Capítulo 050

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Después del baño caliente, Alex se veía bastante repuesta. Nicolás le había preparado una muy rica sopa que ella tomó con muchas ganas y con más apetito aún. Una vez que terminó de “cenar”, durmió un poco más. Mientras nuestra rubia descansaba, los hermanos disfrutaban de un cafecito. Mariano estaba callado, sumido en sus pensamientos y por el gesto de su rostro, sus hermanos no dudaban qué era lo que se le pasaba por la cabeza. Maximiliano lo miraba y sintió una inmensa ternura hacia Mariano, que no podía disimular que se había llevado el susto de su vida.

MAXI – ¿Cabezón?
MARIANO – (Sin levantar la vista de la taza) ¿Qué?
NICO – Ey, Mariano, míranos.
MAXI – (El morocho levanta el rostro) ¿Estás bien?
MARIANO – ¿Eh? Si, si, claro, estoy un poco cansado…
MAXI – Ajhá…
MARIANO – Estarán de acuerdo que ha sido una noche agotadora…
NICO – Eso es cierto, pero tú tienes algo más que cansancio…
MARIANO – No, nada más, sólo eso…
NICO – Mariano, por favor…
MAXI – (Entiende que su hermano necesita contención, realmente se había angustiado mucho. Se pone de pie, se acerca a Mariano y lo abraza fuertemente. El morocho hubiera querido resistirse, pero no pudo y se echó a llorar) Tranquilo, cabezón, ella está bien…
MARIANO – Me muero si algo le pasa, Max, ¿y si no llegábamos a tiempo?
NICO – Pero llegamos, cabezón y ella está perfectamente, eso es lo importante…
Nicolás se acercó a sus hermanos y se estrecharon los tres en un emotivo abrazo. No existieron reproches, ni discusiones, solamente hubo un gran amor fraterno que, aunque siempre existió, llevaba años escondido. Ahora que había despertado, ninguno de los tres iba a permitir que se volviera a dormir ese sentimiento. Esos tres hermanos habían reencontrado su vínculo y no dejarían que se les perdiera nuevamente…

Unas horas más tarde, bien tempranito a la mañana, Alejandra despertó. No recordaba demasiado, su mente estaba muy confundida, el último recuerdo nítido que tenía, era la llamada que había recibido de Caty, después de eso, todo era confusión… Miró a su alrededor y todo parecía estar en orden. Lo que le pareció extremadamente extraño, fue que Mariano, en vez de estar acostado con ella, estuviera dormido en una silla, junto a la cama. Se lo veía exhausto. Alex rozó su mano suavemente y al primer contacto, el morocho abrió los ojos.

MARIANO – ¿Estás bien?
ALEX – Si, ¿qué haces ahí sentado?
MARIANO – Es que mi hermano me dijo que lo mejor era que durmieras sola, para que descansaras bien.
ALEX – (Sorprendida) ¿Tu hermano?
MARIANO – Si, Max.
ALEX – (Con notoria confusión) No entiendo nada, Mariano.
MARIANO – (Se sienta en la cama y le acaricia el rostro suavemente) ¿No recuerdas lo que pasó?
ALEX – No.
MARIANO – ¿Sabes cómo llegaste aquí?
ALEX – Ahora que lo pienso, no, tampoco lo se. Recuerdo que bajé para buscar mi auto e irme a tu casa porque mi familia no iba a hacer tiempo de llegar y no quería pasar la noche sola… (Se queda en silencio)
MARIANO – ¿Y? ¿Recuerdas algo más?
ALEX – Cuando estaba en la calle, Caty me llamó y eso es todo… No recuerdo nada más…

Mariano le contó a Alex lo sucedido y ella se mostró muy apenada. No entendía cómo pudo suceder eso y agradecía profundamente, lo que los muchachos habían hecho por ella. El morocho la miraba y no podía dejar de pensar que todo hubiera podido ser mucho peor. Se le llenaron los ojos de lágrimas…

ALEX – ¿Qué tienes?
MARIANO – Nada, es que si me asustaste…
ALEX – Perdóname, no imaginé que algo así pudiera pasar…
MARIANO – Lo se, no te culpo…
ALEX – Necesito hablar con tus hermanos y agradecerles personalmente.
MARIANO – Si, ya lo podrás hacer, no te preocupes.
ALEX – Estás muy lejos de mí, métete a la cama conmigo…
MARIANO – (Se mete a la cama vestido como estaba y la abraza haciendo “cucharita”) Alex…
ALEX – Si, dime…
MARIANO – Me hubiera muerto si algo te pasaba…
ALEX – (Le tomó muy fuerte la mano) Te amo más que a mí misma, Mariano, ¿lo sabes, verdad?
MARIANO – Lo se… (Se le cae una lágrima que rueda lentamente por su mejilla) Eres la vida para mí…
ALEX – (Se da vuelta sobre sí misma y quedan frente a frente. La rubia nota la lágrima en el rostro de su novio y lo besa despacito en la mejilla, hasta secársela) Creo que es hora…

Mariano miró a Alejandra, comprendiendo a lo que ella se refería. Se levantó de la cama y volvió un momento más tarde, con algo en la mano. Se volvió a acurrucar con Alex. La rubia observó complacida la gran sonrisa que el morocho esbozaba y abrió su mano izquierda, ofreciéndosela a Mariano, que sacó el estuche de los anillos de compromiso y le colocó en el anular izquierdo, el que le correspondía a Alex. La doncella hizo lo propio y colocó la alianza de plata en el dedo del que era, ahora, su prometido. Esas alianzas se las había regalado Mariano a Alex el día posterior al cumpleaños de la rubia, pero habían decidido esperar un poco antes de hacer público el compromiso, porque querían profundizar el vínculo con las familias políticas, antes de anunciarlo. Nada de eso tenía sentido en ese momento para ninguno de los dos. Se miraron, se besaron felices y se quedaron dormidos…

Alrededor de las once de la mañana, finalmente los Izaguirre llegaron a la casa de Alex. Mariano les abrió y los ayudó a instalarse. Como la rubia seguía dormida, el morocho aprovechó para comentarles lo que había sucedido. Después de enterarse, las mujeres fueron al cuarto de Alex y la despertaron, mientras que Octavio y su hijo, permanecieron en la cocina, conversando con Mariano.

TAVO – Menos mal que fue sólo un susto…
OCTAVIO – (Acababa de notar la alianza de plata en el dedo de su yerno, pero no dijo nada y miró intensamente a Mariano) Fue solamente un susto, porque tú y tus hermanos llegaron a tiempo.
MARIANO – Lo importante es que ella está bien y que sólo tiene una gripe, nada más. (Sirve te para los tres) ¿Tienen hambre?
TAVO – ¡¡Yo si, cuñao’!!
OCTAVIO – ¡Octavio!
TAVO – ¿Qué?
OCTAVIO – ¿Qué es eso de cuñao’?
TAVO – Una manera de decir, pa…
OCTAVIO – Dios, hijo, ¡habla bien!
MARIANO – (Se ríe) Así hablamos ahora, Don Octavio…Veo que hay para que comas, ¡¡CUÑAO’!!
TAVO – ¡¡Olé!! (Se ríen los tres)

En la habitación, por otro lado, las mujeres hablaban de lo ocurrido y de los “rescatistas”, como si estuvieran hablando de “superhéroes”…

ISABEL – Ya quisiera yo que me rescaten así…
LUCÍA – Ay, si, la verdad…
ALEX – Como se nota que no les pasó a ustedes…
LUCÍA – Por lo que cuentas, ni te acuerdas de nada, ¿no? ¡Así que no te quejes!
ALEX – No, no me acuerdo de lo que me pasó a mí, pero el rostro de Mariano, NO ME LO OLVIDO NUNCA…
OLIVIA – ¿Cómo, hija, a qué te refieres?
ALEX – Estaba tan angustiado, tan mal…
ISABEL – Bueno, te ama, es lógico que se haya asustado.
LUCÍA – No es por eso que lo dice, Isa…
ISABEL – Entonces, ¿por qué?
ALEX – Porque es muy difícil ver a quien amas sufrir por tu causa…
OLIVIA – ¿Tan mal se puso?
ALEX – Lo hubieras visto, ma, me sentí tan mal…
OLIVIA – Lo entiendo, corazón…
ISABEL – Lo que importa es que estás bien, hermana mía…

Esa misma tarde, todos fueron a la casa de los Echeñique. Por primera vez, las familias estaban reunidas… Entre las presentaciones formales, los agradecimientos correspondientes y los lugares “comunes” de este tipo de reuniones, hubo dos momentos muy especiales: uno público y otro “privado”. El privado fue entre Alex y Max, en la cocina de la casa. La rubia vio a su cuñado entrar allí y lo siguió.

ALEX – (Le toma la mano) No me va a alcanzar la vida para agradecerte lo que hiciste por mí.
MAXI – No tienes nada qué agradecer, hice lo que debía hacer, nada más…
ALEX – Puede ser, pero después del comienzo que tuvimos. Tranquilamente podrías haberte hecho el tonto y sin embargo, no, estuviste para tu hermano y me salvaste la vida.
MAXI – No exageres…
ALEX – Mira, en lo que a mí concierne, ME SALVASTE LA VIDA y eso no lo voy a olvidar nunca, pero lo que más agradezco es que las cosas con Mariano estén en su lugar…
MAXI – ¿De verdad lo amas?
ALEX – ¿Por qué lo dudas?
MAXI – No lo se, será que me cuesta ver el amor como algo real…
ALEX – ¿Y eso?
MAXI – No te vayas a reír, pero nunca me enamoré realmente y quizás por eso veo las cosas así…
ALEX – Ahora veo de dónde sacó Mariano ciertas ideas que tenía…
MAXI – No te entiendo.
ALEX – ¡Ollllllvidalo! Y espero que a partir de ahora seamos, por lo menos, buenos cuñados…
MAXI – Después de darme cuenta de lo que significas para mi hermano y que es mutuo, juro solemnemente darte el lugar que te corresponde, Alex y tratarte como a un miembro más de esta familia, para bien o para mal…
ALEX – No te entiendo… ¿Cómo que para bien o para mal?
MAXI – ¡Ollllllvidalo! (Se ríen)
ALEX – ¿Te puedo dar un abrazo?
MAXI – Claro que si… (Se abrazan)
ALEX – Muchas gracias… (Seguían abrazados y Alex ve que Mariano estaba ahí, sonriendo. Había presenciado toda la escena. Se guiñan un ojo)…

Un minuto más tarde, las dos familias completas estaban en la sala, a punto de sentarse a cenar…

 

*** Continúa en “Quiéreme, (como te quiero yo)” - Parte II - Quédate conmigo

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