Hermanos :v

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Capítulo 8:

Me desplome en mi cama y lloré hasta quedarme dormida, otra vez. A la mañana siguiente me veía y sentía de la mierda, mis ojos estaban hinchados y rojos a morir, sentía una de las peores resacas y ni siquiera había bebido una sola gota de alcohol, era una resaca emocional de mierda. Salí de la casa sin hablar con nadie, tome mi bolso, algunos libros y salí de la casa, no podía verle porque me desarmaría frente a él sin dudarlo. Llegue al edificio y subí hasta el consultorio de la doctora Martinez. Ella estaba de espaldas a mí y estaba al teléfono en una muy entretenida conversación, la rodee y deje mis cosas en los ganchos. Organice los papeles que tenía sobre mi escritorio y comence a llorar, no un llanto cualquiera sino un llanto que venía desde mi alma rota, un llanto que te hace desear estar muerta, un llanto que te hace nudos las entrañas. La doctora Martinez se quedo perpleja al verme y cuelga el teléfono.


—¿Samantha sucede algo? No podía responder, las palabras estaban atoradas en mi boca.

—¿Samantha estas bien? Estaba empezando a hiperventilar, el aire de mis pulmones estaba vaciándose por completo, mis ojos estaban a punto de salirse de sus órbitas cuándo unos azules iguales a los míos aparecieron, un golpe me trajo a la realidad en seco.

—Voy a llamar a alguien para que venga por ti ¿me ayudas con eso? Saco de mi bolsa mi celular y marco un número. Todo alrededor de mi estaba en silencio, me tendió un vaso de agua pero no lo tome, puso su mano sobre mi rodilla pero apenas la sentí. Ni cuenta me di cuando terminó la llamada, las cosas empezaron a tornarse borrosas, mi pecho comenzaba a arder y el aire faltaba de nuevo. Fuertes pisadas se hicieron presentes, su cara estaba igual o peor que la mía esta mañana, su cabello estaba revuelto como nunca y lágrimas caían de su rostro.

—A estado así desde que llego, trate de hacerla reaccionar pero es imposible.
—Emm, gracias yo me encargo. Se acercó a mi y tomo mis mejillas en sus manos. -Mirame nena, tienes que mirarme. Nena, nena, nena, nena, nena, nena. Esa palabra no dejo de resonar en mi cabeza, me había llamado nena y en sus labios era majestuoso oírlo, sus labios eran diferentes en todos los sentidos.

—Nena por favor.
Lágrimas caían de sus ojos al igual que los míos, sus labios tocaron los míos y eso me hizo regresar en sí, sus labios comenzaron a moverse con los míos de una forma tan sincronizada que me asustaba. El aire comenzo a faltar pero de una forma buena, de una forma que me hacía sentir bien, sus brazos se colocaron a mi alrededor y me levantó del suelo. Compartió unas palabras con la doctora Martinez y me saco del edificio, el aire sobre mi piel era placentero. -Nena necesito que me ayudes con esto, no puedo llevarte así en la moto. Una moto estaba aparcada enfrente de nosotros, una moto antigua y de color negro, me dio otro beso rápido en los labios y me acomodo en el asiento de la moto. Se subió también y el motor me hizo estremecer, tomo mis brazos y los puso alrededor de su estómago y sus abdominales se tensaron con mi tacto.

Llegamos a la residencia y me ayudo a subir hasta mi recámara. Me dejó sobre la cama y me beso en la frente, sus labios se despegaron y mi mano alcanzo la suya. —No... Era lo único que mi boca pudo soltar. Sus ojos estaban sufriendo igual que los míos. Paso su mano por su cabello y las lágrimas de mis ojos comenzaron a correr. Limpió mis lágrimas con su mano libre y se acostó a mi lado, sus brazos se enrollaron a mi lado y me quede dormida. Dormimos aproximadamente seis horas, sus brazos nunca se apartaron de mí, su aliento en mi cuello me hacía cosquillas pero quería estar en esa posición toda la noche. Me gire sin romper el contacto sus ojos estaban cerrados y su cabello tapaba uno de ellos, su respiración era lenta y tranquila. Sus facciones eran parecidas a las de papá, su barbilla cuadrada, sus pómulos redondos y ojos grandes. Comencé a trazar con mis dedos sus rasgos, sus ojeras eran grandes y de buen color pero eso no hacía diferentes en su bello rostro. Sus ojos se abrieron y me sonrió, pero al instante su sonrisa se desvaneció al estudiar mi rostro.

—Perdón no quería despertarte.
Salió de mi recámara sin decir nada más. La puerta medio abierta permaneció durante unos segundos burlándose de mi, camine hasta ella y la azote con toda la fuerza que pude. Caí de rodillas y llore de nuevo, no podía seguir así, no podía dejar que volviera cuándo quisiera y se fuera destruyendome de igual modo. No podía seguir haciendo esto, éramos jodidos hermanos.

Ojos Azules👀💙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora