Parte 16

88 9 1
                                    


Kyubi

Fue solo un instante, en menos de lo que cualquiera de nosotros espera, nos encontramos rodeados por veintisiete soldados armados y montados en robustos caballos. Todos y cada uno de ellos nos miraban fijamente, después de unos momentos, tiran de las riendas para que sus monturas retrocedieran, dejando paso a su líder, el rey en persona, quien miraba fijamente a Aria.

Por instinto la tome del brazo y me coloque delante de ella, ocultándola de su mirada. Sus ojos mi miraron fijamente y así empezó un duelo de miradas que continuo hasta que el grito de dolor de uno de los hombre se escuchó tras un ataque sorpresa por parte del lobo.

-Corran, yo los detendré en poco -dijo Allaro colocándose a un lado del cadáver, mostrando una abertura en la formación- llévate a Aria lejos de aquí y asegúrate de que jamás...

-¡Atrapen a la chica! -grito el rey con una notable furia en su voz.

Allaro salto sobre nosotros, cayendo delante del rey mostrando sus afilados dientes en una clara amenaza. Un soldado que portaba una ballesta disparo una flecha que fue rápidamente esquivada por el canino.

Salto sobre el rey con la intención de cortarle el cuello, pero este fue as rápido y logro esquivar e ataque con éxito mientras miraba como otro de sus soldados apuntaba a y disparaba, acertando en el blanco.

La flecha disparada se clavó en la costillas de Allaro haciendo que este soltara un leve gruñido de dolor, pero dispuesto a continuar. Otra flecha impacto en él y otra más, dejándolo en el suelo casi muerto, emitiendo débiles quejidos de dolor.

Todo el lugar quedo en un silencio sepulcral, en el que podía escuchar el latir acelerado de todos los corazones, menos uno. Un corazón se mantenía tranquilo, un leve escalofrió subió por mi espalda al detectar de quien pertenecía tan espeluznante sonido. Quise decirle algo, pero en el aura pesada que la envolvía en ese momento me cerró la garganta.

Aria me rodeo, con la cabeza abajo, camino lentamente hacia él, y con cada paso que hacia el aura se incrementaba hasta el punto en el que los caballos comenzaron a verse afectados, parecía encontrarse en una especie de trance.

Al llegar a su destino, se detuvo en seco para arrodillarse, con su mano derecha tomo una de las flechas incrustas y la saco de un firme tirón, la sangre broto de la herida manchándola, pero esto parecía no importarle. Repitió el mismo proceso con el resto de las flechas arrojándolas lejos de ellos.

-Si vienes conmigo sin resistencia no tendrás consecuencias graves para ti, Aria -dijo el tonto rey, que parecía no notar lo que todos ya hicimos, manteniendo esa sonrisa arrogante en su rostro dirigió su montura hacia ella.

Aria no respondió, miraba fijamente su mano manchada de la sangre de su amigo, totalmente ausente. El rey avanzo hasta estar muy cerca de ella, pero aun así parecía ignorar lo que mis sentidos percibían.

-Aria.... Calm...ate -la voz de Allaro era muy débil, casi imperceptible por culpa de las heridas, pero aun así, intento hablarle y acercarse un poco, rosando su nariz con su mano.

-Kyubi perdóname -dijo poniéndose lentamente en pie - de verdad que me esforcé para que no vieras esta parte de mí –mientras hablaba el aura aterradora que la envolvía desapareció, quedando en deje de temor en la atmosfera que nos rodeaba.

Desapareció de la vista de todos, una leve brisa me golpeo y su aroma me rodeo por unos escasos segundos, casi como una caricia.

-Lo siento –es todo lo que pude escuchar antes de que el caos se desatara en el lugar.

El zorro de las nueve colasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora