Prologo

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Al inicio todo era oscuridad, un cielo sin Sol con grandes pantanos negros y profundos.

No había vida hasta la llegada del fuego.

Sharkany dios del fuego, trajo consigo la llama del inicio  y con ella, la vida en la tierra en una forma más primitiva a como se conoce. 

El y su mujer gobernaron la tierra y a sus diversas creaciones. Entre ellos, los "embiris", seres casi idénticos al dios, con una mentalidad de poder y mortales en este mundo.    

Pero un día fatídico Sharkany murió envenenado. Su esposa y amada Lang, ama y señora de los dragones cayó en la locura, liberando a sus bestias sobre el resto de criaturas en el mundo. 

Sus dos hijos, Haboru y Veres, al ver la locura de su madre decidieron atacar a los dragones.

El primero, el señor de la guerra y amo de las bestias atacó a los dragones con su ejercito. Uno formado por embiris, nocturnos, lobos y magos.

Veres, soberana y dueña de la sangre, envenenaba a sus enemigos desde el alma. Madre de los nocturnos, los cuales se alimentaban de la sangre de los embiris para obtener más fuerza, con una velocidad impresionante y una vida casi infinita, aunque con una maldición. Una sed insaciable por la sangre de otras especies. Y los lobos, aquellos que cada luna completa deberían dejar su cuerpo y transformarse en bestias, con grandes garras y colmillos, los lobos olvidarían su vida para servir al llamado de la diosa que los envenenó, transmitiendo su enfermedad de igual forma que los nocturnos. 

Ambos hermanos sostuvieron la guerra contra los dragones pero su fracaso era inminente, estos eran seres sumamente peligrosos y casi inmortales.

Viendo perdida la batalla recurrieron a Avilag, dios y señor de la muerte.

El les dijo que abrieran las puertas de su mundo y el nuestro, liberando así a los demonios más temibles y a los muertos. 

Avilag les prometió un ejercito mucho mayor al de los dragones, un ejercito inmortal, un ejercito de caminantes huecos.

Haboru, encantado por la idea, aceptó y abrió un portal en la tierra, separando el suelo y abriendo el cielo.

Veres, llorando por la guerra, le suplicó que no lo hiciera, pero su hermano no apelaba respuesta.

Liberando al inframundo, la batalla terminó a los pocos días. Los dragones cayeron enfermos, envenenados y sedientos.

Lang, débil y sin protección, fue apuñalada por su propio hijo con una hoja envenenada, una daga hecha con la sangre de Veres, el veneno más letal que existió.  

Haboru quería el poder, y ayudado por Avilag, obligó a las criaturas a arrodillarse ante el.

Su hermana, negándose a obedecer, traicionó a las criaturas.

Dando a luz a siete niños bastardos, cada uno un nocturno, envenenó sus copas con su misma sangre, matando a las criaturas.

Menos a una.

Dejando la copa a la mitad, recibió un beso de su madre, matando lo completamente.

Con sus cuerpos envenenados, Veres, maldijo a los siete. Otorgándoles la vida suficiente para cerrar las puertas del inframundo. 

Estos, al despertar de su sueño, desafiaron a Haboru. Desatando una guerra contra los dioses de la guerra y la muerte. Asesinando a Avilag y arrancando el alma de Haboru, cerraron la tierra junto al cielo.

Con el alma del dios, crearon los siete sellos carmesí. 

Dos de magia.

Dos de guerra.

Dos de muerte.

Y el ultimo, perdido junto al niño medio muerto, el veneno de la sangre y la peste de los embiris.

Los otros seis deberán vagar por la tierra hasta encontrar el ultimo sello y a su hermano para cerrar las puertas al dios de la muerte y proteger el mundo de los embiris. 

Pasaron los años y las historias se perdieron en el tiempo, pero las criaturas y bestias siguen en el mundo.

Y los seis sangrientos siguen en busca de su hermano.        

Sangre EnvenenadaWhere stories live. Discover now