Otra oportunidad.

Capítulo diecinueve: Estoy bien

-...y el doctor voltea y le dice "he-ma-to-ma señorita, he-ma-to-ma.- Lev reía de su propio chiste mientras yo intentaba encontrarle el chiste al chiste... Muchos "chistes" en una sola oración. Formé una pequeña sonrisa y lo miré, intentando discretamente darle a entender que no daba risa. Cuando nuestros ojos se encontraron, un pequeño puchero se formó en sus labios mientras se hundía levemente en su silla.- Chiste de médicos.- Se excusó.

Llevábamos ya más de tres meses "saliendo", aunque yo había dejado claro después de la cuarta o quinta cita que no pensaba tener una relación seria y que no estábamos atados a dejar de ver a otras personas. Como yo lo veía, él se había vuelto un muy buen amigo mío con el que tenía relaciones constantemente.

—Preguntaré una y mil veces más, ¿dónde quedó el hombre seductor y sexy, niño pucheroso?- Sonreí mientras daba un trago de mi café. Lev respondió la sonrisa sensualmente y pasó su mano entre su cabello.

-Mira quién lo dice, pucheros Nikiforov.- No pude evitar abrir mi boca en una sonrisa irónica ante tal apodo.- Además, sabes perfecto que yo puedo ser tan seductor como yo quiera.- Dijo en un tono de voz más bajo y grave. Dio un trago a su bebida mientras mostraba una pose orgullosa.

-¿Así que se considera alguien sexy, doctor Petrovsky?- Decidí seguirle el juego. Me encantaba decirle doctor y, por lo que había podido comprobar, a él también. Su sonrisa se ensanchó mientras se recargaba en la mesa.

-¿Usted me considera sexy?- Mordió ligeramente su labio.

-Mucho.- Me recargué igualmente en la mesa. Separó sus labios para decir algo cuando el sonido de su celular dejó su voz al aire. Revisó la pantalla iluminada y una mueca deformó su rostro.

-Carajo.- Mustió mientras se levantaba y tomaba sus cosas.- Me tengo que ir, uno de mis pacientes acaba de entrar en shock.- Empezó a revolver su mochila buscando, me imagino, su cartera.

-Yo me encargo, tú corre.- Dije mientras hacía señas de que se fuera con mis manos.

-Gracias.- Nos despedimos con un beso y después salió corriendo por la puerta del café. Pagué la cuenta con tranquilidad y caminé de regreso a la pista. Me desvié ligeramente hasta un espacio donde estuviera solo e inhalé una línea para ayudar con el cansancio; apenas había podido dormir la noche anterior y me quedaría dormido a mitad del hielo si no lo hacía.

El entrenamiento terminó temprano ya que Yuri tenía que regresar a su casa a ayudar a Otabek a instalarse. Así que decidí salir de antro un rato. Al llegar al lugar pedí un coctel y empecé a analizar a los que estaban en el lugar. Había varios prospectos atractivos, así que me acerqué al que estaba más próximo a mí; una chica de aspecto delicado que estaba sola en la barra.

A las pocas horas ya estábamos los dos borrachos platicando con varias personas más. Una de las personas empezó a ofrecer unos cuadros de LSD, lo que acepté con gusto y lo coloqué en mi lengua. Pasado un tiempo, estaba en una casa, a la cual no recordaba haber llegado y no tenía la más remota idea de quién era. Las drogas iban y venían y yo le decía que sí a todo...

Me sentía mal, mi cuerpo no respondía como yo quería... apenas y me podía mover... Intentaba hablar pero no podía... A lo lejos sentía que alguien movía mi hombro con fuerza, pero no podía moverme... tenía miedo... Sentía mi corazón latir y poco a poco, era lo único que podía sentir... Mi corazón... Mi cuerpo... Tenía miedo...

Desperté sin saber en dónde estaba, escuchaba un pitido regular cerca de mí... Mi mente se sentía brumosa... ¿Qué...? Intenté abrir los ojos con pesadez... Ardían... Me recibió una habitación blanca... El pitido salía de una máquina que estaba conectada con una cosa en mi dedo... Estaba en un hospital.