• CAPÍTULO IV •

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N/A: ¡Yyyyyyy nos vamos a Yorkshire!

N/T: Emocionémonos hasta perder las bragas, ahr. 

     Harry dejó atrás sus queridos objetos. Su colección de monedas, fósiles desempolvados, telescopio de latón, juego de trenes pintados, libros, sus partituras, la pluma de la perla y el desvanecido mapa de un mundo que nunca había visto. 

     Miró su habitación por última vez. ¿Quién era él sin esos objetos? ¿Qué discutiría un niño sin experiencia de la vida con hombres de mundo? De repente, Harry fue embargado por la urgencia de cancelar el viaje cuando Charles entró a tomar lo último de su equipaje.

     Charles, el hijo de un relojero con gafas, complacido planificó todos los detalles del viaje. Él vivía para esto. Llevaba una lista de verificación, un itinerario y un plan de contingencia para cada posible percance que pudiera ocurrirles. Estaba realmente emocionado al descubrir que había un cierre de camino en Wade's Causeway. Tendría que diseñar una ruta alternativa. ¡Más planificación!

     Cuando Harry llegó al carruaje, todas sus pertenencias estaban bien guardadas y Aquiles estaba encerrado en su cuadrilla móvil. El campesino contra el que había luchado tenía un labio ensangrentado.

     Mientras se alejaban de la mansión, Harry observaba cómo su casa se hacía cada vez más pequeña hasta que no lucía mayor que un vagón de su juego de trenes.

     A pesar de que Aquiles zurraba en su cajón como un convicto, el viaje era bastante cómodo. Harry cruzó sus piernas esbeltas, pantalones ajustados dentro de las botas de cuero que iban hasta las rodillas. Llevaba la máscara quirúrgica y los guantes durante el viaje, y un austero abrigo negro y corbata, ya que todavía estaba de luto. Agarró la cabeza del caballo de plata sobre su bastón mientras observaba el cielo de la tarde y el campo rodar en un carrusel de verde y azul.

     Cenaron en aldeas y se hospedaron en las posadas locales en la noche. Harry estaba abrumado por las multitudes, los ruidos y los olores, como un perrito faldero que nunca había sido dejado fuera antes.

     Las costumbres más rudimentarias lo confundían. La primera noche, cuando el posadero esperó con la mano abierta a que pagara, Harry entró en pánico. Aunque poseía una de las más extensas colecciones de monedas en Inglaterra, nunca había utilizado el dinero para su propósito. Casi le dio al hombre un juego de plata sasánida persa del siglo VI cuando Charles pagó rápidamente la suma de su monedero para ahorrarle a Harry más vergüenzas.

     Tan torpes como eran estos intercambios, Harry sabía que las maniobras sociales entre la nobleza en la Casa Warwick resultarían mucho más difíciles y complejas.

     A diferencia de la mansión Somerset, que se aposentaba en un campo verde ondulante hasta donde los ojos podían ver, la hacienda Warwick estaba rodeada por un espeso bosque. El coche casi había perdido una rueda mientras navegaba por el terreno accidentado. Harry sacó la mano por la ventana y tocó una rama afilada como si estuviera estrechando la mano de un viejo conocido.

     La casa había sido restaurada desde el incendio. Las partes reconstruidas eran más ligeras, sobre todo en el ala este, donde la familia había estado durmiendo.

     El mozo de cuadras los saludó en la puerta y vio por Aquiles y el carruaje.

     Entonces, la puerta de la casa se abrió.

     Harry sacó su sombrero y agarró su bastón con fuerza, preparado para enfrentarse con Louis.

     No era Louis. Era su mayordomo, un hombre ligero y agotado que seguía revisando su reloj de bolsillo.

Victorian Boy » larry stylinson | Traducción OficialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora