Cuarta Parte: EL SEÑOR DE LA LUZ - CAPÍTULO 139

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CAPÍTULO 139

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CAPÍTULO 139

Zenir abrazó a Lug con cariño mientras Akir hacía una reverencia.

—Veo que ustedes dos se encontraron, me alegro— dijo Zenir, paseando la mirada entre Lug y Dana, y palmeando la espalda de Lug—. Fue una entrada impresionante la que hiciste allá en el campo de batalla.

—Gracias— respondió Lug con una sonrisa. Dana le dio un beso en la mejilla.

Aunque Zenir estaba feliz de ver a Lug, su rostro reflejaba la preocupación por la situación más inmediata: miles de heridos llegaban en hordas hasta la precaria tienda que habían erigido a un costado del palacio de Eltsen en un lugar apartado del campo de batalla principal. Akir estaba haciendo un gran trabajo clasificando la gravedad y el tipo de heridas de cada paciente, separando a los que necesitaban atención urgente de los que podían aguantar un poco más. La gente de Verles estaba ayudando, administrando hierbas y ungüentos a los heridos más leves mientras Zenir se ocupaba de los casos más graves. Pero un Sanador, aun un Sanador tan poderoso como Zenir, no era suficiente para la enorme cantidad de heridos que llegaban pidiendo su ayuda.

—Lug— comenzó Zenir, mirando en derredor a los heridos gimientes y sangrantes que esperaban su turno para ser sanados—, esta situación está desbordándome, no sé cuánto tiempo más pueda seguir en pie. Sanarlos me drena de mi energía y necesito descanso para poder seguir trabajando, pero si descanso, ellos mueren. Ya no sé qué hacer— dijo Zenir, angustiado.

—Entiendo— dijo Lug, poniendo una mano comprensiva en su hombro—. Te enviaré a Ana, ella te ayudará.

—No necesito más enfermeras, Lug. Tengo a la gente de Verles que está ayudando y tengo a Akir— señaló a su nieto aun hincado ante Lug.

—¡Akir!— exclamó Lug al percatarse de la presencia del muchacho. Tomó su brazo y lo tiró hacia arriba para levantarlo del piso. Akir siguió con la cabeza gacha, no se atrevía a mirar a los ojos al Señor de la Luz.

—¡Akir!— volvió a exclamar Lug abrazando al muchacho—. ¡Qué gusto ver que estás bien! ¡Por el Gran Círculo que has crecido!

Akir sonrió tímidamente. Nunca se hubiera imaginado que Lug recordaría a alguien tan insignificante como él. Lug le dirigió una mirada interrogante a Zenir. Zenir asintió.

—Sí, él sabe que soy su abuelo.

—Me alegro de que ustedes dos finalmente se hayan encontrado— dijo Lug, abrazando a Akir—. Me temo que tengo malas noticias sobre Ema...— el rostro de Lug se ensombreció al tener que darle la noticia de la muerte de su hija en medio de aquella situación en la cual ni siquiera podía tomar un momento para llorar su pérdida.

—Lo sé— respondió Zenir.

Lug asintió, recordando que Zenir había puesto flores en su tumba.

—Lo lamento, Zenir.

Zenir asintió con un nudo en la garganta.

—Pero como te dije, te enviaré a Ana.

LA PROFECÍA ROTA - Libro III de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora