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JungKook se había cansado de buscar su amuleto por toda la casa. No había quedado rincón dónde el pelinegro no haya revisado.
Estaba enfadado, frustrado y sobre todo asustado.
Su señor aún no sabía nada de su pérdida, y si se enteraba, probablemente lo mataría, sin exagerar. Debía hacer el ritual con esa chica cuanto antes, mientras aún se conserve el supuesto cadáver de la muchacha, quién al parecer conservaba algo de vida.
Le sorprendió la resistencia que ella poseía.

Decidió seguir buscando y guardar el cuerpo de la chica en algún lado, no podía dejarlo en su jardín a la vista de todos.
Limpió toda la sangre que conformaba la gran estrella en el suelo, su rostro de frustración era muy evidente, mientras pensaba dónde diablos podría haber dejado su amuleto, que le era indispensable para completar los sacrificios.
Una vez que terminó, lanzó el paño teñido de rojo al lavabo que estaba en el patio.
Entró a su casa dispuesto a cambiar su ropa que estaba cubierta de la viscosa sangre roja de la jovencita y a seguir buscando el collar.

Mientras lavaba sus manos y su rostro tarareando alguna especie de canción que había escuchado quién-sabe-dónde, sintió unos golpecitos en su puerta. Suspiró pesadamente y pensó quién podría ser.
No recordaba la última vez que alguien había tocado la puerta de su casa.

Sin ningún tipo de apuro secó sus manos con la toalla y caminó hasta la puerta.

Abrió ésta sin más encontrándose con un rostro conocido: Min YoonGi, o mejor conocido como, su molesto e irritante vecino que interfirió en sus planes y probablemente haya sido su culpa que su amuleto haya desaparecido.
El pelinegro le dedicó una mirada mortal que lo decía todo.
YoonGi le sonrió algo torcido mientras, tal y cómo lo había armado en su plan, paseaba su mirada por la sala de estar del chico, hasta que volvió a encontrarse con la sombría y aterradora mirada que tanto lo paralizaba.

— Ah... Hola, soy YoonGi, vivo allí, bueno, seguro te preguntarás por qué estoy aquí ¿Verdad? — Dijo YoonGi con un tono gracioso mientras sonreía y apuntaba a su casa.
JungKook no dijo ni una sola palabra, seguía quieto viéndolo a los ojos de esa forma tan aterradora.
El peli verde aclaró su garganta.

— Sí... Eso pensé. Bien, ayer, cuándo te diste la vuelta dejaste caer esto, y pues... Me lo guardé porque era tarde y no quería molestarte, pero... — YoonGi buscó en su bolsillo el colgante y lo alzó entre sus dedos.
Los ojos de JungKook se abrieron como platos y le arrancó el amuleto de las manos revisando si contenía algún daño, en ese momento quería cortarle el maldito cuello con un machete. Ese idiota había interferido una vez más.
En ese momento el pelinegro experimentó un fuerte dolor de cabeza ¿Acaso su amo le iba a hablar? ¿Frente a otra persona? Efectivamente, escuchó su gruesa e inconfundible voz.

Él. Lo quiero a él. — Dijo sin más, y aquella sensación de náuseas y dolor de cabeza desapareció.
El mensaje era corto y claro, Min YoonGi sería la próxima víctima.

Mientras que éste se llevó la decepción del día al no captar nada extraño con su ojo atento, que se paseaba por cada rincón del comedor del chico.

— De nada... —dijo satírico— eso era todo, adiós, supongo. — Volvió a decir y se dio la vuelta con la intención de volver a su casa.
Pero sintió una presión que no lo dejaba avanzar, JungKook lo había tomado de la manga de su camisa, reteniéndolo.

— ¿Acaso te apetecería una taza de té? — Le dijo con algo más de vida en sus negros ojos, a JungKook le repugnaba tener que actuar así de bueno, pero era necesario si quería que cayera en su no tan elaborada trampa.
YoonGi se extrañó por la repentina amabilidad del pelinegro quién hace medio segundo le había dedicado una mirada mortal.
El peli verde pensó que sería una oportunidad para poder ver e investigar más de cerca. Sintió una pequeña chispa de esperanza, sus sospechas no estaban del todo muertas, ahora, dentro de su casa, tal vez captaría algo más.

infierno - yoonkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora