Capítulo 29: Esclava

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Las lagrimas no paraban de caer sobre el suelo. Elizabeth no se sentía capaz de ponerse en pie. La fuerza y valentía con las que contaba, se habían esfumado. Sabia que Cedric se marchó poco después que Gabriel y ella seguía ahí tirada. Esa fue la primera vez que se sintió realmente atrapada. El cuarto de pronto le parecía mucho más pequeño de lo que era y respirar se volvió una tarea difícil de realizar. Se sentía sofocada. Su mirada no abandonaba la puerta de entrada, sabiendo que en cualquier momento el hombre que más odiaba y temía, entraría por ahí para iniciar con su tortura. Pensó en atascar la puerta, pero sería inútil. Con la fuerza que Cedric poseía no batallaría para entrar de todas formas. Luego consideró intentar escapar, recordando después que su cuarto siempre era vigilado por guardias que esperaban afuera y habría pensado en huir por las ventanas, si tan solo hubiera alguna.

No tenía escapatoria. Jamás podría salir de esa habitación y lo sabía, por lo que ni siquiera gastaba sus pocas fuerzas en intentarlo.

Se preguntó si Gabriel ya se habría marchado y llegó a la conclusión que si así fuera, Cedric ya estuviera con ella.

Sentía como si esperara pacientemente a que la muerte llegara por ella. Morir seria un destino más misericordioso y de pronto se encontró deseándolo. Si moría sus problemas se acabarían. Como si pudiera escucharla, el feto dentro de ella se agitó, recordándole que todavía tenía una razón para seguir con vida. Elizabeth percibió el movimiento de su bebe en el vientre y se dio cuenta que tenía días que no comía, olvidándose por completo de la vida que cargaba dentro de ella.

Dejó de pensar en cualquier cosa y se levantó con lentitud, apoyándose en los muebles para no caerse, hasta llegar a la mesita en donde aun se encontraba su comida. Le dio un bocado a las frutas, sintiéndose culpable. Ese bebé era su única garantía de que Cedric no la mataría y eso le causaba aun mas temor. Comió poco a poco, consciente al fin de la terrible hambre que tenía. Observó los cubiertos y tomó el pequeño cuchillo, escondiéndolo en su pantalón, pensando que, si el demonio planeaba atacarla, ella no se lo pondría fácil.

Se escuchó de pronto como la puerta se abrió e inmediatamente Cedric se hizo presente.

La repentina valentía que sintió al tomar el cubierto se esfumó cuando sus ojos se encontraron con esa malévola sonrisa. Dio un paso atrás, aterrada.

Ahora si estaba segura de que Gabriel se fue.

—¿Lista para jugar? —preguntó sonriente y extasiado, caminando para acorralar a la humana.

Elizabeth siguió dando pasos atrás, hasta llegar al cuarto de vestidos y corrió al baño, sacando fuerza de donde son sabía que tenía. Cerró la puerta con seguro, muerta de pánico y con cuchillo en mano.

—Poupée... abre la puerta. —La voz cantarina de Cedric hizo que los ojos de la chica se llenaran de lágrimas. Quería salir corriendo lo mas lejos que pudiera de él, aun sabiendo que no tenia escapatoria.

Tres golpes se escucharon en la puerta.

—Por favor —suplicó en un susurró, metiéndose dentro de la tina de baño.

No pienso tirar la puerta abajo. Saldrás por tu propio pie y entre mas tardes en hacerlo, peor será para ti —advirtió sin perder su tono alegre. Eso le divertía.

Una parte de su conciencia le ordenaba que saliera de una buena vez y lo enfrentara, mientras que la otra le rogaba que cerrara los ojos e imaginara estar en cualquier otro lugar que no fuera ahí. Obedeció a la segunda. Cubriendo también sus oídos, pensando en su hogar.

Pasaron escasos segundos para cuando un gruñido proveniente de su gata se escuchó claramente, seguido de un maullido profundo que le heló la sangre. Olvidó por completo que dejó a la pobre de Isis sola allá afuera.

Cautivada por el ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora