Capítulo 24

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Estoy de pie frente al ventanal de mi apartamento. Pienso, analizo, planeo. Así soy yo: metódico y eficaz, todo me sale bien. O, por lo menos, me salía bien porque todo se fue a la mierda en menos de nada. La tenía conmigo y la perdí.

Debo encontrala de nuevo, debo hacer que haga lo que yo quiera, debo destruirlos a todos.

—Demonios —grito y golpeo el vidrio con fuerza.

—Eso no ayuda, Archie —dice el idiota de Jonah, sentado en una silla de cuero ubicada en la esquina, con los pies puestos sobre la mesilla, leyendo un libro.

A veces me pregunto si fue una buena idea sacarlo de la cárcel y darle un don. Me pregunto si dejaré de pensar, la mayoría de veces, que él es sólo una perdida de tiempo.

—¿Tienes una mejor idea? —inquiero posando mis ojos en él.

Cierra su libro y baja los pies de la mesa. Pone los codos en sus rodillas.

—Honestamente —inspira fuerte y por un momento creo que va a decir algo importante—, no. Pero golpear cosas no ayuda a encontrar a la estúpida esa.

—¿Preferirías acaso que te golpeara a ti? Porque créeme, ando de humor para eso.

—Calmate, chico. Ya verás, todo va a salir bien.

—¿Todo bien? —rio sin humor—. Nada de esto está bien, no estará bien hasta que los rastreadores encuentren algo.

El bufa.

Entrecierro los ojos, me giro de nuevo hacia la ventana.

Esto no va a mejorar pronto. No quiero que se sienta protegida y a salvo, quiero que sienta miedo, que no pueda dormir tranquila, que cada sombra que vea crea que soy yo y no pueda ni caminar.

Sí, eso quiero.

Pero no lo lograré porque todo voló en pedazos. El complejo, para el cual tenía destinado absorber los dones y darlos a cualquier humano a mi antojo, voló en pedazos. Perdí a muchos, casi muero yo, todos los de la liga entraron... y ella escapó.

Los dotados rastreadores no han encontrado nada de entre las cenizas, el fuego hace todo más complicado y difícil de rastrear. La rabia me hace temblar, el pelo se cae a manotadas y apenas tengo veintidós años. Claro, algo más por lo que preocuparse.

Tocan la puerta, interrumpiendo el curso de mis pensamientos.

—Jefe —dice Alex, con el don de manejar el metal, haciéndose a un lado para dejarme ver a una chica pelirroja vestida de negro—, esta chica lo busca.

—¿Qué quieres? —pregunta Jonah, poniéndose de pie.

—Sal de aquí —bufo en dirección a Jonah—. Todos: salgan ahora.

Salen, dejándome solo con la chica.

—Siéntate —indico una silla frente a mí—. ¿A qué vienes?

—Quiero decirte algo que te interesa. O, bueno, a proponerte.

—¿Me interesa? ¿Y tú que sabes de lo que me interesa?

—Cuando te lo diga no te podrás negar —sonríe con sorna.

—Te escucho —meto las manos en los bolsillos y me recuesto en la pared.

—Sé donde puedes encontrar a Jenna.

Me acerco a ella de un solo paso:

—No juegues conmigo, niñita.

—No lo hago —dice poniéndose de pie, clavando los ojos en mí y dejando solo un pequeño espacio entre nosotros—. ¿Por qué lo haría? Sé lo que puedes hacer y no me gusta tomar riesgos.

—Dices que vienes a proponerme algo, o sea, a hacer un trato. ¿Por qué haces esto y como sé que no me traicionarás?

—Porque ambos queremos lo mismo.

—¿Qué sería eso?

—Sencillo: yo te digo donde está ella si tu prometes algo.

—Lo pensaré luego de que me digas donde está. ¿Qué debo prometer? 

—Quiero que la destruyas, para siempre. 

—Luego de que haga con ella lo que tengo pensado. ¿Dime donde está?

—Primero, promételo —da un taconazo en el piso, con sus botas negras.

—Aquí se hace lo que yo diga —la tomo del brazo con fuerza—. No te confundas.

—Bien —se zafa de mi agarre—. Está en la mansión de la liga. Y qué crees, yo sé donde está. He estado allí.

Me quedo de una pieza, mirándola fijamente. Lo sabe, de verdad lo sabe, lo veo en sus ojos.

—Bien —sonrío abiertamente—, ahora haces parte de esto, y recuerda algo, no hay vuelta atrás. Vas a llevarme allí ahora. Pero antes, dime tu nombre.

La chica mira hacia el ventanal, ríe con una carcajada queda y luego me ve de nuevo.

—Me llamo Delila.

Pensamientos sin Punto FijoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora