Tercera Parte: EL SUJETADOR DE DEMONIOS - CAPÍTULO 130

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CAPÍTULO 130

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CAPÍTULO 130

Lug se sentó en el suelo, a la orilla del lago blanco, y se envolvió en su capa. La total oscuridad hacía parecer al ambiente más frío de lo que en realidad era. Lug respiró profundo y trató de calmar los nervios de su estómago. Había hablado con ellos antes, se dijo, había podido razonar con ellos... ¿o no? No, ellos solo habían respondido a su nombre, a quién era él: el instrumento necesario.

Apartó sus pensamientos de temor, tenía que hacer esto, tenía que parar la guerra en Faberland. Cerró los ojos y escuchó. El sonido de las gotas deslizándose lentamente por las estalactitas y cayendo al lago blanco era lo único que perturbaba el completo silencio de la cámara. Lug se concentró en el arrítmico tintineo de las gotas, vaciando su mente por completo, y esperó. Y esperó.

Lug abrió su mente y comenzó a buscar patrones. Nada. Absolutamente nada. No había en el lugar ningún ser vivo de ningún tipo, solo roca y agua, solo un aire frío y húmedo que le calaba hasta los huesos. El lugar estaba totalmente muerto. La única incongruencia era su presencia. Con cada respiración, invadía con vida un lugar inanimado. Se preguntó si con cada gota, aquel lugar lo estaba invadiendo a él también, plagándolo con muerte.

El tiempo parecía infinito en la oscuridad, marcado solamente por las inexorables gotas de las estalactitas como un caprichoso reloj irregular y eterno. ¿Cuánto tiempo debía esperar? ¿Cuánto tiempo había esperado ya? No lo sabía.

Después de mucho tiempo, a Lug le pareció que la oscuridad ya no era tan negra. Pestañeó varias veces y le pareció ver una especie de resplandor que iluminaba el lago con una luz lechosa. Respiró hondo. La luz se hizo más brillante y comenzó a danzar por encima del lago. De pronto, Lug notó algo a lo que no había prestado atención antes: el sonido de las gotas se había silenciado. ¿Cuándo habían dejado de caer?

Lug se puso de pie y se acomodó la capa, tratando de adoptar la pose más noble y confiada posible. Por dentro, temblaba como una hoja mecida por la brisa.

No hubo música, ni destellos violetas, solo la luz blanquecina que seguía creciendo en intensidad.

—Esta es la primera y la única advertencia: vete— se escuchó una voz que reverberó por toda la cueva, haciéndole temblar las entrañas. Era una voz aguda, y las palabras habían sido pronunciadas lenta y cuidadosamente. Si es que los tetras tenían sexo, a Lug se le ocurrió que éste era una mujer.

—Necesito hablar con ustedes— dijo Lug—. Soy...

—Eres un intruso— lo cortó la incorpórea voz.

—No, soy un visitante. Mi nombre es Lug.

Lug esperaba que la mención de su nombre le ganara al menos una audiencia con estos seres. La voz permaneció en silencio un momento, considerando.

—He venido a hablar de un asunto importante— continuó Lug ante el silencio del /la tetra.

—Soy solo Centinela, no estoy aquí para dirimir ningún asunto.

Entonces había jerarquías entre los tetras, pensó Lug. Tal vez pudiera usar eso.

—Entonces, deberías llamar a alguien que sí pueda— dijo en voz alta.

—Mi trabajo no es llamar a nadie, mi trabajo es custodiar esta entrada, destruir a los intrusos.

—¿Cómo te llamas?— le preguntó Lug.

—¿Qué?— preguntó el Centinela, sorprendido.

—¿Cuál es tu nombre?

—Mi nombre es impronunciable para los de tu especie. ¿Para qué quieres saberlo?

—Porque tu jefe querrá saber quién cometió el error de destruirme sin darme la oportunidad de hablar del asunto que me trajo aquí.

—¿Por qué?

—Para castigarte por tu ineptitud.

Silencio.

—Hago bien mi trabajo. Mi trabajo es...

—Sí, sí, ya me lo dijiste— lo cortó Lug—. Tu trabajo es destruir a los intrusos, pero yo no soy un intruso. Yo soy Lug. ¿Conoces mi nombre?

—Todos conocen tu nombre— dijo la voz.

—Entonces sabes que soy importante, sabes que no soy un mero intruso ni un enemigo.

Silencio.

—Escúchame, Lara, ¿puedo llamarte Lara?— continuó Lug.

—¿Por qué habrías de llamarme Lara?

—Porque es un nombre hermoso para los de mi gente, y ya que el tuyo es impronunciable... bueno, tengo que llamarte de alguna forma y "Centinela" me parece muy impersonal.

Silencio.

Lug no estaba seguro de cómo funcionaba la sociedad de los tetras, así que estaba intentando todo lo que normalmente funcionaría con sus congéneres: pretensión de superioridad, amenaza, tratar de crear un vínculo... Todavía le quedaban algunas tretas más, pero no muchas.

—Lara...— dijo la voz—. Lara...— volvió a repetir lentamente, como saboreando cada sílaba, cada sonido—. Me agrada...

Al fin, pensó Lug, en el clavo.

—¿Por qué a alguien que voy a matar le interesa ponerme un bonito nombre?— dijo el tetra.

—Porque no vas a matarme, solo matas a los intrusos y yo soy tu amigo— respondió Lug.

—Nunca he tenido un amigo de tu especie.

—Yo tampoco he tenido un amigo tetra antes, pero nunca es tarde para empezar.

—¿Es cierto lo que dicen de ti?

—¿Qué es lo que dicen?

—Que venciste al Viciado.

—Vencí a Wonur, sí.

Silencio.

—Invocaré al Patriarca para ti— dijo el tetra.

¡Finalmente!

—Gracias, Lara. No olvidaré este favor.

—Y yo no olvidaré a mi nuevo amigo—. Con estas palabras, el resplandor blanco se desvaneció y Lug volvió a quedar en la oscuridad.    

LA PROFECÍA ROTA - Libro III de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora