Capítulo 8

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Lisa no se creía lo que le dijo el director. «¿Concentrarse? Ni que hubiese sido yo la que empezó con el jueguecito de mierda...» al pensar en aquel "juego", recordó tener a Jennie pegada a su cuerpo. Recordó cómo sus manos estaban en aquella cintura, cómo se notaba la pesada respiración de Jennie en su cuello y los latidos de ambas al unisón. Recordó cómo se mordió el labio. Aquellos dulces labios...

«¡Lisa! ¿En qué estás pensando? ¿Cómo puedo estar pensando en esa chica con lo desagradecida y borde que es? Primero me vacila sin conocerme, trato de acercarme y no me hace ni caso, la salvo de un puto pervertido de mierda y sigue igual. Decir además que durante semanas ha estado como ausente y eso que le di un regalo. Que vale, no hace falta que ahora seamos mejores amigas, de hecho, yo quería demostrarle que tiene una rival, pero... ¡Joder! Y ahora encima me viene con sus jueguecitos y vaciles de nuevo, como si nada hubiese pasado. ¡No entiendo nada!» se podía ver a Lisa discutiendo consigo misma y con sus pensamientos, haciendo gestos bastante extraños, tal cual lo hizo por primera vez con sus piernas antes de conocer a Rosé.

—Y no sólo eso, sino que encima viene el director a amenazarme con que me aleje de ella. Tócate las narices Maribel. ¡Aghhh, NO SÉ QUÉ HACER! —Sus pensamientos se transformaron en palabras que sonaron demasiado alto. Por suerte la única que la estaba escuchando era Rosé a lo lejos, descojonándose con la escenita. Era para grabarla y subirla a Youtube—.

A ver Lisa de mi vida, ¿qué te pasa a ti? —Preguntó Rosé ya preocupada por los berridos que había soltado la otra por la boca—.

¿Que qué me pasa? TODO me pasa. —Dijo Lisa en un ataque de confusión e impotencia—.

Rosé suspiró pero le mostró una sonrisa. Sabía cómo lidiar con esto.

¿Me cuentas y te compro una piruleta? —La trató como una niña de cinco años. Lo extraño es que funcionó. Se marcharon del lugar y se fueron a una chuchería, después de eso se sentaron en unos bancos y Lisa le contó lo sucedido—.

Tras hablar de lo que pasó y de la relación que había tenido la rubia con Jennie hasta ahora, Rosé estaba con la boca abierta y la mano encima de ella. Tal y como haría una maruja de cincuenta años, pues así.

Oye, Lisa, ¿puedo preguntarte algo?—Dijo la mayor de las dos en tono serio, después de superar la rara historia que Lisa le acaba de explicar—.

—Ya lo estás haciendo —Se burló la del flequillo riéndose—.

—Más tonta y no naces—Realmente Rosé empezó a reírse también. Menudo par—. Vamos a ver, ¿eres... lesbiana?

—Sí —Soltó Lisa sin tapujo alguno y continuó chupando su piruleta tan feliz—.

—¿QUÉEE? —Gritó Rosé—. Y me entero ahora, muy bonito —Que no se lo hubiera dicho en un principio la ofendió como buena amiga (y cotilla) que es—.

—Ni que hiciera falta gritarlo a los cuatro vientos... —Se encogió de hombros—. ¿Qué quieres que haga? ¿Que cada vez me presente a lo "Hola encantada soy Lisa la lesbiana"? —Preguntó irónicamente—.

—No, pero... —Se quedó sin respuesta. La verdad es que Lisa tenía razón. De hecho, se dio cuenta de que ella tampoco decía su sexualidad a nadie—. ¿Y no te da miedo serlo en este país? Tal y como están las cosas...  —Cambió de tema—. Las lesbianas estamos muy mal vistas en Corea del Sur.

«Espera, ¿he dicho "estamos"? MIERDA.» pensó Rosé mientras terminaba de hablar. Empezó a sudar de golpe cual pollo asado.

—La verdad es que no mucho, si alguien pregunta, yo lo digo orgullosa y ya —Lisa, que no le dio demasiada importancia a aquel tema, ni siquiera se fijó en lo que le confesó Rosé sin querer. Ni la miraba, tenía la mirada en el suelo mientras lamía su piruleta, así que tampoco veía cómo sudaba la otra—.

Rosé estaba que no se lo creía en ese momento. «Menos mal que es una despistada, dios... casi la cago» pensaba para sí misma mientras soltaba un gran suspiro. Casi le daba un ataque antes. Para ella hablar sobre su sexualidad era muy complicado. Se crio en una familia muy cerrada de mente, aunque ella era muy abierta con todo el mundo, menos con ella misma. Todavía tenía miedo al rechazo social cosa que le impedía hablar sobre su experiencia personal con chicas.

Bueno... —Aprovechó que no se enteró de lo otro y decidió seguir con el interrogatorio—. ¿Has pensado que quizá te gusta Jennie? —Esto lo decía con una sonrisa como la que cualquiera pone al preguntarle eso a alguien, vaya. Que no se puede describir todo—.

—¿Gustarme Jennie? Pf... —Soltó mientras reía—. Yo sólo quiero ser su rival y enseñarle que ella no es la única que puede ir con esos aires de grandeza. Acuérdate. —Mintió haciéndose la chulita—.

—Mira, Lisa —Esta vez Rosé le agarró el hombro en forma de apoyo—. Por lo que me has contado, por cómo me lo has contado... Tu actitud antes, estos días... Tu preocupación por ella... El regalo que le hiciste... Por favor, cualquiera diría que te estás colando por ella. ¿No será lo de la rivalidad una excusa para llamar su atención? Quiero decir, tú misma crees que ella es "borde" contigo y aún así te preocupas por ella porque sabes que no está bien.

Lisa se quedó en silencio unos segundos, con los ojos como platos. Le estaba empezando a dar miedo Rosé porque la había descrito a la perfección. La miró, la contraria le sonreía mostrándole muchísimo apoyo y calor a la vez. Se encogió de hombros y miró a sus zapatos de nuevo. Desde que le preguntó si le gustaba Jennie se había puesto un poco nerviosa. «Yo de verdad quería y quiero ser su rival, pero...»

—¿Tú crees? —Preguntó Lisa toda rallada—.

—Yo te digo lo que veo. Y no suelo equivocarme. —Sonó bastante confiada—. Pero la última decisión siempre es tuya, Lisa.

Lisa volvió a quedarse en silencio, perdida en sus propios pensamientos. «¿Y si tiene razón y quiero llamar su atención? Agh...» notó una punzada en el pecho, recordando como la morena se estaba comportando con ella.

—Y quién sabe... —Dejó caer Rosé—. Quizá tienes suerte y le gustas a ella también. El rollo amor-odio es demasiado cliché. —Soltó entre risas—.

—Para ella esto es un mero jueguecito suyo, seguro. —Susurró Lisa para después soltar un suspiro—.

—¡Ya sé! —Chasqueó los dedos Rosé—. A partir de ahora os voy a shippear voy a rezar por vosotras y os voy a ayudar para que os acerquéis más y... —Soltaba Rosé sin pausa alguna, muy ilusionada. Parecía una fangirl—.

—¿Shippear? ¿Te has vuelto marinera? —Preguntó Lisa ladeando la cabeza como un perrito, sin entender nada de lo que decía la otra. Que hablase como Eminem en el "Rap God" tampoco ayudaba—.

Rosé empezó a soltar tales carcajadas ante la respuesta de la contraria que se la escuchaba hasta en Pekín, contagiándole a Lisa su risa. Realmente parecían pareja esas dos. Esto llamó la atención de una chica pelinegra que justamente había salido del gran edificio de la YG y que las estaba mirando fijamente. Como con celos.

pretty or nasty.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora