Parte 9

137 14 1
                                    


Kyubi

Solo escuche dos latigazos y nada más, pero luego de unos minutos del interior de la vivienda salió un hombre que doblo en la esquina de la casa. Reuniendo toda la fuerza de voluntad que me quedaba en ese momento, intente hacer que dejase que ella se marchase pacíficamente pero no tuve éxito, el solo se abalanzo sobre mí, empuñando una daga, lo esquive con facilidad para luego darle un golpe en la espalda provocando que perdiese el equilibrio cayese al suelo.

-Me llevare a la chica -dije mientras recuperaba mi verdadera forma y veía como el me observaba totalmente aterrorizado- por las buenas o por las malas.

Me abalance sobre él y en tan solo unos segundos todo lo que quedaba era un cuerpo decapitado tirado en el suelo, escupí su horrible cabeza, pero el horrible sabor de su sangre quedo anclado en mi boca, la tentación arrastrar mi lengua por el piso para quitarme el asqueroso y desagradable sabor era casi irresistible, pero tenía otras prioridades.

Regrese a mi forma humana y entre en la casa, el olor de la sangre de Aria lleno mis fosas nasales, este se intensificaba aún mas según me iba acercando más a la fuente de su origen, su habitación. Al poner mi mano en el pomo y abrir la puerta, vi mi peor pesadilla echa realidad.

Aria estaba amarrada a la cama de pies y manos, con su ropa hecha jirones, heridas y moretones cubrían todo si cuerpo arruinando aquella perfecta y blanca piel. Esa imagen me dejo totalmente paralizado, pasaron unos segundos cuando escuche un leve quejido proveniente de la cama que me regreso a la cruel realidad. Lo primero que hice fue desatar sus extremidades, viendo que tenía cortes profundos evidenciando su fuerte resistencia.

Luego de desatarla la coloque en una posición en la que estuviera más cómoda, la tape con una manta y me marche a por agua y un paño para limpiar sus heridas antes de que se infectaran.

Al girar la esquina de la casa vi el asqueroso cuerpo decapitado de ese humano, lo ignore y me dirigí al pozo, luego de sacar agua entre a la casa y con mucho cuidado limpie las heridas de Aria.

-Kyubi... Lo-lo ciento.

-No pasa nada, no fue tu culpa -puse mi mano sobre su frente y estaba muy calienten, me aleje de ella para buscar algo que sirviera para disminuir la fiebre.

Salí de la habitación y marche rumbo al pequeño jardín en donde se cultivaban las hierbas destinadas a ser todo tipo de medicinas. Sabía muy bien cuales elegir, no era la prime vez que cuidaba de una persona herida, tome las que precisaba y regrese a la casa.

Recogí de la cocina un mortero y las molí hasta hacer una pasta la cual aplique en los cortes más profundos para luego vendarlos con cuidado, volví a comprobar su fiebre y esta había descendido. Me recosté a su lado y espere con paciencia infinita a que abriera los ojos y me mirara otra vez con esas hermosas esmeraldas.

-Despierta pronto bella ninfa.

Así pasaron tres días en los que ella no daba señales de despertar, solo bebía un poco de agua cada cierto tiempo y yo, como si fuera un perro no me atrevía a moverme ni un centímetro de su lado.

Mientras dormía, tuve un sueño en el que ella estaba a mi lado contemplando el paisaje que nos brindaban las montañas nevadas del norte, con una enorme sonrisa en su rostro. Intente hablarle pero mi voz no salía y ella no me miraba, todo el paisaje comenzó a cambiar ante mis ojos, pasando por todas las estaciones, primavera, verano, otoño, invierno, primavera, verano, otoño, invierno y continuaba repitiéndose en un siclo sin fin, algo alterado voltee para buscarla pero solo me encontré con una pila de blancos huesos que se convirtieron en polvo cuando una ráfaga de viento los roso.

El zorro de las nueve colasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora