El viaje

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Me veo y estoy sentado, Sobresaltado. Saurom se detiene en la puerta después de correr hacia mi camarote.

—Hermano, ¿Que sucedió?—me pregunta preocupado.

—Una visión acerca de Demogorgón, fuera de eso, nada malo.

—Hace seis mil años me dijiste que solo tenía tres meses de vida, y yo sigo aquí, he durado al menos doce mil veces más de lo que me dijiste que tenía.

—A veces un mal sueño no es más que eso.—Me intento defender.—Aún así, se vio tan real como si estuviera pasando de verdad.

—No importa.—Me dice.—Lo comprobaremos más tarde.—Sale del camarote y se dirige al suyo.

Esto es perfecto. Acabo de quedar como un completo idiota en frente de mi hermano y Demogorgón amenazó con matar a todos mis generales y a sus legiones. ¿Podría algo salir peor que esto?

Salgo a la popa del barco y veo que ha anochecido, el capitán sigue en el timón y Cuitláhuac ya no está con él.

—¿Cuánto falta para llegar?—Le pregunto al capitán.

—Solo algunas horas.—Me dice.—Tal vez mañana al medio día lleguemos.

—Entendido, capitán.—Le digo.

—Vaya a descansar, general.—¿Está intentando dar una orden?—Estar mucho tiempo despierto no le hace bien.

—Ya dormí todo el día, no se preocupe por mí.—Le digo.—Es usted quien debería estar descansando.

—Oh no, señor.—Me dice en tono de burla.—El capitán diurno está descansando en su camarote, yo me acabo de despertar. Soy solo el nocturno, el relevo.

—Entiendo.—Le digo.—Entonces, si no le molesta, estaré rondando por ahí un rato.

—Haga lo que quiera. Nunca creí que el general a cargo de todo este ejército fuera a dormir tan poco.—Me dice.

—Tal vez haya sido así los últimos días, pero creo que la siesta de hoy lo compensó todo.—El capitán se ríe levemente. Toma aire y logra decir:

—El tiempo perdido no se compensa, general. Le recomiendo que vay a dormir, claro que si insiste... no soy nadie para detenerlo.—Me dice mientras mantiene la mirada al frente del barco.

—Entonces me voy a dormir... otra vez.—Me despido y vuelvo a bajar las escaleras.

Una vez dentro de mi camarote, hago algunos ejercicios para no perder mi estructura física y mantener la espiritual controlada. Algunas sentadillas, lagartijas, abdominales, barras. Acabo y sirvo un poco de vino en una copa, porque no hay agua en el camarote, pongo mis dedos en el tope de la copa y mi palma absorbe el vino, vuelvo a la cama y me recuesto boca arriba. Contemplo las llamas que mantienen iluminado el camarote. Tenues, casi sin poder.

Jugueteo un rato con una bola de fuego que yo mismo he creado, la paso a través de mi mano una y otra vez hasta que cierro los ojos y la llama se apaga.

Despierto y veo la ventana, ha amanecido y los primeros pasos en el resto de los camarotes se empiezan a escuchar. Siento una mano en mi pecho y volteo a ver a mi lado. Hylla está dormida junto a mí. Tiene puesto un camisón blanco en vez de su armadura y no trae ningún pantalón. El camisón solo la tapa a la mitad del muslo. ¿A que hora entró que no me di cuenta? Quito con cuidado su mano y me levanto de la cama. Salgo del camarote y veo a Anubis estirándose afuera del suyo.

—Anubis.—Lo saludo y él asiente.

—¿Como estás, Sunktum?

—Bien.—O al menos eso supongo. Es un lindo día, ¿no crees?

—Al menos así se ve por las ventanas.—El barco hace un giro bastante brusco, Anubis y yo nos tambaleamos y en mi camarote se escucha un golpe demasiado fuerte para ser un objeto pequeño. Hylla sale, aturdida, sobando su cabeza y pregunta por lo que ha sucedido.

—No lo sé.—Le respondo.—Salgamos a ver.

Una vez en la proa, vemos un bloqueo de barcos de... ¿eso es acero? ¿Por qué los nuestros no son así?

El barco que estaba a la izquierda del nuestro es golpeado por un proyectil y responde lanzando otro. Explosiones por aquí y por allá. El barco a nuestra derecha se empieza a hundir y veo a Shadow y a Hunter saltando hacia el siguiente.

Nuestros barcos comienzan a disparar y los barcos que parecen ser de los humanos responden ante el ataque.

—¡Tierra! Grita el almirante del barco.—Es la Atlántida.

—¡Capitán!—Lo llamo y él me voltea a ver.—Tiene que romper el bloqueo para llegar a la Atlántida, o mande un mensaje pidiendo refuerzos. ¡Haga algo!

—La señal ya fue mandada, señor.—Me responde en defensa suya.—La Atlántida está preparando a una legión de titanes de los mares para ayudarnos.

—¡Entonces mantenga el barco en posición de defensa hasta que los refuerzos lleguen!

—Sí, señor.—Me dice y da otro giro.

Los titanes alcanzan a la flota humana y la derriban, poco a poco, los barcos se van hundiendo y hay algunos en los que los titanes tienen que subirse para hundirlos.

Nuestra flota avanza y entre los escombros humanos, veo una bandera tricolor con un águila en el centro y en otro pedazo, una bandera con franjas rojas y blancas, con un recuadro azul lleno de estrellas.

Poder y Gloria #2 - Sobrecarga MáximaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora