la escuela y no quiero que mamá se entere.. y yo....
- Está bien Natasha, voy para allá...
Y colgué...
Tragué mi odio, mi orgullo y le dí espacio a mi desesperación.
Me senté, esperé y esperé.
Llegó el tutor de Yair y abogó por él.
Llegó la orientadora y abogó por Sebastián.
Pero mi padre no llegó.Estuve dos horas esperando. Siempre me manda obsequios haciendo su parte como si fuera un buen padre, pero le pido una sola vez que venga a apoyarme y defenderme y ¿Qué sucede?
Se olvida de mí
Al final la orientadora también habló por mí. Pidió mi versión de los asuntos, dijo que entendía mi situación, no tendré problemas y que si Eduardo continuaba así que no me quedara callada.
Solo asentí agradeciendo su ayuda.
La rabia y el enojo me consumían.
Un idiota aprovechado.
Otro idiota incumplido.Eduardo era igual que mi padre, los odiaba.
Me fuí caminando a casa, Sebastián se ofreció a llevarme pero me negué.
El terco me viene siguiendo con su auto.
- Sube Nat, tu casa está lejos incluso en auto.
- ¡Que no! ¡¡Por que eres tan terco!!
- ¡¡Mujer!! ¡Que subas! - dijo mientras el vehículo avanzaba al ritmo de mis pasos.
- ¿Por qué?
- ¿Por que... qué?
- ¿Por qué decir que sí iba a venir si no le interesa lo que su hija podría decir?
Se quedó callado. Ahora que lo pienso, era injusto que yo hiciera esa pregunta cuando el había viajado a otro país para que su madre les consiguiera una niñera.
Me detuve.
Sebastián se detuvo.Hacía frío y el viento golpeaba con fuerza mi cabello.
La carretera estaba vacía a pesar de ser la "hora pico".Sebastián se quedó allí, serio y mirándome como si fuera su pequeña hermana.
Era injusto.
La vida es injusta.Quería gritarle a la vida.
¡Ya! ¡Estoy aquí!
¡Llévate todo! ¡Te llevaste a mi padre! ¡¿Te llevarás a mi madre?!Una lágrima lo dijo todo por mí.
- Sube.. - dijo Sebastián casi en un susurro.
En un segundo la furia se transformó en tristeza.
Abrí la puerta del copiloto y me adentré en el auto.
Él no dijo nada y yo tampoco, solo el silencio nos sostenía a flote, una palabra y me derrumbaría. Una palabra y se me quebraría la voz.
Debo admitirlo, deseé estar muerta.
-Annie♥-
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Mi lindo desconocido
Novela JuvenilCuando escuchar su voz se vuelve necesario para seguir viviendo... Él le prestó sus alas para que ella pudiera volar... Irving Yair es un chico fastidioso y payaso pero suele ser caballeroso cuando es necesario. Natasha es tímida y sencilla, se ha s...