Una nueva era

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Vuelo hacia Demogorgón, me coloco en frente de él y se vuelve hacia mí.

—Ay por favor.—Se queja él mientras intenta recrear a alguien desparramándose.—Pequeño, ya tuvimos esta conversación.

—Te haré pagar por lo que le hiciste a mi gente.—Le digo y siento como la rabia me invade.

—Entonces...—Me dice pensativo.—¿A cuantos maté? Bueno, no importa. Me alegro. Solo te eran una bola de estorbos, al igual que todos los seres vivos que no son clarividentes. No entiendo para qué los necesitas.

—Para defender a mis hermanos de lo que resultó ser un juego tuyo.

—Tus subordinados no son más que una imagen interior tuya.—Me dice.—No son de mi interés y deberías saber que si te explotas al máximo, podrás alcanzar la perfección.

—Hablas mucho.—Avanzo y cargo contra él. Ambas espadas chocan con poder, con furia, con rapidez y agilidad.

—Has mejorado tu técnica con la espada.—Me dice sin estar impresionado.—Digna de un guardián de la paz. Pero ambos sabemos que tú no mereces ese título.

—¡Me hiciste caer en tu juego!—Le grito mientras lo ataco.—¡Exterminaste mis dos frentes! ¡Me devolviste a mi guarida! ¡Dejaste a Hylla incapacitada! ¡Y casi matas a mi general más importante!

—Entonces sigue viva.—Responde mientras se defiende.—No me dejas otra opción.—Me golpea y yo caigo.—Ese sentimiento de apego llamado amor, lo estás desarrollando en ella. Ni siquiera tus propios hermanos te son tan importantes como ella. Siendo por ti, creo que abandonarías esta estúpida cruzada para quedarte en tu planeta.

—Tú no me conoces.—Le digo y me levanto.—No sabes nada de mí.

—Ay no.—Dice decepcionado.—Eres igual al pretor en la zona oscura.

—¿Pretor?—Le pregunto.—¿Que es eso?—Reconozco la zona oscura, la vi en el mapa del templo, pero no a los pretores.

—Es una raza guerrera que le ha causado muchos problemas al imperio angelical. Claro que no son más que un montón de inútiles, como tus tropas.—Pone su espada en posición de ataque.—Pero ese pretor... es el único tipo que me ha hecho acordarme de cuanto te odio, y tú me recuerdas el mismo odio que le tengo a él también.—Enarca sus ojos y se ve tan malévolo que casi logra inspirar miedo en mí... casi.

Me abalanzo hacia él y lo ataco. Veo a Araquiel inconsciente. Con el casco medio roto. Con un ojo a la vista y todo el peto hecho jirones.

—¿Qué le hiciste?—Le pregunto a Demogorgón volviéndome hacia él.

—El pobre tonto quería conocer a su creador y cuando lo conoció quiso jugar a ser un superhéroe.—Me dice mientras lo contempla.—No es el ángel más inteligente que yo haya conocido, pero tampoco el más tonto.

Lo vuelvo a atacar y él se vuelve a defender. Contempla el campo y entrecierra los ojos en dirección a mí. Continuamos peleando, un espadazo tras otro, nuestras armas chocan con tanta furia que bailan en nuestras manos después de cada golpe. Intenta patearme y yo me defiendo con mis pies, me ataca desde arriba y caigo.

Me levanto y Demogorgón desciende, corro hacia él  y salto para atacarlo en posición de águila, con mi espada apuntando hacia su cuello. Demogorgón repele mi ataque y la espada se clava en el suelo un poco más abajo de su entrepierna.

—¡Replieguense!—Les grita a sus tropas, que lo obedecen sin pensárselo dos veces. Me vuelvo hacia mis tropas y solo queda un escuadrón de juggernaut esperándome.

—¡Sunktum!—Es Saurom, casi me olvido de que también vino.—¡Sube ahora!

—¡¿Araquiel?!—Le pregunto a mi hermano.

—¡Ya está arriba!—Corro hacia el juggernaut y de un salto me subo en él.

—¡Pilotos! ¡Llévenos al abismo!—Un piloto voltea y asiente.

—Sí, señor.

Me dirijo hacia Araquiel, que está en una camilla siendo atendido por dos caídos.

—Al menos llegaste.—Me dice mirándome. Es bueno saber que ya despertó.

—Si hubieras mandado la señal de auxilio antes, habríamos llegado un poco antes.—Le respondo y un largo e incómodo silencio invade el carguero. Tomo aire y termino por romper el silencio.—Me alegro de que haya sobrevivientes.

—Tu ejército es colosal.—Me responde Araquiel y me doy cuenta de que se ve orgulloso de los titanes y su misión con los mortales.—Creo que será uno de los más efectivos en la galaxia.

—Sí, creo.—Suelto riéndome y en ese momento pienso en los pretores.—¿Has oído hablar de los pretores?

—No.—Me niega.—Nunca oí nada de ellos. Estuve involucrado en algo mucho peor.

—Participaste en la guerra...—Deduzco.

—Sí, son una clase de hombres reptilianos, muy poderosos. Muchos de mis soldados fueron asesinados ahí.

—Se ven imponentes.

—No lo son. Solo su número. Y su estado de ánimo, que no siempre es el mejor. En la batalla final por el control de sus tierras, casi toda mi legión pereció. Había un soldado llamado "Katma" que me dejó casi en el mismo estado que Demogorgón.

—Supongo que no fue tu mejor batalla.

—No, no lo fue. Su aparición frente a ti puede significar el exterminio total de tu orden, o una nueva esperanza de ganar la guerra en contra de mi creador.

—Claro.—En eso, aterrizamos y comenzamos a bajar de los juggernaut. Un par de medicos se llevan a Araquiel a una sala adecuada para su recuperación y salgo de los hangares.

Las legiones se preparan para dirigirse a la capital y veo la salida hacia el escudo. Hylla está entrando y cruza miradas conmigo.

—<<Carajo.>>—Pienso. Lo último que quiero es que corra y se me aviente. No me es nada curioso que es eso lo que hace.—<<La puedo dejar.>>—No. No sería tan cruel para hacer eso.

Me alcanza, abraza y demás. Le devuelvo el abrazo y la suelto. ¿Está...? ¿Llorando?

—Te extrañé.—Me dice. Ammm yo no del todo pero a veces me sentía solo.

—No creo que sea novedad.—Le digo y ella vuelve a poner su boca en mi barbilla. ¿Puedo saber que carajos significa eso?—¿Y eso que fue?

—Un beso, bobo.—¿Como me acaba de llamar? Sonríe y lo vuelve a hacer.—Ya tenía ganas de hacerlo.

—<<Carajo.>>—Pienso.—<<Otra vez esa estupidez.>>

—General Hylla.—Saurom aparece a nuestro lado.—Présteme un momento a mi hermano.

—Sí, general Saurom.—Ella se aparta y se encamina hacia las amazonas que entraron al abismo con ella.

—Demogorgón ha vuelto, nuestros hermanos salieron al escudo y ahora están en la sala de consejo.

Ambos bajamos y una vez en la entrada, nos metemos a la sala y los demás clarividentes están parloteando algunas idioteces. Nos ven, se callan y toman sus lugares.

—Señores.—Anuncia Ambicatus.—Saluden a nuestros héroes. Demogorgón y los profanadores han salido de Anagantios y estamos en frente de los dos soldados que hicieron esto posible.

—¿Que significa esto?—Pregunta Opeth.

—Hermanos.—Consigo decir.—Es hora de reunir a los ejércitos protectores de los siete infiernos.

Poder y Gloria #2 - Sobrecarga MáximaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora