Especial: Una visita inesperada

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— ¡Cuidado!— grito Jimena al ver como Alejandra chocaba accidentalmente contra el muro de la sala— Te dije que no podrías cargar con todas las cajas.

Estaban terminando de meter las últimas cajas de la mudanza a su nuevo departamento en la capital, dentro de un mes iniciarían sus clases en la universidad debían de instalarse lo más pronto posible para recorrer un poco la ciudad antes de ajetrearse con trabajos. Alejandra había logrado contactar a un familiar que tenía una cafetería cerca del centro de la ciudad, por ahora ambas trabajaban ahí para poder conseguir dinero para los gastos diarios.

—Yo puedo cargarlas es lo que tú me ves muy débil aunque no lo soy— dijo Alejandra mientras cruzaba los brazos frente a su pecho simulando estar enojada.

—No, no eres débil sólo algo torpe— contestó Jimena mientras se acercaba para tomarla de la cintura y depositar un casto beso sobre sus labios —estoy feliz de que al fin vivamos juntas—

—También yo— contestó Alejandra mientras escondía su cara en el cuello de la otra chica y daba una respiración profunda y larga ocasionándole a Jimena escalofríos por toda la espalda —Quisiera quedarme todo el día justo así— susurro Alejandra, casi para sí misma.

—Yo no— contestó burlonamente mientras apartaba de los hombros a Alejandra, la cual tenía una cara de confundida que era merecedora del premio Oscar—No pongas esa cara amor es broma—

—Aja— contestó Alejandra de manera irónica— Sólo por eso tú vas a terminar de subir las cajas que quedan—

— ¿Qué? no— chillo Jimena—Mejor vamos al parque que está al otro lado y compramos un helado ¿quieres?— dijo mientras ponía sus mejores ojos de perrito necesitado.

Alejandra suspiro— Está bien— contestó mientras rodaba los ojos con una sonrisa.

Rápidamente terminaron de subir las cajas que quedaban, cerraron la puerta y se dirigieron al parque del que Jimena había hablado; el lugar era lindo, tenía un gran árbol en medio y alrededor había pequeños arbustos con flores rojas.
Después de comprar el helado se sentaron debajo del gran árbol y se quedaron platicando de un montón de cosas, hasta que vieron que la luz del sol estaba abandonándolas.

—Será mejor que regresemos— comentó Alejandra mientras empezaba a guardar sus cosas.

— ¿Es que te da miedo la oscuridad?— contesto a Jimena mientras levanta una ceja y sonreí a divertida.

—Claro que no, me da miedo que no podamos regresar al departamento una vez que esté oscuro y no podamos reconocer las calles—

—Buen punto— después de eso ambas caminaron de regreso.
Una vez en el departamento arreglaron lo que necesitaban para dormir y se acomodaron ambas en la misma cama, más que una cama era un colchón en el suelo y un par de sabana, agradecían al universo que no fuera invierno y así no les diera hipotermia.

Todo estaba en silencio, la chicas abrazadas y dormidas profundamente sin preocuparse de los mínimos movimientos que se desarrollaban en lo que sería su sala de estar. Se movía sigilosamente por entre las cajas mirando todo detenidamente, se sentó en medio de todo y bostezo, el también estaba cansado, no había sido nada fácil llegar hasta ahí.
Con leves pasos se dirijo a la cocina, pero no tuvo mucho cuidado ya que con su parte trasera tiro un vaso que se encontraban sobre la barra, logrando que una de las chicas lo notara.

—Jimena...— susurro Alejandra en el oído de la chica, que aún permanecía en una segunda dimensión —Jimena despierta— la otra apenas y respondía, hizo un sonido con su garganta parecido un ronroneo.

— ¿Qué pasó?— respondió con una voz ronca.

—Creo que oí algo afuera—

—Debiste imaginarlo no hay nadie en la casa más que nosotras— contestó la chica de cabello corto —anda vuelve a dormir —

Alejandra un poco indecisa decidió darle la razón, se volvió a acomodar y cerró sus ojos tratando de dormir.

El individuo que se paseaba por la casa tiró un segundo vaso, sin importarle mucho que eran los únicos que las chicas tenían.

Alejandra abrió los ojos de nuevo
—Jimena ves te lo dije—
Esta vez y levanto— si yo también lo escuché—

— ¿crees que hay alguien afuera? preguntó Ale un poco temerosa

— Espero que no— así lentamente salieron del cuarto Jimena primero y Alejandra detrás de ella.

—Enciende la luz—pidió Jimena pero olvidaba algo muy importante.

—No tenemos luz mensa— contesto la otra en un susurro tratando de no espantar al individuo que se encontraba en su nueva casa.

Este silenciosamente salió de dónde estaba y se dirigió hacia donde estaban las chicas.

— ¿No tenemos lámparas o algo así? susurro Jimena un poco exasperada de no poder ver nada.

—No, no tenemos...ya se espera voy por algo— Alejandra regresó rápido el cuarto y volvió con su celular en la mano rápidamente encendió la linterna y se puso a dirigir la luz hacia los rincones de la casa; ambas estaban muertas de miedo, eran casi las 3 de la mañana y esto parecía alguna escena sacada de películas de terror. De pronto algo peludo rozó los pies de Jimena la cual soltó un grito acompañado de un escalofrío que la dejó helada.

— ¡¿Qué pasa por que gritas?!— preguntó Alejandra alarmada.

—Algo...algo me pasó por los pies estoy segura— tartamudea Jimena

— Pues alumbra a los pies— rápidamente dirigió la luz del celular al suelo, claramente no había nada, así que lo dirigió hasta los rincones y ahí fue cuando lo vieron; detrás de las cajas que guardaban los libros de Medicina de Alejandra, unos ojos verdes las miraban directamente como si quisiera sacarle el alma, y ellas en silencio le devolvía la mirada.

— ¡Es solo un gato!— grito Alejandra exasperada

—Maldición pude haberle hecho daño— contesta la otra, ambas se quedaron en silencio mientras la creatura felina sólo ladeaba su cabeza sin entender las palabras.

—¿Y ahora qué? no podemos quedárnoslo— pregunto Jimena mirando Alejandra la cual le regresó una mirada tierna acompañada de un leve puchero en sus labios — Si pones esa cara las únicas ganas que me dan es de besarte y no de quedarme con un gato.

—Ay por favor— suplicaba Ale —se portara bien aparte de que está aquí como si la cigüeña lo hubiera dejado en nuestra puerta—

—En primer a las cigüeñas dejan bebés, no gatos y en segunda la cigüeña que deja bebes no existe—

Alejandra se acercó al pequeño felino, este sin hacer ningún movimiento dejo que la chica lo tomara contra su mejilla mientras miraba suplicante a Jimena.

—Ale...—

—Por favor... —dijo en un tono infantil.

—Está bien— aceptó Jimena —Pero tú limpiaras sus heces.

—Siempre y cuando tú compres vasos nuevos— contesto Alejandra.

—Pero...— intentó protestar pero la otra chica fue más rápida.

—Oh mira que tarde es, hay que dormir ya — recitó Alejandra mientras salía de ahí con él gato en brazos; Jimena sólo puedo seguirla riéndose de lo infantil que podría llegar a ser su Ale.

Y así regresaron ambas a la cama mientras un pequeño individuo de ojos felinos dormía plácidamente a los pies de su improvisado colchón.

J&A[ChicaxChica]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora