• CAPÍTULO VII •

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"Cuando no tiene nada que hacer le queda siempre el recurso de recrearse en su propia grandeza. Disponer de un tema tan inagotable es una considerable ventaja."

—Charles Dickens, Casa Desolada


     Louis raramente dormía solo.

     En Londres, había compartido la cama del Príncipe Consorte; en París, la del Marqués d'Oilliamson; en Madrid, la de Lord de Lazcano; en Baviera, la de Freiherr von Eichendorff; en Ámsterdam, la del Barón De Haan.

     Él tenía un hombre en cada ciudad, para cada estación y humor.

     En su hogar en Warwick, él tenía un criado calentando su cama pero cuando el club de Bilsdale se conoció, prefirió a Frederick, el Visconde de Greindl o a Roy, el Conde de Pembroke.

    Frederick, un sangre azul de huesos finos, tenía una elegancia equina altiva en el dormitorio que encantó a Louis. Roy, un hombre de musculatura marcada, poseía una brutalidad directa que lo llevaba a ponerse de rodillas pidiendo misericordia. En esta noche no pudo descifrar qué tipo sabor placentero ansiaba y decidió tenerlos a ambos.

     Se despojaron de lo último de sus ropas entre caricias urgentes y besos calientes y espumosos. Louis apartó las cortinas de su cama de dosel. Frederick se estaba demorando siglos con los botones de perla en su camisa. Roy trató de ayudarle solo para tener su mano abofeteada lejos. Impacientemente, Louis se quitó la camisa y lo empujó sobre la cama. Frederick arqueó su espalda con desnuda indiferencia. A Louis le gustaba cuando fingía timidez y se acostaba junto a él. Roy se acostó al lado de Louis mientras comenzaban las lentas caricias picantes que eran el preámbulo para hacer el amor. 

          —Esta cama es gigante—Frederick observó girando un dedo en el cabello de Louis. —Estaba preocupado de que Roy no cupiese. 

     Roy apretó su longitud contra el muslo de Louis.

          —Siempre quepo.

          —Quizás, deberíamos invitar a un cuarto la próxima vez.

     Louis le dio vuelta a Frederick en sus rodillas y se situó detrás de él.

          —Tú, pequeño muchacho descarado e insaciable. —él gruñó, sosteniendo las caderas del Vizconde. —¿A quién tienes en mente? 

     Roy se acercó por detrás de Louis y lamió su cuello, la piel de su mejilla enviando un estremecimiento por la columna de Louis.

          —¿Qué piensas sobre El Duque Virgen de Somerset?

     Harry pensaba que el apodo que los hombres tenían para él era El Cirujano, pero ellos solo lo llamaban así en su cara. Su verdadero apodo era El Virgen. 

     Louis se detuvo.

          —No. No pienso que esa sea una buena idea. 

          —¿Por qué no? —Roy susurró en su oído. —Me encantaría desflorarlo. Él tiene la cabeza más bonita de rizos oscuros. Y las cosas que me gustaría hacer con esa boca...

          —He dicho que no.

     Frederick rodó y atrajo la cabeza de Louis entre sus muslos.

          —Tienes razón, cariño. Él es terriblemente aburrido, al igual que tu primo. 

     Roy rió entre dientes.

Victorian Boy » larry stylinson | Traducción OficialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora