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Aquella noche en Londres, en cuanto puse un pie en su departamento me sentí aliviado al ver su reacción. Ese abrazo fue para mi algo inesperado pero al mismo tiempo necesario, mucho.

Cuando me separé de él y entré al salón, Niall me quitó la botella de vino de las manos mientras me quitaba el abrigo y lo colgaba en el perchero. Ya casi era verano pero el clima en Londres es tan imprevisible como la lotería.  Escuché un poco de música saliendo de su estéreo,era algo de soft jazz a un volumen bastante moderado, agradable, para ambientar la ocasión. Sonreí por ello.

Niall vio leyó la etiqueta del vino y silvó.

-Yo preferiría una cerveza pero la ocasión lo amerita.- sonrió y llevó el vino al comedor. Niall tan guapo como siempre, vestía unos jeans de un azul muy oscuro como aterciopelados, doblados de la parte de abajo y unas botas color gris oscuro de cremallera y una camisa negra de manga larga de seda satinada, muy suave al tacto. El cabello alborotado hacía arriba con un poco mas que las raíces castañas y sus gafas.

Me senté en el sillón color crema que había comprado su madre como regalo para el nuevo departamento de su hijo y que había sido testigo de tantos magreos entre él y yo. Tantas veces que vimos películas recostados en ese mueble ya fuera desnudos o en simples calzoncillos. Me pregunté si Niall alguna vez lo mandó a lavar.

Yo por mi parte, traia puestos unos pantalones formales de un traje Tom Ford que alguna vez compré y que Niall me acompañó. Una camisa blanca de seda con imperceptibles líneas azul cielo y mi abrigo, uno ligero. Las mangas subidas hasta los antebrazos mostrando todos mis tatuajes, los a que a Niall le encantaba delinear con la yema de sus dedos o incluso con la lengua. El cabello alborotado y corto. Aun no me acostumbro.

Mi vista recorrió el departamento mientras yo seguía sentado en el sillón con las manos sudadas y el corazón latiendo a mil por hora. Estaba diferente a como yo lo recordaba. Las paredes habian sido pintadas de otro color y las fotos y posters los cambió de lugar. Escuché un par de ruidos en la cocina y el grito de la voz de Niall captando toda mi atención.

-Listo...puedes pasar a la mesa.- sonreí y me levanté para encontrar aquella mesa de cristal y madera de pino adornada con flores, margaritas y las copas de vino servidas hasta la mitad. Dos manteles individuales uno en cada extremo de la mesa, claro, era un comedor pequeño para ocho personas a lo mucho y en forma cuadrada. Los manteles eran de color beige con lineas de un tono mas oscuro con pequeños tréboles verdes bordados sobre estas líneas. Si mal no recuerdo, era un juego de ocho manteles, lo se porque yo se los regalè una navidad. Los compré en Macys hace unos años.

La vajilla era de cristal opaco con pequeñas franjas doradas tambien opacas y las copas a juego pero con el cristal brillante. Esa vajilla la compramos entre los dos.  Era un juego de doce, el se quedó con una parte y yo con la otra. La comida servida en biandas que hacían juego y no pude evitar sonreir cuando me di cuenta que la cena era de Nandos. Niall sonrió también, sentándose en su lugar.

-No tenía mucho tiempo.- se excusó pero era algo que claramente me daba igual. La pura idea de cenar con él y compartir era lo que mas me interesaba.

-Anda...come que se enfría.- Niall dio el primer bocado y lo seguí. El silencio en la cena duró poco. Niall comenzó a hablarme de su viaje, no lo hacía con mala intención pero yo si me sentía culpable. Niall reía contandome sus experiencias y como se divirtió con sus primos. Yo solo asentía con la cabeza y reía ante sus anécdotas mientras él hablaba y se reía también. Lo disfrutó mucho y pude apreciar en su voz que lo pasó bien sin mi.

Scared to be lonelyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora