Giselle entró en la iluminada habitación, sorprendida por el lujo en ella, dejando la bandeja de comida en la mesita. Inspeccionó la estancia, admirando cada detalle de la habitación, hasta que su mirada se detuvo en un bulto en el suelo y abrió los ojos con sorpresa al reconocer a Elizabeth tirada sobre la alfombra. Inmediatamente fue hasta ella, moviéndola con prisa, intentando hacerla reaccionar.
—¡Elizabeth! —La llamó angustiada, volteándola boca arriba con precaución, temiendo que algo le hubiera pasado. Su aspecto era demacrado, pero no parecía ser nada de gravedad. En su pálida piel se pintaban algunas marcas y hematomas a la altura del cuello y antebrazo—. Despierta, niña—le dijo angustiada. Le dio algunas pequeñas palmadas en las mejillas hasta que logró hacerla reaccionar. Soltó un suspiro de alivio al verla por fin abrir los ojos.
La chica se sintió desorientada, sin lograr recordar como acabó en el suelo. Miró a su alrededor, intentando que algo le trajera a su memoria las respuestas que buscaba y así fue. Se enfocó en el peinador y recordó la furia de Gabriel. Dirigió una mano a su pecho, sintiendo pesadez en él y pasó saliva al tiempo que encontraba a Giselle a su lado.
—¿Cómo está Angel? —preguntó lo primero que se le cruzo por la cabeza.
Aunque acabaran de llegar al nuevo palacio y que su captor le aseguró que Angel se encontraba ahí también, prefería preguntarle a Giselle, confiando en que ella no le mentiría.
Giselle se rio, sabiendo que cada que estaban a solas era lo primero que Elizabeth le preguntaba.
—Está bien —mintió para no preocuparla.
Todos en la mansión se enteraron de la herida que el ángel le provocó al amo, pero eso era algo que a ella no le correspondía contar. Las cosas no terminaron bien para Aniel, pero estaba segura de que le hicieran lo que le hicieran, él no dejaría de intentar rescatar a Elizabeth. Giselle sonrió ante la idea de los dos huyendo de ahí. Era absurdo y disparatado, pero tras conocerlos, sabía que tanto estaban dispuestos a hacer el uno por el otro y deseaba verlos salir de ahí algún día, siendo felices.
Elizabeth se relajó al escuchar su respuesta y se sentó despacio. Tocando todavía su pecho con la misma incomodidad en él.
—¿Por qué estás en el suelo? —Tomándola de la cintura le ayudó a ponerse de pie, llevándola hasta el sillón.
—Me desmayé, pero estoy bien —mintió desviando la vista, delatándose. Giselle era perfectamente capaz de reconocer las mentiras piadosas.
—Embarazo difícil —afirmó, siguiéndole la corriente, sin cuestionarla.
Ella también guardaba sus propias mentiras piadosas. No se atrevía a decirle que Aniel se encontraba gravemente herido. Pensó que de nada servía preocuparla. La leve sonrisa que se formó en su rostro se fue tan rápido como vino. La melancolía la invadió de pronto. "Tan cerca que estuvieron de irse. De ser felices" pensó.
—¿Estas bien? —Elizabeth pudo notar el cambio en sus facciones, cuando se inclinó para dejarla en el sillón.
—Si, estoy bien —contestó intentando no sonar tajante—. Te traje la comida. —Desvió el tema, bajo la preocupada mirada de la chica. Prefirió no decir ni una sola palabra más y buscó dentro de su delantal, para entregarle la carta que Aniel escribió antes de todo lo ocurrido.
Un estruendo las hizo voltear a la puerta abriéndose con fuerza, dejando ver a Gabriel con el torso desnudo, en el que sobresalía la herida abierta en su pecho y la sangre escurriendo por su abdomen.
Elizabeth se levantó de inmediato, llevándose una mano a la boca por la sorpresa y mirándolo atónita.
Giselle dejó de buscar y sacó las manos de su delantal con un gesto nervioso, colocándolas a sus costados. Sus ojos no se elevaron, pero logró ver de reojo aquello que hizo que su acompañante soltara un chillido horrorizado.
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Cautivada por el ángel
VampireElizabeth Mondragón es una chica de preparatoria con una vida aparentemente normal, que espera convertirse en una gran enfermera al ingresar a la universidad. A pesar de tener una vida feliz con su familia, novio y amigos, la perdida de su padre en...