Segunda Parte: EL FUGITIVO - CAPÍTULO 59

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CAPÍTULO 59

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CAPÍTULO 59

Lug abrió los ojos. Estaba en un lugar oscuro. Primero pensó que era de noche, pero no vio estrellas sobre su cabeza, solo sombras amarronadas que se movían. Cuando su mente se aclaró un poco, descubrió que estaba dentro de una cueva. Las sombras movedizas eran causadas por el vaivén de las llamas de una fogata a la izquierda de donde yacía boca arriba. Recordando la herida mortal que Math le había infligido, no se atrevió a moverse demasiado. Solo probó de mover la cabeza apenas hacia un costado. Vio a Ana durmiendo del otro lado de la fogata. Deslizó su mano izquierda hacia su abdomen, buscando la herida. Muy despacio, levantó la camisa y palpó con cuidado la zona: no había herida, no había ni siquiera una cicatriz. Sonrió. Ana lo había logrado.

De pronto, Lug escuchó pasos que se acercaban, reverberando dentro de la cueva. Intentó sentarse, a la vez que buscaba su espada envainada en su costado izquierdo. La espada no estaba allí. Al levantarse tan bruscamente, lo invadió un mareo que apenas le dejaba distinguir una silueta que se acercaba. Miró a Ana de reojo, trató de despertarla, de advertirle. Se tranquilizó al reconocer a Colib.

—Me alegro que ya esté despierto, pero debe descansar, perdió mucha sangre— le dijo Colib, apoyando sus manos sobre los hombros de Lug para empujarlo suavemente hacia abajo.

—¿Ana...?

—Ella está bien, solo un poco cansada. Sanarlo le costó todas sus fuerzas.

Lug asintió. Colib le alcanzó un odre con agua.

—Debe beber agua.

Lug asintió agradecido y tomó el odre bebiendo unos sorbos.

—Despertaré a Ana para avisarle que usted recobró la conciencia— dijo Colib.

—No, déjala descansar— lo detuvo Lug del brazo.

Colib asintió.

—Es una muchacha muy valiente.

—Lady Ana, la Valiente— confirmó Lug, sonriendo con orgullo—. Estoy seguro de que le esperan grandes proezas. ¿Dónde estamos?

—En una cueva, en las sierras. Ya pasamos la parte más alta, en unas horas más estaremos del otro lado, pero como se hizo de noche y encontramos esta cueva, Ana juzgó oportuno pasar la noche aquí.

—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente?

—Desde anteayer.

—¿Me arrastraron inconsciente todo este camino?

—No fue tan complicado. Solo lo subimos a uno de los caballos.

—¿Caballos? ¿Qué caballos?— preguntó Lug, intrigado.

—Los tres sacerdotes que nos atacaron junto al río venían a caballo. El que lo atacó a usted huyó en el suyo mientras Ana trataba de salvarlo, pero los otros dos quedaron atados a un árbol en el bosque. Así que ahora tenemos dos caballos más las provisiones que venían en las alforjas.

—¿Lug?— lo llamó Ana, restregándose los ojos soñolientos del otro lado de la fogata. La conversación la había despertado.

—¡Ana!— le dijo Lug feliz, tratando de encaramarse para ir a abrazarla. Ella se apresuró a levantarse y fue hacia él, arrojándole sus brazos al cuello.

—Gracias al Círculo que funcionó— sonrió ella con lágrimas de alegría.

—Nunca dudé de que pudieras lograrlo. Gracias por salvarme la vida, otra vez— le dijo él, dándole un tierno beso en la mejilla.

—Espero que no se haga un hábito— le dijo ella, levantando un dedo admonitorio.

—Prepararé el desayuno— dijo Colib de buen humor.

Después de haber estado comiendo pequeñas y escasas frutas silvestres por días, aquel desayuno con queso, pan y manteca fue glorioso.

—Entonces— dijo Ana—, ¿quiere explicarnos cómo pudo matar a Goster sin tocarlo, y después resulta que ese otro sacerdote le sacó la espada y se la clavó sin que usted siquiera atinara a defenderse?

—Sí— agregó Colib—, ¿y por qué Mandel apareció con una herida de cuchillo en la espalda?

—El tercer sacerdote no era tal, era un Antiguo.

Los ojos de Colib se abrieron como platos.

—¿Un Antiguo? ¿Un Antiguo de verdad?— dijo Colib, horrorizado.

Lug asintió, serio.

—Su nombre es Math. Math mató a Mandel por la espalda con un cuchillo para hacerme creer que estaba de mi lado. Luego se acercó a mí diciendo que quería mi perdón, que se arrepentía de sus crímenes y que quería cambiar.

—¿Asesinó a un hombre por la espalda y después le hizo creer que se arrepentía de sus crímenes?— preguntó Ana con un dejo de sarcasmo.

—Me hizo creer que me había salvado la vida al matarlo— explicó Lug, ignorando el sarcasmo de Ana—. Tal como yo tuve que matar a Goster para salvarte a ti.

Ana no contestó.

—En fin, su arrepentimiento parecía legítimo— siguió Lug.

—¿Pero no se dio cuenta que no era sincero cuando le sacó la espada y se la clavó?— lo interrumpió Colib.

—Todos los Antiguos poseen habilidades especiales. Yo no sabía cuál era la de Math hasta que fue muy tarde. Al parecer, Math puede poner la mente de otros bajo su control al tocarlos. Cuando Math tocó mi mano, perdí mi propia voluntad, perdí mi capacidad de pensar por mí mismo, solo podía pensar lo que Math ponía en mi cabeza. Me tenía hipnotizado, bajo su control, por eso no atiné a defenderme aun al sentir la espada atravesándome.

A Ana le corrió un escalofrío por la espalda.

—Tengo la sospecha de que las instrucciones obsesivas de matarnos que estaban implantadas en las mentes de Goster y Mandel también fueron obra suya— agregó Lug—. Por eso, si nos encontramos otra vez con él, no deben dejar que los toque por nada del mundo.

—Si me tocara— dijo Colib desafiante—, yo no me volvería un asesino, no podría matar a Lug.

—Colib— lo amonestó Ana—, creo que si Math logró que Lug se dejara clavar su propia espada, tranquilamente puede convertirte en una gallina cacareante si lo desea, mientras se toma una taza de té al mismo tiempo.

Colib tragó saliva sin contestar.

—Ana tiene razón— asintió Lug—. Lo que sea que hagan, manténganse alejados de Math y no dejen que los toque.

Colib asintió en silencio.

Después de desayunar, empacaron sus cosas y montaron hacia el norte por el ancho paso, cuesta abajo. Lug y Ana compartían uno de los caballos, mientras Colib, que era más pesado, montaba el otro.    

LA PROFECÍA ROTA - Libro III de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora