Capítulo 32 [final]

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Llevo a zayn de las manos guiándolo, él tiene los ojos vendados y unos audífonos con música. Dice miles de cosas en árabe que yo realmente no puedo entender... pero que al parecer un par de turistas entendieron y soltaron unas pequeñas carcajadas con una pisca de ternura. Tocamos la arena, y el sigue diciendo cosas... luce nervioso. El sol está a punto de ocultarse... es un paisaje hermoso. La brisa es fría y el aroma a sal es inevitable, si tiene buen sentido del olfato de dará cuenta que estamos en la playa. Finalmente llegamos a nuestro destino: la cabaña. Le digo que alce un pie, pues tiene que subir unos escalones, y así lentamente el obedece. Rápidamente saco la llave del bolsillo de mi short y abro la puerta. Lo guio hasta adentro y cierro. Caminamos hasta otras escaleras que llevan al balcón. Lentamente sube las escaleras y se espanta un poco cuando la brisa lo desequilibra y empieza a hablar disparates1.

Le quito los audífonos y la venda. Él frota sus ojos para acostumbrase a la luz del sol, cuando por fin aclara su vista una gran sonrisa se dibuja en su rostro.

— ¡esto es hermoso gacela!—dice con emoción.

— ¿te gusta?—le pregunto.

Rápidamente asiente, luce emocionado.

— Es precioso, exótico... estoy sin palabras...

El suspira y recuesta en la baranda del balcón.

— ¿vas a saltar de ahí?— me burlo de él.

— Creo que hmmm no –contesta en mí mismo tono.

Pasan unos minutos y el sol se oculta dando paso a la noche. Pero lo mejor está por venir, le tengo preparada una cena, pero en otra parte de la cabaña, tiene arriba como un mirador. Debo admitir que esto no lo hice sola, los niños me ayudaron.

Le tomo de la mano y lo llevo hasta el mirador, ahí una mesa artesanal, dos sillas y todo está encerrado en un círculo de velas, se han apagado algunas debido a la brisa, pero las que queda proporcionan una luz tenue que le da a todo como un toque más romántico. Hay varios platos, con ensalada de frutas, cocteles, una botella de vino en una hielera y un solitario con una rosa.

Tomamos asiento y nuestras miradas se cruzan... es como si todo pasara en cámara lenta.

— Jamás me cansare de mirar esos hermosos ojos—masculla.

Yo sonrió.

— Y esa sonrisa de niña—dice.

— ¡basta! Harás que me ponga como un camarón—digo.

— Pues yo solo digo la verdad mi bella gacela, soy un hombre afortunado, por tenerte a ti y a los niños.

— Y nosotros también amor mío—contesto.

Nos disponemos a comer, entre risas juegos... si porque él me tiro una uva en la cara y no dejaba de reír. Creo que es como una sensación indescriptible cuando estas con alguien por más de diez años y lo sigues queriendo como desde el primer día que lo viste o sigues sintiendo lo mismo así como cuando estuvieron juntos por primera vez... para mí eso es lo mejor. Nos tomamos dos botellas de vino y no dejamos de reír, vamos a la sala, bailamos se caen algunas cosas... pero eso no importa, nos divertimos como niños y nos amamos con locura.

Sin previo aviso el atrapa mis labios y me da un beso lento. Nos separamos lentamente y le miro directo a los ojos.

— Que emoción ser parte de tu sonrisa y de tu alegría—susurro—para amarte toda una vida—tarareo.

— Que me importa... si esta noche es solo tuya es solo mía—completa él la canción.

Soy yo quien toma la iniciativa y le vuelve a besar con pasión. Meto las manos debajo de la camina y voy delineando todo su torso.

El rey árabe [Z.M.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora