capítulo 9

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Zayn

Es una ironía del destino mirar a Lauren y no poder tocarle. Esta triste y enojada. Conozco sus movimientos y gestos. Su lenguaje corporal dice más que sus labios. Sé que desde cuando vi esos grises ojos en aquella noche estrelladas que besaba las planicies de Riad supe que mi destino estaba a su lado. Pero es difícil explicar cómo me siento. Mi cuerpo parece caer en una especie de trance y revelar la parte más oscura que pueda tener mi ser... aquel alter ego que siempre está atrapado e inmerso en la oscuridad del alma. Es como si en ese momento esa parte de mi tomara poder sobre mi cuerpo bloqueando todos mis pensamientos y alejándome de lo que más amo: Lauren y los niños. Le observo detenidamente y me evade la mirada con pánico... no puedo recordar nada de lo que digo y solo tengo recuerdos vagos de lo que hago... y en las pocas horas de sueño que concilio lo único que en ellos puedo ver es alguien susurrándome algo... es como si fuera una mujer que siempre dice algo, pero cuando trato de alcanzarla se marcha y yo despierto de golpe.

— Gacela—susurro. Ella alza su cabeza y finalmente aquellos ojos grises como el panorama de un fuerte aguacero se cruzan con los míos.

— Dime—contesta sin mucha importancia.

— No has tocado tu comida, eso me preocupa—digo. Pues no se me viene otra cosa a la mente. Sé que me he comportado de una manera extraña. Pues ni siquiera mi propio ser logra comprender.

— No tengo mucha hambre yo creo que más bien lo dejo para más tarde—se excusa.

— Puedes pedir que te la lleven al cuarto—comento.

— Si...

— ¿qué pasa gacela? Sé que no ha sido la mejor semana... pero.

Su mirada es punzante y brilla. Abre sus labios, suspira y dice:

— Solo quiero que las cosas vuelvan a ser como antes... es lo único que pido.

Delibero en mi mente por unos segundos. No sé ni cuando aquella personalidad siniestra va a aparecer... así que tengo que hacer todo lo posible por no lastimar a Lauren.

— ¿qué te parece si vamos a cenar esta noche?—pregunto—podemos dejar al bebe con Soraya, y solos tu yo...

Una pequeña sonrisa se forma en sus labios. Realmente haría lo que fuera por verla feliz. Sé que no merezco sus lágrimas, sé que debo ser castigado de mil maneras bajo un ardiente sol... pero no está mi comportarme de esa manera.

Admiro a mi mujer porque es decidida y sin importar la situación su temple es tan duro como el acero. Es desafiante y empoderada, es un claro de ejemplo de la fuerza que tienen las mujeres.

— Está bien—dice.

— Gacela—digo y hago un puchero. Me encanta escuchar que cierta palabra salga de sus hermosos labios.

— Amor—dice.

Amo cada parte de su ser. La manera en la que logra relajarme cuando estoy enojado, sus caricias, su forma de ser extrovertida y curiosa. La manera en la que una habitación resplandece cuando ella llega con su gran timbre de voz y en cada palabra que pronuncia tiene un toque especial de emoción. El cielo puede estar derrumbándose... pero ella siempre tendrá algo para decir. Al lado de un buen rey siempre esta una flamante mujer. No le podía pedir más nada Al-lāh pues todo me lo había dado y de la mejor manera.

El manto de la noche cubre las planicies de ar-Riyāḍ, la negra y oscura noche adornada por unas cuantas estrellas, besa el árido desierto, dando paso a la frescura nocturna. Una y otra vez me miro en el espejo, mi imagen tiene que estar bien, pues como esposa tengo a una bella mujer y me siento afortunado. Un pantalón negro, acompañado de una camisa del mismo color.

El rey árabe [Z.M.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora